Durante el resto de la tarde, Peter meditó sobre los deseos de su madre, pero terminó descartándolos por sentimentales. No podía traicionar a Nina. No, el deber y la responsabilidad lo obligaban a seguir adelante con el compromiso. Ella lo merecía y la aristocracia londinense lo esperaba. El era un noble influyente, y debía considerar las repercusiones de sus actos en más de un sentido.Llegó a casa de su prometida a las nueve, tras haberle enviado una nota para pedirle que asistiese con él al baile de Fremont. La sonrisa esperanzada de ella se desvaneció cuando Peter entró en el gabinete. No era de extrañar; el caro diseño de su ropa de fiesta no le disimulaba las ojeras ni los ojos hinchados. Sabía que tenía un aspecto horrible, pero le daba igual.
—¿Te apetece una copa? —le preguntó ella con cautela, procurando no parecer horrorizada.
—Creo que no —respondió él, y se le revolvió el estómago sólo de pensarlo. Ella le hizo una seña para que se sentara y se instaló, nerviosa, al borde de una silla, evitando con esmero la mirada de él.
—Te ofendo —observó él, indiferente.
—Nunca —exclamó ella, espantada.
—Por Dios, Nina, admítelo —la instó él, hastiado.
—Bueno..., admito que no entiendo —confesó ella en voz baja, bajando la mirada al regazo.
—¿El qué, el que ahogue mis penas en alcohol o el que hoy esté pagando las consecuencias? —inquirió él, apático.
—No entiendo qué te ha movido a hacerlo dos noches seguidas —murmuró ella.
—Tres —la corrigió él—. Los hombres bebemos a veces. No es necesario tener un motivo. Se hace, sin más. —Nina asintió con la mirada aún baja—. ¿Prefieres que me vaya?
—¡No, no! Creo que deberíamos ir al baile, ¿no te parece?
Aquella respuesta tan entusiasta se le hizo extraña.
—¿Deberíamos?
Ella sonrió un poco, repasando angustiada con sus delicadas manos una costura del vestido.
—La gente me pregunta por ti. Creo que es mejor que... que se nos vea juntos en público. Ya sabes, para evitar los chismorreos —propuso, tranquila—. Papá dice que debemos permanecer todos unidos si queremos que tus reformas salgan adelante.
Ah, sí, un sutil recordatorio de Whitcomb sobre la todopoderosa importancia de las apariencias. No iba a discutir ese punto... por lo general estaba de acuerdo. Los chismorreos se hacían cruentos cuando un miembro concreto de la aristocracia inglesa no hacía lo que se esperaba de él. Por lo que a él respectaba, al infierno con la aristocracia inglesa, pero tenía que pensar en Nina.
—Entonces, iremos. Tú mantenme alejado del whisky, ¿de acuerdo?
Ella lo miró muy seria.
—Lo intentaré —dijo en voz baja.
La agobiante multitud del baile de Fremont era suficiente para enfermar a un hombre; Peter se sentía completamente asqueado. Había bailado dos veces, las dos le habían agudizado el enorme dolor de cabeza. Por una vez, agradeció la intervención de David. Su relación había sido muy tensa desde aquel día en el parque, pero su primo parecía haberlo olvidado. Prestaba una atención fuera de lo corriente a Nina. Ya había bailado dos veces con ella, e incluso la había llevado a pasear por los jardines. Sin embargo, por el bien del decoro, ni siquiera él podía prolongar la ausencia de Nina. Ya la tenía a su lado, y le reventaban las sienes. No circulaba el aire en el salón de baile, y Peter se tiraba impaciente del cuello de seda blanca.
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Todo o nada
ФанфикAlgo inesperado tocó por la espalda Tengo todo, pero si te elijo me quedo con ¿nada?