Sophie

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Era una tarde de verano, anochecía en la ciudad.

Las calles empezaban a iluminarse con las luces de las farolas mientras los últimos rayos de luz desaparecían detrás de los edificios más altos. El manto rosado que anticipa el final del día poco a poco va dándole la bienvenida a la oscuridad de la noche. Y, con ello, también a los miles de jóvenes llenos de vida que tienen toda la intención de pasar hasta el último segundo disponible fuera de sus casas antes de que el sol regrese y los lleve de vuelta a la rutina.

Salvo por el detalle de que era una noche de sábado, lo que significaba que al día siguiente podían eludir sus responsabilidades y descansar sin problemas. Ya fuera por temas estudiantiles como sacarse un curso de verano o estudiar para la convocatoria de septiembre; o por temas laborales. O, en el caso de unos pocos privilegiados, simplemente era un día más sin responsabilidades presentes o futuras.

Los restaurantes pronto pasaron de ser los establecimientos más llenos a ser los bares y discotecas. Las mesas de las terrazas se vaciaron salvo por algunas pocas, en las que había gente que decidía "tomar la primera" antes de dirigirse hacia su próximo destino. Las calles, en las cuales se encontraban casi todos los bares y discotecas, se llenaron hasta el punto de que apenas cabía un alfiler en algunas zonas: adolescentes de botellón, jóvenes y algún adulto esperando para poder entrar en la discoteca.

—¿Falta mucho para poder entrar? —pregunté mientras me apoyaba en la pared de la discoteca y miraba el reloj.

Permitidme que me presente.

Me llamo Sophie.

Soy una chica que destaco bastante entre la multitud, no solo soy la única persona que está allí que ni siquiera quería venir, sino también por mi vestuario. Mientras que las demás chicas llevaban minifaldas o camisetas que no tapaban más que lo suficiente para que no pareciera que iban desnudas por la calle, yo llevo unos pantalones largos y una camiseta de manga corta que dice "Mi cara no está aquí, sino más arriba". Y pese al calor que hacía, al ser mediados de julio, ni tenía como principal prioridad vestir para gustarle a los demás ni era fan de mostrar más carne de la que quisiera.

—Tranquila, ya estamos a punto de entrar. No te impacientes, Sophie, y ten cuidado —me dijo alguien, mientras me apartaba de la pared—: a saber de qué está manchada esa pared.

La chica que acababa de hablar conmigo es la que me ha convencido de venir, mi hermana Evelyn. Es mayor que yo, aunque no se nota mucho. Es una chica que siempre tiene una sonrisa en la cara y un poco más alegre y con ganas de pasar un buen rato esa noche. A diferencia de mí, llevaba un top de tirantes bastante escotado, pero también llevaba pantalones largos como yo.

—¿Qué sería de mí sin ti, hermana mayor? —pregunté rodando los ojos— ¡Ya sé! Estaría en casa, viendo una película en la tele y comiendo helado de nata.

—Te quiero y sabes que amo ese plan tanto como tú, Sophie, pero me prometiste que celebraríamos mi graduación y han venido todas nuestras amigas. Además que también quiero celebrar tus cinco matrículas de honor, peque.

Resoplé bastante frustrada.

Mientras que yo acababa de terminar mi primer año de medicina en la universidad, Evelyn se acababa de licenciar en educación infantil a la vez que trabajaba de camarera en un bar del centro de la ciudad durante las horas que no iba a clase para poder pagar nuestros estudios.

Vivíamos solas desde que teníamos dieciocho y quince años. Nuestros padres se divorciaron en cuanto Evelyn fue mayor de edad y cada uno de ellos rehicieron su vida con otras personas, decidiendo que ya no querían seguir haciéndose cargo de sus dos hijas, por lo que mi hermana no tardó en convertirse en mi tutora legal y alquilar un piso cerca de la universidad.

Un amor por casualidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora