Farsa entre dos

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La doble puerta del extravagante y oculto lugar fue abierta de par en par, permitiendo que las dos personas que habían tras ellas entraran en el recibidor con un aspecto horrible y destrozado.

— ¡Mi señora, mi señora! -lloriqueaba una, llamando a la dueña del burdel que fue hacia allí rápidamente, alertada por el ruido, acompañada de unas cuantas chicas más.

— ¿¡Qué demonios ha pasado!? -se acercó a ella para socorrerla, indicándole a las otras mujeres que atendieran al hombre que estaba a su lado.

— Unos bandidos extranjeros, mi señora, me encontré con ellos y me atacaron sin piedad -fingía, logrando que sus ojos se aguaran para darle más realismo a la escena- me golpearon una y otra vez, pensé que moriría.

— Maldita sea, cada vez hay más forasteros que vienen sólo para robar... -mascullaba, dejándole el cuidado de la joven al resto de sus siervas para alejarse unos pasos y refunfuñar consigo misma, dando vueltas en círculos y sumergiéndose en sus pensamientos.

Las muchachas se dividieron en dos pequeños grupos, sentaron a Arline en una silla acolchada de color rojo y comenzaron a curarla, repitiendo este mismo proceso con el bailarín, atendiéndoles de la mejor forma que podían con los pocos recursos que tenían en el establecimiento.

— Gracias a Dios tuve la suerte de que justo en ese momento aquel caballero pasaba por ahí -le señaló con una tímida sonrisa, haciendo que todas giraran su vista hacia él mientras este las miraba con nerviosismo- y me salvó, mi señora, él me salvó, sin miedo a que le hicieran daño se peleó con ellos y consiguió echarles, salieron despavoridos.

— ¿Es todo eso verdad? -preguntó, dirigiéndose ahora al mencionado con notable desconfianza y una de sus grisáceas cejas alzadas.

— Ehhh... sí, fue eso lo que pasó... -mintió, siguiendo con el plan de la prostituta tal y como le había pedido minutos antes en el oscuro callejón.

— Vaya... si es verdad que es usted todo un caballero... -lo observó de arriba a abajo con gesto amenazante- ¿hay alguna forma en la que pueda agradecerle su heroica acción? -se acercó a él en cuanto sus esclavas terminaron de curarles y se apartaron, dejándoles a los tres a solas en la rojiza estancia.

— Bueno, si insiste... -hizo fuerza con la comisura de los labios, tratando de ocultar lo máximo posible la sonrisa que amenazaba con salir al ver el éxito que tenía el extraño, pero efectivo, plan- me gustaría tener un servicio gratis de esta señorita -la señaló.

— ¿Gratis? -su semblante mostraba un intenso desagrado ante la petición contraria.

— Si es posible, claro...

— Supongo que... -bufó, frustrada por la obligación moral que le forzaba a aceptar- ... supongo que puedo hacer una excepción debido a la circunstancias... pero no podrá estar mucho más de una hora con ella, así que sea rápido.

— De acuerdo, le aseguro que aprovecharé ese tiempo al máximo -se incorporó de su asiento, realizando una breve reverencia a la anciana que ya salía, con amargura, del lugar sin decir ni hacer nada más- bueno... -suspiró, sintiendo un gran alivio que aminoró el temblor de su cuerpo al ver que habían alcanzado su objetivo, y se giró hacia la otra persona, la bella mujer que aún se mantenía sentada, observándole expectante.

— ¿Quiere que vayamos a una habitación?

— La verdad es que prefiero ir fuera... este sitio...

— ¿Así que le gusta eso de correr peligro a ser descubiertos? -se puso en pie también, empezando a andar hacia el exterior con un carácter muy firme y educado.

Entre tu lugar y el míoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora