Axel

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—¡Joder, cómo duele! —lloraba Evelyn, tumbada en una de las camas del castillo aunque vestida con un camisón bastante largo que le había traído Sophie de nuestro apartamento— ¿¡Cuánto queda de este sufrimiento, por Dios!?

Ya habían pasado siete horas desde que Evelyn había roto aguas delante de todo el país y no dejaba de tener contracciones bastante separadas.

En cuanto rompió aguas, mi padre no tardó en comprobar que el bebé se moviera bien, además de comprobar si tenía fiebre o algo, antes de avisarnos que no tuviéramos prisa por ir a un hospital hasta que las contracciones fueran con menos de diez minutos de separación.

No me había separado de su lado en ningún momento desde entonces, bastante nervioso al saber que estaba a solo unas horas de ser padre, y que mi lado emocional superaba con creces mi lado racional de médico (como solía decirme Evelyn durante los últimos cinco meses) cuando no dejaba de sugerir que fuéramos al hospital.

—Se suponía que no nacías hasta dentro de dos semanas, Aurora, ¿por qué hoy? —no dejaba de quejarse Evelyn después de cada contracción— ¡Esto es culpa tuya, Axel! ¡Por pedirme matrimonio delante de todos por sorpresa! ¿¡Cómo se te ocurre!?

No, si ahora será culpa mia que quisiera que mi novia tuviera una pedida romántica de matrimonio... ¡Cuando se lo ha confesado a Sophie y Amelie minutos antes de hacerlo!

Eso sí, no iba a admitir que ya llevaba el anillo en el bolsillo aún sin saber si se lo iba a pedir o no.

—¡Por algo era una sorpresa, pulguita, no esperaba provocarte el parto! —me justifiqué, aterrorizado por los gritos de mi novia— Aunque creo que también fue por nuestro pequeño momento en...

—Como acabes esa frase, te la corto —me advirtió Evelyn muy seriamente—. Vasectomía en casa, ¿qué te parece?

—Que mejor me callo.

—Evelyn, estás de treinta y ocho semanas, es normal que se haya producido la rotura de la bolsa —dijo mi padre, bastante divertido con la situación e ilusionado por ser abuelo—. La prensa ya se ha ido del palacio, así que podemos ir cuando queráis.

Evelyn asintió mientras caminaba en dirección a la puerta de la habitación con mi ayuda y la de mi padre. Caminamos bastante despacio, ya que a Evelyn le costaba mucho esfuerzo seguir avanzando cuando tenía una contracción, hasta llegar a mi todoterreno y ayudarla a subir al asiento de atrás. Me senté con ella y mi padre condujo lo más rápido que pudo hacia el hospital Princesa Sophie.

Cuando llegamos, no tardaron en ingresarla para hacerle un seguimiento de cuánto le quedaba para poder ponerle la epidural y llevarla al paritorio. Por mucho que Evelyn quisiera que mi padre fuera quien la atendiera como médico, él no estaba especializado en este campo de la medicina y mi padre no tardó en tranquilizarla diciéndole que había pedido que la atendiera alguien de su confianza.

—Hola, Evelyn, ¿cómo nos encontramos?

—Me duele. Mucho. Quiero parir ya.

La doctora sonrió al escuchar aquello por parte de Evelyn, antes de asomarse por debajo de las sábanas para comprobar que todo fuera bien.

—Pues... No te queda mucho, ya casi has terminado de dilatar, así que te voy a poner la epidural antes de que sea muy tarde —dijo con una sonrisa, a lo que Evelyn asintió como si le hubieran dado buenas noticias. Y a mí también, aunque no era la persona que estaba postrada en esa cama teniendo un bebé—. La epidural tardará una media hora en hacerte efecto, así que no te preocupes si notas que todavía te duelen algunas contracciones. ¿Cada cuanto las tienes?

—Casi cada cuatro minutos —le respondí casi enseguida, a lo que mi novia rodó los ojos.

—Y duran mucho y duelen como mil demonios, las hijas de puta —dijo Evelyn, gritando la última sílaba al tener una contracción y haciendo que mirara el reloj.

Un amor por casualidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora