Evelyn

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—¡NO VOY A IR!

Escuché como Axel suspiraba por quinta vez al otro lado de la puerta, sin dejar de llamar. Yo, por el otro lado, estaba encerrada en la habitación y no tenía intención de salir mientras los nervios no dejaban de comerme por dentro.

—No empieces ahora con eso, Evelyn, mi abuela lleva esperando veinticinco años este momento. ¡Y no le gusta que la gente llegue tarde!

—¡Llamé "putero" al futuro rey! Lo siento por tu abuela porque la amo, ¡pero no pienso ir ni aunque me des un millón de dólares!

Unos segundos en silencio después, Axel volvió a hablar.

—¿Cheque al portador?

—¿¡QUIERES MORIR!? —exclamé, asomando la cabeza por la puerta de la habitación y haciendo que Axel sonriera con un talonario en sus manos.

Decía que no quería ir, pero había sido la primera en despertarme de los nervios por la velada con la familia de mi novio. Llevaba desde la diez de la mañana preparándome para ir a comer a la mansión de la reina Amelie y, cuando ya estaba a punto de ponerme el vestido que Axel me había regalado el día que "nos hicimos novios", no tardó en ser el mismo inoportuno de siempre al recordarme lo que había pasado dos días antes. Lo que hizo que mis ansias y nervios por ir, se convirtieran en terror y vergüenza, antes de encerrarme en la habitación.

—¿Podemos no ir?

—No —se negó Axel, dándome un corto beso mientras entraba en la habitación—. Y ya hemos perdido una hora por haberte encerrado en la habitación, ¿sabes la bronca que me va a caer de mi abuela como lleguemos tarde? Porque a ti no te reñirá, ella te adora, ¡pero es capaz de colgarme de los huevos en el balcón!

—Eres un exagerado.

—¡Mira quién habla! —reía Axel, sacando un traje del armario y empezando a cambiarse— Además, lo de "putero" se lo he dicho mil veces por mensajes, se lo dice hasta la abuela.

—Pero yo soy una extraña, a mí me pueden desterrar del país o incluso ejecutarme.

Vale, sí soy una exagerada. Pero lo de extraña sí que iba en serio, menuda primera impresión he dado.

—Tierra llamando a Evelyn, no estamos en 1789 —reía Axel, colocándose bien el traje e intentando ponerse la corbata—. ¿Me ayudas?

Negué con la cabeza, antes de atraer a mi novio hacia mí y ayudarle con el nudo de la corbata. Sabía de sobra que Axel no necesitaba ayuda, pero me ayudó mucho para coger aire y tranquilizarse. Además, estaba segura de que estaba aprovechando la situación para mirarme detalladamente cómo iba vestida.

El vestido que me había regalado me quedaba como un guante, resaltando mi figura y no enseñando más de lo que debería, salvo por el escote y las piernas por la parte delantera del vestido. Desde que me lo regaló, había visto muchas fotos de su madre con ese vestido, sobre todo en internet, lo cual me hacía sentir bastante querida por su parte solo por el hecho de haber querido regalarme algo de ella. Aun así, añadí mi toque personal y me había puesto unos guantes del mismo color, pero de varios tonos más claros, que me llegaban hasta la altura de los codos.

En cuanto a mi peinado, había optado por dejar mi melena corta suelta. Pero, a diferencia de tenerlo alisado como todos los días, había optado por rizarlo de tal manera que parecía que lo tenía un poco más corto. Aunque ya me llegaba por los hombros.

Lo que no cambié de mi día a día, era el maquillaje. Era muy discreta en ese aspecto, no era una chica que lo hiciera en exceso, pero hoy había optado por ponerme sombra de ojos de un tono un poco más oscuro que mi piel y rímel en las pestañas, además de un tono marrón claro en los labios.

Un amor por casualidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora