—Laura, mátame ya —no dejaba de quejarme mientras le daba golpes a la mesa del comedor y Laura me miraba con una sonrisa—. O mejor, consígueme una identidad falsa y me mudo de país.
Era domingo, lo que significaba que era el día de descanso de la cafetería. Por ello, decidí invitar a Laura a dormir la noche anterior, sabiendo que ninguna de las dos tenía que madrugar al día siguiente y que no se me cayera la casa encima para variar.
Aprovechamos para hablar de todo lo que no podíamos en el trabajo (aunque Laura siempre encontraba tiempo para hacerlo) y, como no podía ser de otra manera, enseguida introdujo el tema de la "propuesta de matrimonio" que aquel idiota me hacía cada día desde aquella tarde de febrero en la cafetería.
Propuesta, que rechazaba cada día antes de salir de la cafetería como alma que se la lleva el diablo. Lo último que quería era darle la oportunidad de explicarse o intentar convencerme, realmente me daba bastante pereza y me hacía perder la poca paciencia que me quedaba a esas horas.
—No tiene que ser para tanto...
—¡Ese imbécil lleva un mes viniendo todos los días a la cafetería para pedirme matrimonio! —exclamé, atacando el cuarto bote de helado que me tomaba en todo el día— ¿¡Se espera que cambie de opinión porque sea insistente!? ¡Estoy a punto de pedir que me pongan una orden de alejamiento contra ese idiota!
—¿Y por qué no lo haces? —preguntó Laura.
—Porque no me sé sus datos, solo el nombre. ¿Tú sabes la cantidad de Axel que deben de vivir en la ciudad?
—Con pasta, pocos. ¿Sabes que me pagó con un billete de cien dólares el pedido de la otra vez? —le confesó Laura, a lo que la miré boquiabierta— Era la primera vez que veía uno en mi vida...
—¿¡QUIÉN ES ESTE TÍO!? —pregunté exaltada. Creo que acabaré volviéndome loca si sigo así— ¿¡QUÉ QUIERE DE MÍ!?
—Nada, solo que te cases con él —rio la que se hace llamar mi amiga.
Pero yo no le veía la gracia a esa situación.
Este chico estaba empezando a rozar el acoso, si es que no había empezado ya.
—Laura, para que me hagas estas bromas, te vas de mi casa —le dije, dejándole bien claro que no me había hecho gracia lo que acababa de decir.
Laura no tardó en disculparse y seguimos comiendo helado en el salón del apartamento como si nada.
Pero yo realmente estaba preocupada por todo aquel asunto de que ese chico me pidiera matrimonio todos los días, de lunes a sábado, del último mes. Alguna vez aquel chico había intentado cambiar el orden o había cambiado la forma de preguntármelo, pero seguía diciéndole que no.
Pero pronto me di cuenta de que no era de los que se rendía, y me lo demostró al ir todos los días a la cafetería cuando tenía un momento libre. Incluso iba únicamente por las tardes, aunque Laura le confesó que fue por el hecho de que una vez se presentó por la mañana y, al ver que no estaba, volvió por la tarde.
Algún día, terminaré matándolo. Definitivamente esto ya es acoso.
Laura se fue poco antes de la medianoche y empecé a recoger el apartamento, el cual estaba un poco desordenado por la fiesta de pijamas de la noche anterior, a ver si así cogía un poco de sueño y no iba con muchas ojeras al colegio al día siguiente.
Aun así, no me dormí hasta bien entrada la madrugada. De hecho, me dio la sensación de que la alarma había sonado segundos después de que cerrara los ojos, como casi todos los días.
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Un amor por casualidad
RomansÉl es la persona más despreocupada del mundo. Ella la que tiene demasiadas responsabilidades. ¿Qué pasaría si te dijeran que a veces las personas más diferentes entre sí también son las más compatibles entre ellas? Como hasta el más estúpido de los...