Capitulo 25

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Eufórica y locamente enamorada, Lali entró en el oscuro vestíbulo y, con sigilo, cerró la puerta de la calle. Jamás, en toda su vida, se había sentido tan maravillosamente plena. Ni siquiera había imaginado la magia de ser amada por Peter; el delicioso recuerdo de lo que había habido entre ellos aún le producía cierto cosquilleo en todo el cuerpo. Mientras se quitaba la capa, se pasó la prenda por la cara y recordó la sensación de las manos de él en su piel.

—¿Te ha gustado la ópera?

Sobresaltada, se volvió de pronto y se le cayó la capa. Gastón estaba de pie junto a la armadura, en la penumbra.

—¡Me has asustado! —Lali sonrió y se agachó para recogerla.

Gastón no le devolvió la sonrisa.

—Bergen ha estado aquí, esperándote, hasta que ha quedado claro que no ibas a pasar por casa después de la ópera. ¿Adónde has ido? —preguntó, tranquilo.

—A... una reunión en Harrison Green's —mintió, luego preguntó precipitadamente—: ¿Dónde está Bartolomé?

Gastón se mostró cuando menos receloso.

—En la cama. Estaba muy cansado de tanto parlotear sobre las quinientas mil libras al año que por lo visto gana el duque.

—Ah —dijo ella con voz dulce.

—Cuando has salido de aquí esta noche, me ha dado la impresión de que no te interesaba su compañía. De hecho, he pensado que te repelía.

—Supongo que la velada ha sido mejor de lo que yo pensaba —murmuró ella—. Lo he pasado estupendamente, Gastón —confesó, consciente de que sonreía demasiado.

—Entiendo —replicó él y, por un instante, Lali temió que así fuera. El joven no dijo nada, se limitó a mirarla. A escudriñarla.

Incómoda, ella se volvió a colgar con cuidado la capa de una percha de la pared. Su hermano suspiró hastiado.

—Lali, ¿sabes lo que estás haciendo?

Ella rió nerviosa y se volvió a mirarlo.

—¿Lo que estoy haciendo?

—Máximo es un buen hombre. Le importas de verdad.

—Cielo santo, Gastón, ¿de qué estás hablando?

Este salió de la penumbra.

—Quiero verte feliz. Máximo es un buen hombre. Te tratará mejor que los otros.

Aquel repentino e inusual apoyo de Máximo hizo que los pensamientos de Lali, que aún se recuperaba de su increíble experiencia, dieran más vueltas que una peonza.

—¿Hablamos del mismo Máximo? —preguntó ella, incrédula—. ¿Del conde Máximo Bergen, de Baviera? ¿De ese al que tú odias?

—He cambiado de opinión.

—Pues yo no —dijo ella con sequedad, y se dirigió a la escalera.

Gastón alargó la mano de pronto y le agarró la muñeca con fuerza cuando intentaba pasar.

—Va a casarse con Nina Reese, Lali. Nada va a cambiar eso. Nada. ¡No conseguirás más que hacerte daño con esta tontería!

Pasmada, Lali se zafó de su hermano.

—¡Supones demasiadas cosas, Gastón! ¿Ya has olvidado que fuiste tú quien propuso aquella apuesta tan ridícula? De no ser por eso, yo no habría salido con él esta noche, y ahora no me culparías por disfrutarlo.

Gastón meneó la cabeza, como rechazando su reproche.

—¡Escúchame! Bartolomé ha agotado nuestros fondos. Regresamos a Rosewood dentro de quince días. Si no aceptas la proposición de Bergen, ¡puede que no tengas otra! Al menos sabes que él te respetará y que con él vivirás rodeada de comodidades.

Todo o nada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora