Evelyn

45 10 10
                                    

Un nuevo año empezaba y, a diferencia de todo lo que había pensado a lo largo del anterior, tenía toda la pinta de que iba a ser tal y como era mi vida antes de que Axel y la familia Soto-Rivera entraran en ella.

Tal y como Axel me prometió cuando me ofreció vivir juntos, pude quedarme en el apartamento después de que nos diéramos un tiempo. Sabía que estaba viviendo en el antiguo apartamento de su madre y, a pesar de que oficialmente seguíamos saliendo juntos, ninguno de los dos había hecho nada por contactar con el otro desde que se fue.

Volví a empezar a trabajar tanto en el colegio como en la cafetería, pese a la negativa de Laura de que lo hiciera. Aunque no tenía que pagar ninguna hipoteca, tenía que pagar el agua, la luz y el gas; además de mi parte de la habitación de Sophie en el hospital. Sin embargo, cuando llegaba a casa después de trabajar, era como si se me cayeran las paredes encima después de haberme acostumbrado a la presencia diaria de Axel en mi vida.

Niebla hacía que no me sintiera del todo sola, incluso la dejaba dormir en mi cama por las noches, pero era consciente de que no era lo mismo que vivir con mi novio.

Por lo menos, parecía que Axel no le había dado detalles a ningún miembro de su familia porque, aunque no fuimos juntos ni a la cena de Navidad ni a la de Año Nuevo, nadie sospechaba que no estábamos viviendo bajo el mismo techo. Al menos, hasta que Amelie, la prima de Axel, se presentó por sorpresa en el apartamento un domingo por la mañana.

—Laura me lo ha contado todo —dijo Amelie, antes de que tuviera la oportunidad de inventarme que Axel tenía turno en el hospital por la residencia—. ¿Qué ha pasado exactamente?

La dejé pasar, antes de echarme a llorar delante de mi nueva amiga y explicarle todo acerca del asunto de mi hermana y cómo sentía que todo se había arruinado entre nosotros. Aunque Amelie me escuchó atentamente y entendía las razones por las que habíamos decidido darse un tiempo, no pudo evitar recriminarme que no podíamos mantenerlo como un secreto mucho tiempo.

—Mi abuela ya sospecha, agradece que haya sido yo la que ha venido —dijo Amelie, mientras escondía mi cara en un cojín por la frustración—. ¿Sabes qué diría ella? Que mi primo es un imbécil por no luchar más por ti. ¿Llevas un mes sin saber nada de él?

—Cuarenta y dos días, diez horas y veintisiete minutos —le dije, sorprendiéndola por llevar la cuenta exacta, mientras acariciaba a Niebla.

—Me exasperáis —dijo Amelie, levantándose del sofá—. Voy a traerlo, aunque tenga que darle un tirón de orejas para que lo haga...

—No lo hagas, Amelie —le advertí—. Acordamos que volveríamos a vernos cuando... Cuando sintamos que nuestra relación no está arruinada.

—¿Y si nunca lo sentís? —preguntó Amelie.

Claro que había pensado en esa posibilidad desde que se fue, pero no quería pensar que era realmente una opción posible. Después de todo, quería estar con Axel sin pensar que traicionaba a mi hermana.

Pero existía, así que le respondí:

—Entonces... Lo aceptaremos y cada uno se irá por su lado —dije con una sonrisa triste, intentando no llorar.

Amelie se fue un par de horas después, sabiendo que no me sacaría más acerca de toda esta situación tan jodida, y aproveché que estaba vestida para ir a ver a Sophie al hospital.

Había pasado más tiempo en el hospital que en el apartamento durante las vacaciones de Navidad, donde lloraba sabiendo que nadie me molestaría salvo por mi suegro en las revisiones diarias de mi hermana. Las cuales eran siempre a la misma hora y podía evitar mirarle a la cara. Si había alguien que podía averiguar qué ocurría solo mirándome, era él.

Un amor por casualidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora