Capitulo 16

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Tras la cena, las mujeres se retiraron al gabinete y dejaron a los hombres en el comedor para que pudieran fumarse un puro con tranquilidad. Lady Paddington empezó a contar la enrevesada historia de la contratación de una criada, durante la cual la señora Clark aclaraba constantemente los puntos que consideraba más sobresalientes. Lali se sentía demasiado confusa para prestar atención a su parloteo. En todos sus años de vida, jamás se había visto tan afectada por la mera presencia de alguien, pero Peter Lanzani conseguía descolocarla por completo. Podía sentirlo cuando estaba en la sala, era consciente de que sus ojos la miraban sin parar, tanto si lo miraba ella como si no. Lo peor era que también era consciente de la presencia de su hermosa prometida y, por los comentarios de aquella noche, le había quedado claro que la suya sería la boda de la década.

Se mareaba sólo de pensarlo.

Bastaba con que Peter sonriera y se le fruncieran los rabillos de los ojos para que a ella le diera un vuelco el corazón. Qué boba era; no, imbécil la definiría mejor. Peter Lanzani estaba tan lejos de ella como se podía estar y, aun así, allí estaba ella, soñando con él. ¡Sentada al lado de su prometida, por el amor de Dios!

Desalentada, echó un vistazo alrededor. Las mujeres escuchaban a lady Paddington, salvo lady Nina, que sonrió, nerviosa, cuando Lali la sorprendió mirándolas fijamente a Rocío y a ella.

Cuando al fin los hombres volvieron a reunirse con ellas, su angustia aumentó considerablemente. Lord Westfall se dirigió de inmediato al círculo de mujeres y se sentó al lado de Rocío, con lo que la pobre chica se puso de todos los colores. El duque se acercó parsimonioso y se instaló junto a lady Nina, justo enfrente de Lali, claro. Como si fuera consciente del efecto que aquello le producía, le dedicó una sonrisa indolente.

A modo de represalia por el modo en que aquella sonrisa le afectaba, ella entabló conversación con lord Westfall, sin apenas darse cuenta de que su amiga se hundía en su asiento. Durante el resto de la insufrible velada, Lali logró evitar hablar con el duque. Para animar a Rocío, procuró incluirla en su charla con lord Westfall acerca de las carreras de caballos de Ascot. Descubrió que, aunque era un poco dandi, el caballero era muy ingenioso y bien parecido. Cuando ella confesó que sólo había estado en Hyde Park dos veces, la complació sinceramente que él le propusiera dar una vuelta en coche por el parque al día siguiente.

Mientras lord Westfall planificaba su excursión, Lali se dio cuenta de que el duque la observaba. Al haber sufrido durante un buen rato el desconcertante escrutinio de lady Whitcomb y lady Nina, la alivió inmensamente que ambas decidieran retirarse. También Peter se levantó y se dispuso a acompañarlas. En tanto el trío se despedía de todos los presentes, Lali no dejó de mirarse el regazo. Cuando al fin las invitadas se encaminaron a la puerta del gabinete, no pudo evitar clavar su vista en él por última vez. Aunque estaba hablando con Pablo, la miraba directamente. Al verla sonrojarse, esbozó una sonrisa, luego se fue con las señoras.

Una vez se hubo ido, Lali se desinfló, libre al fin de la tensión.

—Siéntese aquí a hablar conmigo, condesa —le dijo lady Paddington desde su sillón. «Dios, más conversación, no», pensó, pero no le quedó más remedio que hacer lo que le pedían. En cuanto se instaló en el escabel, lady Paddington se inclinó de inmediato hacia adelante.

—Hacen muy buena pareja, ¿verdad? —Sonriente, miró a lord Westfall y Rocío, aún sentados en el sofá.

—Ciertamente, señora.

—Debería invitar a la señorita Pritchit a que la acompañe mañana en su pequeño paseo por el parque. A mi querido David le encantaría. Claro que me da la impresión de que mi sobrino disfruta de la compañía de la señorita, pero creo que ella se sentiría incómoda si va usted —le susurró.

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