Lali no pudo dormir después de aquel beso temerario. Por la mañana despertó albergando sentimientos nuevos para ella, y pensamientos contradictorios sobre Peter. Lo único que impidió que se volviese loca de atar fue la llegada de dos cartas de Rosewood. Davis se las entregó en cuanto terminó de desayunar. Con un grito de deleite, Lali se encerró en el comedor para leerlas.
La señora Peterman, en su carta semanal, la informaba orgullosa de una asombrosa cosecha de tomates, que el fastidioso Thadeus se esforzaba por cambiar en su farmacia. La segunda carta la llenó de alegría. Con su destartalada caligrafía infantil, Alaí le relataba, entre montones de admiraciones, la noticia de que Ramsey Baines le había sonreído después de misa. Tras una exposición larga y poco concisa de tan trascendental acontecimiento, le contaba que Leo y Estefano estaban reparando otra valla, y que Mateo quería un libro de poesía si había dinero para semejante extravagancia. Cristobal se había hecho un gorro de pirata con uno de los viejos sombreros de Lali y no habían conseguido convencerlo de que se lo quitase, ni siquiera cuando la señora Peterman lo había amenazado con cortarle la cabeza. Luz, bendita fuera, echaba tanto de menos a Gastón que lo había convertido en invitado de honor de todos sus tés imaginarios, que organizaba al menos un par de veces al día.
Los ojos se le llenaron de lágrimas. Echaba muchísimo de menos a los niños, pero Bartolomé había pospuesto una semana más la promesa de viajar a Rosewood. Cuando la joven había protestado, él le había puesto el grito en el cielo, le había dicho que la culpa era de ella y que, en cuanto se decidiese por una de las dos buenas proposiciones de matrimonio que le habían hecho, podría volver a Rosewood.
Si aquella iba a ser la condición, quizá jamás regresara a Rosewood. De pronto recordó que Máximo había reiterado su propuesta hacía dos noches y que había asegurado que estaba dispuesto a esperar la respuesta de ella el tiempo que fuese necesario. En cierto sentido, resultaba conmovedor; de hecho, casi parecía esperanzado, como si de algún modo creyera que ella podía llegar a amarlo. En otro lugar y en otro momento, quizá habría considerado su oferta. Quizá. Pero, en aquellas circunstancias y precisamente en aquel momento, lo único en lo que podía pensar era en Peter, y el corazón se le retorcía de forma inexplicable en el pecho.
Suspiró hondo y miró el reloj. Aún había tiempo para contestar la carta de Alaí antes de que llegara lord Westfall. Más valía que se distrajera con algo si no quería que la desesperación se la tragara entera.
Peter galopó hasta un lago en medio de Hyde Park y detuvo en seco a la yegua tirando de las riendas. Retirándose el sombrero de la frente, miró el agua, ceñudo, mientras el caballo saciaba su sed. La conducta de Nina aquella mañana aún lo tenía perplejo. Se había ofrecido a llevarla al parque como ella le había pedido la noche anterior, pero ella lo había mirado de una manera extraña y le había preguntado, con aquella voz dulce que la caracterizaba, si no tenía un compromiso previo. Cuando él le había contestado que su cita se había anulado, Nina se lo había quedado mirando un buen rato y después, muy educadamente, había rechazado la invitación alegando un dolor de cabeza.
No le dolía la cabeza. Más bien la perturbaba extraordinariamente su invitación, eso había quedado claro. Ella había entendido su gesto de reconciliación como algo de lo más abominable. A él le había molestado tanto que había decidido irse solo al parque, algo, reflexionó, tan inusual como aburrido. Y no era porque no tuviese una montaña de trabajo esperándolo, ni un discurso que preparar para la Cámara de los Lores. Daría media vuelta, decidió, y regresaría a casa.
No quería pensar por qué, exactamente, había ido hasta allí. Tampoco se atrevía a pensar en el beso de la noche anterior. ¿Cómo se le había ocurrido? Maldito imbécil.
Hizo dar la vuelta al caballo y emprendió el camino, sin dejar de pensar en la reticencia de Nina. Seguramente el nuevo brazalete le haría olvidar lo que la afligía. Mientras lo rumiaba, tomó la curva del sendero principal justo cuando acababa de tomarla el faetón de David. Su primo no lo vio. Iba demasiado absorto en su conversación con Lali.
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Todo o nada
FanfictionAlgo inesperado tocó por la espalda Tengo todo, pero si te elijo me quedo con ¿nada?