El dinero que envolvía a la muerte

1 0 0
                                    

Sus cuerpos, ocultos bajo la fina tela de la sábana, se movían de forma coordinada, de forma lenta pero placentera para ambos hasta el punto de sacarles constantes e incontables gemidos que quedaban atrapados en los labios del contrario, en aquellos besos que siempre iban dulcemente acompañados de caricias y toques por toda su piel que se encargaban de aprenderse cada milímetro, cada curva, cada lunar o cada imperfección que pudiera encontrarse en el otro, pero sin juzgar, sin malos comentarios ni sensaciones, solo miradas lagrimeantes llenas de felicidad y disfrute.

La puerta de la habitación fue abierta de golpe, permitiendo la entrada de un hombre, con cabellos marrones y ojos azules, que se tambaleaba mientras sostenía una botella de cristal en su mano izquierda, separando a ambos amantes que, sobresaltados, cubrieron su desnudez con la sábana y le observaron en un estado de vergüenza y confusión hasta que el caballero se percató de su presencia.

— Oh... parece que interrumpo algo... lo siento, me quedaré por aquí sentado sin molestar para esperar mi turno -comentó, sentándose en la única silla, hecha de mimbre, que había en el cuarto, girándola para estar frente a ellos e ignorando la perpleja mirada de los jóvenes al mismo tiempo que le daba otro sorbo a su botella, el último, el que le obligó a lanzarla por ahí sin importarle dónde o cómo caería- venga, no seáis tímidos, que yo también te dejaré mirar cuando me acueste con ella.

—¿Pero qué dices? -alertado por esa última frase, el bailarín se incorporó ligeramente para encararle, sin notar como, a sus espaldas, la mujer comenzaba a vestirse con prisas, con sus manos temblorosas y un notable sonrojo provocado por la bochornosa situación.

— ¿Qué pasa?, ¿acaso no es prostituta?, yo también quiero pasar un buen rato.

— Elvin, más te vale cerrar la boca ahora mismo.

— No seas egoísta, si ella está acostumbrada a acostarse con varios hombres en un mismo día, ¿cierto? -la señaló justo cuando ella ya estaba saliendo de la cama, algo despeinada y con el vestido bastante descolocado, pero dispuesta a irse y terminar con la gran incomodidad de sus palabras, que comenzaban a crearle un nudo en la garganta, sin embargo, y para su mala suerte, cuando ya estaba con un pie fuera de la estancia, la fuerte y gruesa mano del caballero agarró su antebrazo repentinamente, acercándola peligrosamente hacia él, hasta que solo unos centímetros separaban sus rostros, y respirando de forma agitada, ahogándola con el intenso olor a alcohol que salía por entre sus finos labios- vamos... ¿Cuánto dices que cobras?, seguro que puedo pagarte más que él...

— ¡Elvin, ya basta, suéltala! -el moreno, que hasta el momento se había mantenido paralizado observando la surrealista escena, fue hacia él, sin importarle estar desnudo, para protegerla, empujando a su compañero, sin demasiada dificultad debido a su estado, y liberando a la chica que rápidamente se alejó corriendo del lugar.

— Eres un aguafiestas, Diego -recriminó el contrario, que había chocado contra una pared cercana y ahora se encontraba sentado en el suelo, con las piernas tan débiles que apenas eran capaces de sostener su cuerpo, o así fue hasta que el mencionado, agarró el cuello de su camisa y lo levantó, estampándolo sin mucha fuerza contra el muro y mirándolo fijamente con un gesto de ira que nunca antes había visto en él y que jamás se hubiera podido imaginar.

— ¿¡Se puede saber qué te pasa!?

— ¿A mí?, nada, no me pasa nada, estoy perfectamente.

— ¿¡Te parece normal cómo la has tratado!?, ¡primero me dices que vaya a por ella, que la quiera y la cuide!, ¿¡y luego apareces llamándola fulana!?

— Yo no recuerdo haberte dicho todo eso...

— ¿¡Qué te ocurre, Elvin!?, ¡en los últimos días casi no has dormido aquí, y las pocas veces que te veo estás borracho, diciendo cosas sin sentido!, ¡realmente creía que eras un buen hombre, con las ideas claras...!, pero ya veo que eres como el resto de caballeros a los que no les importa más que ellos mismos y su...

Entre tu lugar y el míoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora