Capitulo 33

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Cuando Lali y su amiga agotaron las reservas de cerveza de los Darfield, dos cocheros y Withers la acompañaron a casa.

A la mañana siguiente, su dolor de cabeza era demasiado intenso como para responder a las decenas de preguntas que la señora Peterman le planteaba. Apenas sabía lo que estaba haciendo mientras realizaba sus tareas. Si no volvía a ver una pinta de cerveza en su vida, tampoco la echaría de menos.

Incapaz de soportar las miradas de desaprobación del ama de llaves, terminó saliendo a dar de comer a Lucy pero hasta la cerda parecía mirarla inquisitivamente.

—Eh, tú, ¡Lucy! —masculló Lali.

La inundaba el malestar tanto físico como emocional. En sus escasos momentos de lucidez, el recuerdo de la repentina aparición de Peter la dejaba desconcertada y exhausta. No podía pensar. No quería pensar. Dejó caer el comedero de Lucy y empezó a caminar sin rumbo fijo. Hacia un lugar lejos de la humanidad entera. Un lugar en el que no tuviese que pensar.

Sin darse cuenta de lo mucho que se había alejado, se tropezó con el campo de calabazas y gimió. Qué casualidad que hubiese terminado en el mismo sitio en que había comenzado su pequeña epopeya. Se arrastró hasta un árbol y se apoyó en él, para ver desde allí el campo en barbecho.

Ese año no habría calabazas. A Máximo no le gustaban sus trueques; igual que Gastón, no lo consideraba muy propio de una condesa. Le había otorgado a Rosewood un fondo fiduciario para que nunca más fuese necesario comerciar. Un fondo tan grande que le concedía voz y voto en la propiedad. Suspirando hondo, se deslizó por el tronco del árbol y se quedó sentada con las piernas pegadas debajo. Sus intenciones eran buenas, pero a ella le había molestado que, nada más llegar a Rosewood, Máximo ya hubiera exigido un cambio, con la excusa de que, como iba a casarse con ella, podía hacerlo. Lali no se lo había discutido; estaba demasiado cansada. Peter la había privado de toda voluntad. Peter.

Le vino a la cabeza un triste recuerdo, y volvió la mejilla hacia la corteza suave del árbol. Con los ojos cerrados, podía ver todos los rasgos de su hermoso rostro masculino. Por más que había intentado quitárselo de la cabeza desde que se habían ido de Londres, Peter siempre había estado con ella. Se le hacía horroroso que, mientras Máximo le hablaba de matrimonio, de niños y de Bergenschloss, ella podía estar sentada tranquilamente, fingiendo que escuchaba y pensando en Peter todo el tiempo, anhelándolo. Hasta que el día anterior, había aparecido de la nada y le había dicho las palabras que ella estaba deseando oír.

Lali hizo una mueca al sentir el dolor de sus palabras por enésima vez. Si no llega a ser por Máximo, probablemente le hubiese suplicado a él que la alejara de todo. ¡Como si pudiese escapar! Ya hablaban de ella en Londres. El día de su partida había ido a visitar a Rocío para despedirse, pero la horrenda lady Pritchit no le había permitido ver a su hija. Lali se había quedado tan pasmada que se había limitado a dar media vuelta y marcharse. Su gloriosa noche de ópera era la causa de todo, eso lo sabía bien. ¿Por qué no le habría insistido en que fuese a buscar a lady Paddington? ¿Por qué no habría insistido en que la llevara a casa? ¿Por qué, ay, por qué... por qué no...?

A lo hecho, pecho. Lali estaba enferma de culpa. Se había ido y ya no le quedaba más remedio que volver a Baviera. La sola idea de marcharse le destrozaba el corazón, aunque sólo fuese por medio año. Los niños también la necesitaban. Pero, lo que era más, ¿cómo iba a sobrevivir ella sin él?

Se recolocó, la imagen de Peter viva en su cabeza. Realmente era magnífico, pensó. Repasó mentalmente sus hombros, la línea interminable de sus piernas musculosas, su sonrisa arrogante. Sus conmovedoras palabras le resonaban una y otra vez en la cabeza, el tacto de sus labios en los de ella le parecía tan real que no estaba del todo segura de que no lo fuese. Disfrutó de aquella ensoñación apoyada en el árbol, una ensoñación en la que se colaba de vez en cuando la dura realidad de su deber para con Rosewood y Máximo. Torturada por la intensidad de los sentimientos que Peter le inspiraba, Lali empezó a sentirse enferma. Pasaron varias horas hasta que reunió el valor necesario para volver a casa.

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