Axel

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Había salido de casa para poder terminar de perfeccionar una sorpresa que tenía planeada para Evelyn. Estábamos a punto de cumplir seis meses desde que nos conocimos por primera vez, el día que me examiné del MIR, y quería compensarle por no estar mucho tiempo con ella.

Había estado buscando locales en los que podría llegar a montar mi propia clínica, en caso de no hacer la residencia, y también me había escapado por las tardes para poder ir a ver a su hermana al hospital. No le había dicho nada a Evelyn porque tenía la sensación de que no le haría ninguna gracia que lo hiciera, pero desde el cumpleaños de mi abuela le llevaba un ramo con sus flores favoritas y hablaba con ella durante una hora.

De hecho, estaba en la floristería comprando el ramo de flores para su hermana y otro para Evelyn cuando escuché que alguien me llamaba al móvil. Me extrañé mucho al ver el nombre de Amelie en la pantalla y no tardé en descolgar la llamada.

—¿Qué pasa, Amelie? —le pregunté a Amelie apenas me llevé el teléfono al oído.

—Hola, primo —la escuché bastante alterada, lo cual hizo que me pusiera en alerta—. Oye, no quiero que te asustes, pero si ves que tu apartamento está patas arriba y no encuentras a nadie dentro...

—¿Qué has hecho?

—El desorden es culpa de Evelyn. Y no estamos en el apartamento porque estamos en una ambulancia de camino al hospital.

¿Qué ha dicho?

—¿¡Qué estáis dónde!? —le pregunté gritando, llamando la atención de toda la floristería y pagando los ramos de flores para salir lo más rápido posible de allí— ¿¡Qué ha pasado!? ¿¡Por qué me estás llamando tú y no Evelyn!?

—Tranquilo, solo se ha desmayado —dijo Amelie, pero eso no me tranquilizó en absoluto—. Oye, escucha, la están llevando al Princesa Sophie, la atenderá tu padre. Así que, si quieres ser un buen novio, Axel Soto, trae tu culo real al hospital pero ya. Tú y yo tenemos que hablar.

Antes de que pudiera decir algo al respecto, Amelie colgó la llamada y yo eché a correr hacia el hospital. Me había dejado el coche en casa porque me había acostumbrado a ir andando a ver los locales en venta, lo cual había resultado ser mala idea hoy, y estaba a casi un cuarto de hora de distancia del hospital.

Corriendo, tal vez a diez minutos. Y no me importaba quedarme sin aliento con tal de llegar dónde estaba Evelyn y saber qué era lo que había pasado realmente. Amelie me había dicho que se había desmayado, pero sé por todos mis años estudiando medicina que hay mil razones por las que una persona puede desmayarse, unas mucho más graves que otras.

Cuando llegué al hospital, lo primero que vi en llegar a la recepción fue a mi prima al borde de un ataque de nervios, caminando sin parar de un lado a otro del mostrador de recepción. Y yo no estaba mejor, solo que no tenía la capacidad de mantener tanto la calma de cara a los demás.

—¿¡Dónde está Evelyn!? —grité mientras me acercaba hacia el mostrador con lo que quedaba de los dos ramos de flores en mi mano.

—Diez minutos después —escuché que susurraba Amelie, antes de acercarse hacia mí—... Escúchame, Axel, Evelyn está bien. Solo se ha desmayado por las migrañas, está en la habitación de siempre. No sé qué quiere decir eso, pero...

Enseguida supe a qué se refería.

La habitación de Sophie.

—¡Sígueme, Amelie! —exclamé, corriendo hacia el ascensor y llamando a la sexta planta lo más rápido que podía.

Podía ver la confusión en la cara de Amelie mientras yo estaba bastante alterado, caminando por el poco espacio que había en el ascensor bastante alterado y nervioso. Solo había estado igual de nervioso y preocupado una vez: cuando ingresaron a mi madre pocos días antes de morir.

Un amor por casualidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora