Estaba sentada en el sofá, mirando la televisión mientras Niebla estaba tumbada en mis rodillas y por la ventana se podía ver que ya estaba anocheciendo.
El verano había pasado demasiado rápido, dando lugar al otoño, y eso implicaba perder mi tiempo libre por las mañanas por el inicio del curso escolar. Además de que Axel empezó la residencia en el hospital, ya que mi suegro le había reservado plaza en cuanto sacó la máxima nota en el examen de la residencia. Examen que había hecho el día que nos conocimos.
Aunque, desde que ocurrió lo de mi operación, Laura se negaba a que fuera a trabajar hasta que estuviera completamente segura de que no hubiera ningún riesgo de que tuviera una recaída de mis migrañas. Las cuales, habían sido menos frecuentes desde entonces.
Pero estaba tan acostumbrada a trabajar todo el día que, en cuanto llegaba del colegio, me pasaba la tarde limpiando el apartamento o haciendo varios postres en la cocina hasta que anochecía. Me daba una ducha, me ponía un chándal y me sentaba en el sofá a ver la televisión mientras acariciaba a Niebla durante una hora antes de hacer la cena.
Nuestra cachorrita había crecido bastante en los cuatro meses que llevaba viviendo con nosotros, hasta el punto de que ya le habíamos cambiado tres veces el collar con la placa con su nombre, y le encantaba recibir caricias por mi parte. Aunque, cuando era la hora de salir a pasear, tenía cierta preferencia para salir con Axel. Quien llevaba trabajando más de veinticuatro horas seguidos, lo cual hacía que nuestra perra no dejara de soltar algún que otro quejido porque echaba de menos a mi chico.
—Quieres a papi, ¿verdad? —le pregunté a Niebla, haciendo que ella soltara otro quejido— Yo también lo echo de menos, campeona, pero de momento estamos tú y yo... ¿Salimos a dar una vuelta? Si papá viene, vendrá cansado.
Niebla pareció sonreír al escucharme decir lo de dar una vuelta, quien se levantó del sofá lo más rápido que pudo mientras me reía antes de levantarme del sofá y, después de ponerme una sudadera y ponerle la correa a Niebla, cogí las llaves del recibidor de la entrada para después salir del apartamento.
—Esa es mi chica —dije mientras bajábamos las escaleras.
Estuvimos dando un paseo por los alrededores del edificio en el que estaba nuestro apartamento, a la vez que no dejaba de mirar el móvil de vez en cuando para ver si tenía algún mensaje de Axel, avisándome que salía del hospital o algo. Una hora después, se hizo de noche casi por completo y decidí que ya era hora de volver a casa.
Sin embargo, cuando estaba llegando al portal de mi casa, escuché el tono de llamada de mi móvil. Lo saqué del bolsillo creyendo que sería Axel quien me estaría llamando en cuanto salió del hospital, pero me extrañé mucho al ver que se trataba de un número desconocido.
Al principio pensé en no coger la llamada, tenía la certeza de que se trataría de alguna compañía eléctrica haciéndome una propuesta o algo, pero la curiosidad me pudo más y descolgué la llamada.
—¿Diga? —pregunté, mientras ponía el altavoz en medio de la calle.
—¿Evelyn Lara? —preguntaron al otro lado del teléfono y no tardé en decir que era yo— Soy el inspector Jorge Fernández, el policía que lleva el caso de su hermana Sophie.
—¿El caso de Sophie? —preguntó confundida Evelyn— ¿Y el señor Jiménez?
—Se ha jubilado y he heredado el caso. Verá, quería informarle de que tenemos avances en el caso. El ADN que apareció en la prueba de violación de su hermana ha aparecido en la de otra víctima, a la que violaron con el mismo modus operandi que a su hermana.
Me quedé estática en medio de la calle mientras Niebla tiraba de la correa hasta que vio mi cambio de humor, acercándose hacia mí y jugando con mis piernas.
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Un amor por casualidad
RomantizmÉl es la persona más despreocupada del mundo. Ella la que tiene demasiadas responsabilidades. ¿Qué pasaría si te dijeran que a veces las personas más diferentes entre sí también son las más compatibles entre ellas? Como hasta el más estúpido de los...