— ¡Manténganse en la fila en completo silencio y levanten los brazos para facilitar el trabajo! -ordenó un hombre con la reconocible armadura brillante y pesada de caballero, logrando, gracias a su imponente y autoritaria voz, que, en apenas unos segundos, las mujeres que se encontraban en su misma estancia perduraran inmóviles mientras que otros guardias, vestidos de una forma similar entre sí, cacheaban a todas y a cada una de las sirvientas, tocando sus cuerpos sin pudor, incluso a través de la ropa, en busca de aquello que, con tantas ansias, les habían exigido buscar.
El ambiente era tenso, lleno de suspense e intriga al no saber qué era exactamente lo que sucedía ni por qué estaban examinando tan meticulosamente todos los rincones de palacio. La curiosidad les comía por dentro, llevándoles a hacer tímidas preguntas que fueron rápidamente acalladas o, directamente, ignorada por los hombres. Sin embargo, una de ellas, la que destacaba por su piel de porcelana y el contraste claro-oscuro de su cabello y ojos, lo sabía perfectamente, sabía lo que buscaban, el por qué y que jamás lo encontrarían allí.
Y es que ella había hecho su mayor esfuerzo por pasar desapercibida para que nadie se percatara de que en el interior de la lujosa casa estaban pasando cosas raras hasta que los objetos robados comenzaron a ser inevitablemente evidentes, porque ella no era una ladrona, no sabía cómo eso se hacía, no lo había hecho nunca y era obvio que, tarde o temprano, algo así pasaría, solo quedándole la opción de disimular y de comportarse de forma obediente para no llamar la atención de ninguna forma, como el resto de sus compañeras, mordiéndose la lengua y aguantando sus intensas ganas de echarse a llorar, movida por la culpabilidad, y suplicar el perdón de sus actos.
En poco más de una hora, y con la llegada de un cuarto caballero que le comunicó a su superior que no habían encontrado nada de valor o algo que les sirviera como pista, dieron por concluido el intensivo registro del sótano de las sirvientas y se marcharon inmediatamente a su siguiente destino como si nada hubiera pasado, permitiendo que las doncellas continuaran con sus labores diarias en la más absoluta normalidad.
Arline, sin esperar más y deseando alejarse cuanto antes de aquellos armados hombres, puso rumbo hacia cocina para ayudar a limpiarla al fondo, tarea que no le pertenecía pero que había accedido a hacer a cambio de que no la molestaran más durante el resto de la jornada, teniendo que recorrer varios largos pasillos y subir algunas plantas para llegar a ella, pero sin poder evitar sumergirse en sus pensamientos en cuanto se hacía el mínimo silencio a su alrededor, en aquellas preocupaciones y ese miedo que le daba el ser atrapada y recibir el castigo pertinente tanto del conde como de su dueña, no estando segura de si podría resistir ambas torturas o de si moriría en el intento.
Su mente era un conjunto de malos sentimientos y desastrosas predicciones sobre su futuro que empeoraban cada vez más, formándose un nudo en su garganta y estómago que le impedían incluso respirar correctamente y notando su pulso acelerarse a una velocidad que cualquiera que pasara por su lado podría darse cuenta del intenso temblor en todo su cuerpo.
Fue entonces cuando, no queriendo ser el centro de atención, se centró en tranquilizarse, en respirar hondo las veces que le hiciera falta y en cerrar sus ojos y ralentizar su andada para así agarrar las fuerzas y la valentía que necesitaba, esforzándose al máximo, rezando para que alguna divinidad la ayudara y la sacara de allí ilesa, y yendo hasta lo más profundo de su mente para eliminar todo aquello que la ponía histérica, tan profundo que todo se tornó negro, tan profundo que no se percató de que, justo antes de girar una esquina, una mano proveniente de una habitación cercana salió por la puerta, agarró su antebrazo bruscamente y la metió rápidamente a la estancia, cerrando la puerta detrás de sí y girándose hacia la muchacha que, atónita, observaba los violentos e inesperados movimientos del bailarín.
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Entre tu lugar y el mío
RomanceUn inocente bailarín de palacio conoce a una joven invitada en una de sus fiestas. ¿Qué hay más allá de las paredes del castillo?, ¿cómo de fácil es enamorarse siendo un esclavo?