Evelyn

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—¡Niebla, quieta! —exclamé, al ver que mi husky de diez meses apoyaba sus patas delanteras en las piernas de Sophie y comenzaba a lamerle la cara. Algo que a Sophie le hacía bastante gracia y sonreía mientras se dejaba mimar por la perra.

Habían pasado tres meses desde que descubrí que estaba embarazada de un hijo de Axel y desde que Sophie se despertó en su cumpleaños y, además, cuatro meses desde que Axel y yo nos habíamos dado un tiempo.

Intercambiamos llamadas en los días de nuestros cumpleaños y, pese a las ganas de decirle lo mucho que le echaba de menos y de que iba a ser padre en unos meses, mis inseguridades no tardaban en hacer de las suyas y colgaba antes de tener la oportunidad de hacerlo. Para después llorar arrepentida durante casi toda la noche en el hospital y siendo consolada por Sophie.

Además de que, desde que despertó Sophie, había pedido una excedencia en el trabajo hasta final de curso (incluyendo la baja por maternidad por el embarazo) para poder cuidar de ella hasta que pudiera hacer vida normal. Por suerte, había ahorrado el tiempo suficiente para poder pagar la fisioterapia de Sophie sin problemas durante los meses que había estado con Axel.

—¿Ahora vives aquí? —me preguntó Sophie, mirando a su alrededor la decoración del apartamento mientras empujaba la silla de ruedas en la que estaba sentada— Pero ¿cómo pagas el alquiler de esto? Tiene que ser carísimo...

—No estoy alquilada —le dije con una sonrisa, cerrando la puerta del apartamento—. Es nues... Es mía.

Sophie me miró con los brazos cruzados y arqueando una ceja, algo que me hizo bastante gracia porque era la misma acción que le hacía a Axel cuando me sacaba de quicio. Había echado de menos que Sophie fuera la seria de las dos, aunque tenía más experiencia y madura que hace años.

—Vivía aquí con Axel, antes de darnos un tiempo —admití, rindiéndome por no poder ocultarle cosas a mi hermana—. Pagamos los gastos de agua, luz y gas a medias...

—¿Cuándo le vas a decir a mi cuñado que va a ser padre, Evelyn? —me preguntó Sophie de manera seria, a lo que la miré sorprendida— Ya no podrás precisamente ocultarlo mucho más con sudaderas o camisetas anchas, estás de cuatro meses. Y, si no recuerdo mal, ¿no que vais a cumplir un año de relación en unos días?

Miré el calendario de la pared y era cierto. Pero todavía no había olvidado la razón por la que nos habíamos dado un tiempo, y ni siquiera me había atrevido a decírsela a Sophie todavía. Ya no me importaba tanto como antes, claro, pero ahora era la inseguridad de que no me creyera cuando se lo dijera lo que impedía que me atreviera a hacerlo

—Sophie...

—Dame tus razones para que no vuelvas con tu novio, Evelyn, porque lo de madre soltera no es lo tuyo...

—Su mejor amigo fue quien te dejó en ese hospital —la interrumpí, a lo que Sophie se quedó callada—. Y no solo le dejé entrar en mi vida, sino que gracias a él fue que empecé a salir con Axel. No puedo pensar que soy feliz a su lado por culpa de un violador...

Sophie no encontraba las palabras para tranquilizarme y, después de que estuviera varios minutos divagando por ello, se quedó callada hasta que me senté en el sofá e intenté no llorar por lo mal que me sentía mientras abrazaba mi vientre.

—¿Eso es todo? —preguntó Sophie— Evelyn, me dijiste que ya está detenido y pendiente de juicio. ¿Qué es lo que te impide realmente ser feliz? Que yo sepa, mi cuñado es inocente de lo que me ha pasado y seguro que se siente igual o peor que tú por no ver cómo era su mejor amigo en realidad.

No me lo puedo creer, mi hermana lo había entendido y estaba bien con eso. Pero ¿por qué no podía dejar de sentirme culpable?

—Pero Sof... Cada vez que recuerdo lo que he vivido con Axel, la presencia de Raúl aparece en mi mente, en mis recuerdos...

Un amor por casualidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora