—Quiero conocer a tus padres.
Estábamos abrazados en la cama, completamente desnudos después de una tarde guardando mis cosas en cajas y llevándolas a nuestro nuevo apartamento.
Además de hacer unas paradas por el camino para comprar varios juegos de sábanas y almohadas para la cama en una tienda de decoración y pasar por una farmacia a comprar algunos medicamentos y condones.
Me sentí muy tentada con decirle que cogiera los paquetes que había en el fondo de su armario, los cuales estaban totalmente nuevos, pero me contuve de hacerlo por el simple hecho de que se suponía que no sabía de su existencia.
Después de cenar en el suelo como si estuviéramos haciendo un picnic y de unos besos inocentes mientras recogíamos los restos de la cena, no tardamos mucho en subir la intensidad de nuestras acciones y seguir con lo que estábamos haciendo sobre la cama. La cual ya tenía sábanas, lo cual fue un alivio.
La ropa no tardó en sobrar y solo se escuchaban nuestros gemidos resonando en todo el apartamento con un poco de eco al estar todavía vacío. Aunque también había alguna risa o grito cuando llegábamos al orgasmo, no nos detuvimos hasta que Axel había gastado cuatro condones de la caja que acababa de comprar.
Para después quedarnos abrazados sobre la cama y que Axel me confesara que quería conocer a mis padres, haciendo que le mirara como si le hubieran salido varias cabezas como una hidra o los orgasmos le hubieran fundido las neuronas. Porque no era posible que, después de todo lo que le había contado acerca de ellos, mi novio quisiera conocerlos.
—Es una broma, ¿verdad? —le dije, a lo que él negó con la cabeza— Axel, eso es un suicidio personal y mental. Mis padres son las personas más odiosas, caprichosas e interesadas que he conocido en la vida; llevo sin verlos casi diez años.
—¿Qué tiene de malo que quiera conocer a los padres de mi novia? —me preguntó Axel confundido— Aunque sea solo conocerlos y luego no volvamos a verlos nunca más, pero quiero saber quiénes fueron los que te criaron. A ti y a tu hermana Sophie.
No pude evitar corregirle ante lo que acababa de decir.
—Yo crie a Sophie, no ellos. Asegurándome de que hacía los deberes y alegrándome por sus buenas notas desde que tengo uso de razón. Ellos solo nos dieron el apellido, nada más.
—Pero sí te criaron a ti. O lo hicieron tan mal que aprendiste a valerte por ti misma, pero eres quién eres por ellos. Eso es algo que les debes tener en cuenta, imagínate que te hubieran criado como una niña mimada... Dios, perderías todo ese encanto misterioso que tienes y que me encanta.
Le di un pequeño golpe en el pecho, que algo más parecido a una caricia que a un golpe ya que no tenía intención de hacerle daño.
—Déjalo ya, pelota —le dije, haciendo reír a Axel por cómo le había llamado—. No vas a convencerme con tu palabrería barata esta vez, soy muy firme en que no conozcas a mis padres. No puedo verlos, solo nombrarlos hace que me dé ansiedad. Lo entiendes, ¿verdad?
Axel asintió antes de que volviera a tumbarme en la cama y le abrazara mientras cerraba los ojos y él me daba besos en la cabeza.
No tenía la necesidad de presentarle a mis padres porque tenía la sensación de que lo que realmente él quería era conocer a mi familia. Y esas eran Sophie y Laura. Aunque también le veía a él como parte de mi pequeña familia desde los últimos meses que a ellos en toda mi vida.
—Ahora estoy aquí —susurró Axel mientras sonreía al escucharle—. Yo te protejo, te lo prometo.
—¿Con tus privilegios de millonario me pondrás un guardaespaldas? —bromeé, arqueando una ceja sin abrir los ojos.

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Un amor por casualidad
RomanceÉl es la persona más despreocupada del mundo. Ella la que tiene demasiadas responsabilidades. ¿Qué pasaría si te dijeran que a veces las personas más diferentes entre sí también son las más compatibles entre ellas? Como hasta el más estúpido de los...