Preparativos finales

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Los días pasaban a una velocidad vertiginosa, acercándose cada vez más aquel momento, la noche elegida en la que ambos correrían hacia una nueva vida sin mirar atrás, agarrados de la mano y superando juntos cualquier obstáculo que se cruzara en su camino.

— De acuerdo... ¿entonces estás segura de que no quieres llevarte nada? -cuestionó, alzando su rostro rápidamente para comprobar esos ojos que tanto amaba y que transmitían una intensa seguridad, recibiendo, además, un leve sonido afirmativo de su garganta- si es así nos será más sencillo huir... -comentaba pensativo mientras fijaba en su mente todos los detalles del plan que ya habían acordado con anterioridad, pues apuntarlos en un papel era demasiado arriesgado, en todos esos anocheceres en los que el bailarín se escapaba sigilosamente para visitar la habitación de la castaña, que siempre le recibía con una cálida sonrisa, una sonrisa que tenía la fortuna de contemplar hasta que el sol comenzaba a salir por las montañas, haciéndoles recordar aquellas primeras escapadas donde apenas eran conocidos.

— Es que no quiero llevarme nada que me recuerde a todo esto... realmente quiero empezar de nuevo, aprovechar la oportunidad y olvidarme de mi pasado, aunque sea difícil, pero... sí que voy a llevarme algo -ante la atenta y curiosa mirada del hombre, Arline metió dos de sus dedos en el discreto escote del uniforme de sirvientas, sacando, sin necesidad de hurgar demasiado, una fina tela de encaje blanquecina, la cual, sin poder evitar observar con lástima, fue mostrada al contrario, que fuera de resolver su incertidumbre, agarró la cinta con sumo cuidado para analizarla de cerca- solo esto...

— ¿Qué es?

— Es lo que fui a buscar al despacho de Victoria, es la liga de mi madre, se pone alrededor del muslo, ella lo utiliza como una especie de "marca" que tenemos sus esclavas, todas llevamos eso y... es lo único que quedó de mi madre después de que muriera...

— Vaya... no me había fijado en ese detalle... pero ahora que lo dices es cierto que siempre la llevas puesta...

— Claro -rió, enternecida por su inocencia, al mismo tiempo que levantaba la oscura falda hasta la parte superior de su pierna, dejando a la vista, sin pudor alguno, la liga que rodeaba y apretaba su piel, de un grosor similar pero de un color más rojizo y con otro tipo de relieve.

El moreno, que había visualizado con atención e interés cada movimiento que esta realizaba, se quedó impresionado, tanto por esa nueva información que desconocía, como por lo hermoso y coqueto que un accesorio tan discreto podía hacer a su muslo.

— ¿Y por qué no te la has quitado en todo este tiempo?

— Ya sabes que mi dueña se ha estado colando en palacio, y si por casualidad me viera sin ella...

— Entiendo... bueno, te queda bien.

— Estoy segura de que a ti te quedaría mejor.

— Ah, ¿sí?, ¿quieres que me la pruebe? -el tono de sus voces comenzaron a convertirse en seductores susurros, generando, en cuestión de segundos, un ambiente muy íntimo con una pizca de erotismo que les volvía locos, una pizca que les fue suficiente incentivo como para abalanzarse el uno sobre el otro hasta que la espalda del chico chocó contra el incómodo colchón, sin embargo, poco le importaba ese detalle cuando la joven empezó un lento y tortuoso camino de besos que iba desde su mandíbula hasta sus clavículas, deteniéndose ahí unos instantes y volviendo a subir, repitiendo este mismo recorrido en varias ocasiones en las que conseguía, sin apenas esfuerzo, estimular todas las células de su cuerpo y causarles bajos pero numerosos jadeos con solo pensar en cómo derivaría esa agradable situación.

— Prefiero quedármela yo... así puedo provocarte cuando quiera... -subió sus rojizos labios hacia su oreja para hablar sin elevar el tono de voz y aprovechar la nueva posición para dejar una indolora mordida en su lóbulo que fue seguida por una incipiente fricción entre ambas entrepiernas, aún cubiertas por las telas de sus ropajes.

