Capítulo 26

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Mei Yoshida

Entro en la habitación balanceando el peso de las dos bolsas de comida entre mis brazos. Me sentía algo insegura sobre como actuar ahora con Dima. Ya no iba a casarse, lo que me dejaba sin una excusa para no estar juntos, claro si ignorábamos la más obvia de las razones. Hablé con Himari por la mañana para asegurarme de que todo había salido bien con la redada en china. Tal y como predije, nadie de la Triada lo vio venir, pero eso no evitó que hubiera varias bajas en ambas partes.

¿Me sentía culpable por haber usado a una de las agencias de la Interpol para vengarme por lo que le habían hecho a Dima? En absoluto y comenzaba a creer que algo no estaba del todo bien conmigo.

—Le pregunté al doctor que podía traerte de comer, ya que creí que tendrías hambre. —digo acomodando los envases de comida en la mesa de noche. Me sentía como una pequeña perra por seguir manteniendo esta mentira luego de haber dormido juntos, así que no me sentía lista para mirarlo y enfrentarme a lo que había hecho—. Lamento decirte que aún no puedes ingerir comida sólida, así que tendrás que conformarte con sopa. Te traje varios tipos, ya que no sabía de qué sabor te gustaría. Aunque si quieres comer otra cosa puedo consultar con el...

—Izumi. —detengo mi perorata al escuchar su voz—. Mírame.

Como la mujer obstinada que era, pienso en ignorar su orden, pero se vería demasiado raro si lo hiciera. Así que yendo en contra de mi instinto, que era correr en la dirección opuesta a toda la mierda en la que me había metido, lo miro.

No había nada nuevo en la forma en la que me miraba, quizás lo hacía de una manera más abierta, pero no era suficiente explicación para las náuseas que revolvieron mi estómago. El calor de su mirada recorriéndome solo eran un recordatorio de lo bien que me sentí al tenerlo dentro de mi, de lo que sus sucias palabras podían hacerme. Todo en él era un recordatorio de que no debería desearlo, pero a veces lo incorrecto se sentía tan jodidamente bien.

Tan rápido como esos pensamientos toman forma, la culpa me golpea con fuerza. Mis padres. La agencia. Todos habían puesto las esperanzas de terminar con la organización criminal más grande del mundo sobre mis hombros.

Aunque anoche, mientras lo montaba, sentí cualquier cosa menos culpa.

Suspiro para mis adentros. Sí, era una pequeña perra.

—Llamando a tierra. ¿Izumi? —Parpadeo varias veces para concentrarme en su voz—. ¿Estás bien?

—Sí. Lo siento, ¿dijiste algo?

Me mira en silencio por lo que parece ser una eternidad, casi podía escuchar los engranajes de su cabeza girando a toda velocidad tratando de averiguar por qué mi cambio tan repentino. Bueno, tenía una noticia para él, se encontraba frente a Mei, no a Izumi.

—Te estaba dando gracias por la comida.

—No fue nada. —Tomo asiento en el pequeño mueble al lado de la camilla y lo observo tomar uno de los envases de comida—. ¿Estás mejor hoy?

—Lo estoy.

—¿Tus puntos están bien? —pregunto observando el costado de cuerpo.

—Sí, lo están.

—Mmm —murmuro sin saber que más decir.

Algo que había disfrutado de ser Izumi es que los psicólogos de la agencia le dieron una personalidad fuerte, dura, dominante, y aunque era todo eso en el campo, fuera de el solo era Mei. Nada de perseguir delincuentes, interrogar prisioneros o preocuparme por los enemigos que me he hecho a lo largo del tiempo. Y en algún momento de la noche anterior, la fachada de Izumi cayó, estaba harta de no poder ser yo misma con él.

Fascinada por un mafioso © [Libro 4] | [Próximamente en Físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora