La doncella que tocó el cielo

3 0 0
                                    

Ya con la unilateral, e incluso egoísta, decisión en su mente, las piernas del bailarín comenzaron a correr hacia el cuerpo de su amada sin esperar ni un segundo más, como aquella vez que fue con ansias para presentarse a ella después de una larga y estresante fiesta, encontrándola medio agachada, observando con detenimiento y meticulosidad la parte baja de la muralla, y frenando justo detrás suya para, sin siquiera decir nada o darle un mínimo tiempo de reacción, agarrarla entre sus entumecidos brazos al estilo nupcial y alejarla de la pared unos cuantos pasos, los suficientes como para tener una buena perspectiva sin ser vistos aún por los guardias, que ya comenzaban a percibirles entre las sombras.

— ¿Diego... ? -cuestionó confusa, viendo en él una expresión de seguridad que se marcaba por su ceño fruncido y su agitado pecho, y que lejos de transmitirle tranquilidad le generaba escalofríos, queriendo saber el por qué de sus repentinas acciones, el por qué, después de haber estado totalmente inmóvil durante tanto rato sin ayudarla a buscar algún hueco en el muro, ahora la alejaba de allí sin avisos ni explicaciones. Pero el chico no le contestó, se mantuvo en silencio mientras miraba la pared con atención, como si estuviera hipnotizado. Esta era relativamente alta pero, si calculaba bien su fuerza y trayectoria, no tendría por qué haber problemas, rezaba para que no los hubiera- ... Diego, ¿qué está pasando?, ¿qué haces?

— Arline, yo... -le miró a los ojos, notando cómo se rompía por dentro pero tratando de ocultarlo, pues quería ver sin obstáculos el angelical rostro de la muchacha una última vez, una última vez antes de despedirse, antes de decir adiós a toda la vida que habían planeado, antes de que todo acabara para él y su existencia se convirtiera en un mero recuerdo fácil de olvidar- lo siento... te quiero tanto... no me odies, ¿de acuerdo?, te amo muchísimo, Arline, has sido la mujer de mi vida, nunca dudes eso... -murmuraba entre lágrimas, sin poder esconder ya su voz rota y el agitado temblor de su cuerpo, recibiendo un gesto incrédulo, pero horrorizado al mismo tiempo, de la chica, quien ya comenzaba a hacerse una idea de sus intenciones pero se negaba a creer que realmente aquel fuera su plan.

— Bájame ahora mismo...

— No...

— Diego, bájame y vamos a intentarlo una última vez, estoy segura de que hay algún agujero en el muro por el que podamos sal...

— Ya no hay tiempo, Arline...

— ¡Claro que sí!

— ... Te amo, no lo olvides... no me olvides... -sin esperar ni una respuesta de los temblorosos labios de la mujer, Diego echó a correr hacia el muro con toda su energía, la única que le quedaba después de todo el fatídico trayecto en el que ambos se habían sumergido, sabiendo lo que tenía que hacer, cómo y cuándo debería hacerlo, sabiendo que eso significaría un punto y final a toda su historia, pero sabiendo que era la única forma de que su corazón descansara tranquilo.

— ¡No, Diego, bájame, por favor! -su pulso se aceleraba y su piel empalidecía al ver cómo la pared estaba cada vez más cerca de ellos, al ver cómo la decisión que el bailarín había tomado iba a hacerse realidad sin siquiera ella poder hacer algo para impedirlo, al ver cómo le perdía, cómo dejaba de notar su calor,  cómo sus brazos comenzaban a tensarse y hacerse más fuertes para extenderse hacia arriba hasta que su cuerpo se sintió liviano, hasta que perdió el contacto con su cuerpo, hasta que empezó a ascender velozmente en una línea diagonal directa hacia la parte donde la muralla terminaba.

El aire gélido golpeaba su cara con total violencia, sacándole numerosas lágrimas que se camuflaban con aquellas que ella misma expulsaba al verle en tierra, solo, vulnerable y cada vez más lejos.

A pesar de la velocidad, y de que su momento en el aire fueron apenas milésimas de segundos, ambos sintieron que el tiempo comenzó a pasar de una forma extremadamente lenta, de una forma extremadamente tortuosa, como si algún dios hubiera querido que se despidieran con arrepentimiento y miedo, sin poder ya dar marcha atrás.

Entre tu lugar y el míoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora