El sol empezó a deslumbrar las ya transitadas calles del pueblo, dando comienzo a un nuevo día y a la continua pesadilla en la que vivían todas aquellas esclavas del burdel.
Se preparaba, con un falso gesto de indiferencia y serenidad, frente al tocador que ya era prácticamente suyo, pues nadie más lo usaba, tratando de ocultar, con más maquillaje de lo normal, las ojeras que su escapada nocturna le provocó, la misma que hacía que llegara a altas horas de la noche a su camastro y que, para cuando quería conciliar el sueño, ya debía levantarse, sin embargo, era la primera vez en toda su vida que sentía que tenía algo por lo que luchar, algo por lo que seguir adelante, algo por lo que no mandarlo todo a la basura y acabar, incluso, con su propia vida, tenía un lejano brillo de esperanza.
Cuando ya se vio preparada en el reflejo, con sus labios y sombra de ojos tan oscuras como siempre que resaltaban su pálida piel, se incorporó del viejo taburete y comenzó a andar por todo el lugar en dirección al despacho de su dueña, Victoria, para comunicarle que ya estaba lista para la primera de muchas citas que tendría ese día.
Se cruzó con varias de sus compañeras, ignorando su presencia, como siempre hacían, y dándose cuenta de que, a pesar de vivir juntas desde hace tantos años, apenas se sabía el nombre de dos o tres, pues siempre estaban ocupadas y los pocos ratos que tenían libre los aprovechaban para descansar y evadirse del hoyo tan profundo en el que estaban sumidas el cual, eran conscientes, no podrían salir jamás.
Con sus blanquecinos nudillos se dispuso a golpear suavemente la madera de la puerta, no recibiendo ninguna contestación desde el interior incluso cuando insistió varias veces más.
— ¿Señora? -llamó extrañada, pero de nuevo no escuchó ni un solo ruido, ni un solo murmullo, ni una sola indicación que le señalara que alguien estuviera ahí dentro.
— No está -una voz femenina, algo más contundente y madura que la suya, resonó a sus espaldas, asustándola por su inesperada aparición y dejando que se girara hacia ella mientras esperaba apoyada contra una de las paredes del pasillo con ambos brazos cruzados sobre su abultado estómago- se ha ido a arreglar unos asuntos -informó sin darle demasiada importancia, colocando sus cabellos rizados pelirrojos y manteniendo aquella penetrante y azulada mirada que se intensificaba por la sombra rojiza que había a su alrededor, al igual que sus labios color mate, que entraba en perfecta sintonía con su acaramelada piel en la que asomaban algunas tímidas pecas.
— Ah... entonces...
— No habrá citas por el momento, hasta que vuelva, claro -se miró las uñas, pudiendo notar, a pesar de no estarle prestando casi atención, la alegre sonrisa que se había formado en el rostro de la joven y que insistía en salir por más que intentara ocultarla tras el dorso de su mano- vuelve a tu cuarto, estarás cansada...
— Sí, gracias por avisarme -siguiendo lo que esta le había aconsejado, volvió tras sus pasos y puso rumbo hacia su dormitorio cuando fue frenada repentinamente por la mayor, que la agarró bruscamente de la muñeca y la estampó contra la pared, lanzándole una mirada desafiante que era imposible de evadir debido a los pocos centímetros que separaban sus caras.
— ¿Dónde estuviste anoche?
— ¿Yo?
— No te hagas la tonta, sé perfectamente que saliste.
— Eso... eso no es verdad... -hablaba en susurros, creando, al mismo tiempo, un ambiente muy tenso y lleno de nerviosismo por parte de la castaña que miraba con miedo a la otra mujer mientras seguía siendo apresada con agresividad.
— ¿Te crees que soy estúpida? -su ceño se arrugó aún más, mostrando unas incipientes arrugas que con el pasar de los años se harían mucho más notorias- ¿¡dónde estabas!?
ESTÁS LEYENDO
Entre tu lugar y el mío
RomanceUn inocente bailarín de palacio conoce a una joven invitada en una de sus fiestas. ¿Qué hay más allá de las paredes del castillo?, ¿cómo de fácil es enamorarse siendo un esclavo?