— Me parece... me parece una muy buena idea... -su mente estaba nublada, solo siendo capaz de sentir y disfrutar cada delicado toque que le era entregado, dedicándose al completo, y sin ningún tipo de temor o nervios, a aquella mujer que ya había comenzado a despojarle de sus ropas- me gusta como piensas...

— Shhh... si sigues así nos escuchará la chiquilla del cuarto de al lado...

— ¿Te... te refieres a la chica pelirroja?, hay... hay rumores de que está medio sorda... no creo... no creo que... -su oración se vio bruscamente cortada cuando los placenteros movimientos de la sirvienta se detuvieron de golpe, justo cuando ya estaba por quitarse ella también el vestido, obligándole a hacer un contacto visual en el que Diego descubrió sin dificultad cómo el gesto de su cara, antes sonrojado y con una sonrisa pícara, se había transformado al completo en uno mucho más serio e incluso preocupado- ¿todo bien, Arline? -apoyó su gruesa mano sobre el pálido rostro, inquieto por su repentino cambio de humor, no obstante, aquel dulce contacto no duró demasiado cuando la castaña se apartó de encima suyo y se sentó en la orilla de la cama, mirando al suelo con temor y abrazándose a sí misma- ¿Arline? -ante la falta de una respuesta, el bailarín se colocó a su lado, en una posición parecida, rodeando con su brazo los hombros de la mujer, que enseguida se sintió cobijada y algo más calmada, y dándole numerosas caricias sin ninguna intención más allá de reconfortarla.

— Es que... debo contarte algo...

— Claro, dime.

— Yo... cuando volví allí... fui atrapada por una compañera...

— ¿Cómo?

— Estaba buscando la liga de mi madre y me vio, no sé exactamente cómo...

— ¿Y qué te pasó?, ¿te hizo algo?, ¿estás bien?

— Sí, sí, es solo que... ella sabía que íbamos a escapar porque hace casi un año, justo antes de enterarse de que estaba embarazada, estuvo a punto de hacer lo mismo con un noble...

— Y, por lo que veo, no salió bien, ¿... verdad?

— No, la dejó plantada, y encima la denunció a Victoria, que la tuvo castigada varias semanas y la obligó a tener al bebé del traidor para aprovecharse también de él cuando naciera.

— Vaya... tuvo que ser muy duro...

— Sí... por eso mismo me pidió acompañarnos.

— ¿Qué?

— No tiene a dónde ir, Diego, está desesperada,  se puso a llorar y a suplicarme de rodillas...

— ¿Le dijiste que sí?

— ... -miró su gesto con miedo antes de contestar, sin poder descifrar si este expresaba confusión o una enorme ira y decepción hacia ella por su unilateral decisión que podría ponerles en un grave peligro- no tenía opción, no quiero que ese niño inocente salga condenado a una vida horrible como la nuestra...

— ¿Eres consciente de que, siendo tres, y con una embrazada, las probabilidades de fallar aumentan?

— Sí...

— Y de que, con ella a tu lado, te será imposible olvidarte del pasado...

— Lo sé...

— ¿Lo sabes?

— ... Sí...

— Entonces supongo que has tomado la mejor decisión.

— ¿Qué?, ¿en serio?

— Sí, entiendo perfectamente tu preocupación y estoy de acuerdo con salvar, al menos, a ese bebé que viene en camino.

— ... -le miraba perpleja, sintiéndose aliviada pero completamente sobrecogida por la inesperada y comprensiva reacción que este tuvo ante sus acciones.

— Arline, sabes que te quiero, ¿no?, y que mi objetivo ahora mismo es estar a tu lado hasta el día de mi muerte, ¿no?, entonces no tengo ningún problema con que ella nos acompañe, colaboraré con quien haga falta con tal de conseguir esa vida junto a ti -la castaña alzó su mirada hacia los oscuros iris contrarios, que le observaban con un brillo tan lleno de amor y sinceridad que le era imposible de describir, no pudiendo reaccionar de otra forma que expulsando finas lágrimas por sus ojos, unas lágrimas que siempre habían sido reprimidas pero que ahora podía mostrar sin cobardía- te amo... vamos a conseguirlo, estoy seguro, veremos la luz más allá de la frontera y seremos felices por primera vez... juntos...

Entre tu lugar y el míoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora