DOS NIÑAS DE UNA MISMA MADRE
Numerosos y diminutos pasos resonaban por todas las paredes y estancias del burdel, correteando de aquí para allá sin descanso y siendo acompañados del sonido de unas fines e infantiles risas que contrastaban al completo con los quejidos de fatiga y preocupación que las seguían, corriendo con intención de atrapar a la revoltosa infante.
— No, Arline, no vayas para allá, por favor... -decía algo angustiada, extendiendo los brazos una vez más en dirección a la pequeña que tan cerca parecía pero que, por alguna razón, se había vuelto inalcanzable desde que escapó de la habitación donde ambas estaban descansando y comenzó a recorrer cada pasillo del burdel a modo de juego, sin ser realmente consciente de las consecuencias que eso podría traerle a ambas- vuelve aquí, por favor...
La mencionada giró su rostro con diversión hacia la muchacha pelirroja de 14 años que ya sudaba tras varios largos y tortuosos minutos de carreras que solo a ella le estaban resultando entretenidas. Sin embargo, este alegre despiste de la castaña, de continuar corriendo sin mirar al frente, ocasionó un repentino e inevitable choque contra la acolchada falda de una de las señoritas que allí ejercían, cayendo de espaldas al suelo casi de inmediato antes de que Lora pudiera siquiera advertirla.
— ¿Se puedes saber qué haces aquí? -dijo la mujer con frialdad, viendo cómo la niña alzaba su mirada con algo de temor hasta que su expresión cambió radicalmente a una de alivio y felicidad al descubrir el rostro de su madre.
— ¡Mamá! -se incorporó de golpe con un precioso brillo en sus oscuros ojos, dando pequeños saltitos mientras llevaba sus extremidades hacia la cadera de la mayor para pedir, de forma indirecta y tierna, que la abrazara y la alzase entre sus brazos.
Lora se acercó segundos después, teniendo que apoyarse en una de las paredes cercanas con agotamiento y posar sus manos sobre sus rodillas al sentir sus piernas temblar y su corazón latir sin control.
— Lo siento, Lilian... he intentado retenerla pero... -su voz se veía entrecortada por la agitada respiración que movía su pecho se arriba a abajo con brusquedad y le robaba el aliento- es demasiado escurridiza...
— ¿Cuántas veces voy a tener que repetírtelo, sanguijuela? -la mujer dobló su cintura en un afán por acercarse a su hija, mostrando sin vergüenza un gesto distante y antipático que le robó la inocente sonrisa a la menor en cuestión de segundos y la sustituyó por una palpable confusión y lástima- a ver si te queda claro de una maldita vez que esta zona está prohibida para crías insufribles como tú.
— Pero... -jugando con sus pequeñas y suaves manos, entrelazando sus dedos entre sí con nerviosismo, dio unos pasos hacia delante para estar todavía más cerca de su madre sin importarle el desprecio que esta le demostraba una y otra vez- yo solo quería verte, mamá...
— Pues yo no, y no vuelvas a llamarme así, ¿de acuerdo?, yo no soy tu "mamá", soy tu madre -se incorporó al completo y se cruzó de brazos sin cambiar su dura expresión a pesar de las lágrimas que comenzaban a asomar por los ojos de la pequeña, no estando dispuesta a cambiar su forma de pensar ni sus palabras por mucho berrinche o pataleta que ella tuviera- fuera de mi vista.
— Pero, mamá...
— ¡Fuera de mi vista, desgracia! -gritó finalmente sin poder contener más su frustración, haciendo eco por todo el lugar y asustando a la niña que, aterrada y temblorosa por lo que pudiera hacerle, retrocedió unos cuantos pasos sin apartar aún su llorosa mirada de ella- ¡no quiero verte más, fuera! -sintiéndose espantada por sus repentinos y fuertes chillidos, Arline no tuvo otra opción que salir corriendo del pasillo con algo de torpeza y desaparecer de su vista tras una esquina entre sonoros y desconsolados sollozos que le romperían el corazón a cualquiera que la oyese, a cualquiera, incluso a la madre que de forma tan insensible la había tratado y que ahora se encontraba en la misma postura, con la cabeza alta y los brazos cruzados, pero con un agobiante nudo en su garganta que ya le había sacado unas cuantas lágrimas que recorrían sus mejillas y arrasaba con todo el maquillaje que se interponía en sus irregulares caminos.
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Entre tu lugar y el mío
RomanceUn inocente bailarín de palacio conoce a una joven invitada en una de sus fiestas. ¿Qué hay más allá de las paredes del castillo?, ¿cómo de fácil es enamorarse siendo un esclavo?