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-Wanda-

Camino por los pasillos del hospital en mi hora laboral, mirando unos cuantos expedientes en la tableta de mi mano antes de llegar al patio de hospital para ir al área en las que se encontraba mi oficina, a la cual estaba por entrar si una discusión no hubiera llamado mi atención, mirando a la distancia a mi hija escuchando lo que le decía una Mia furiosa que hacían que los ojos de mi hija se llenaran de lágrimas mientras con su voz temblorosa intentaba decirle algunas cosas para que la rubia más alta se relajara un poco.

Discusión que hubiera ignorado si no hubiera visto lo que pasó justo frente a mis ojos.

¡Hey Mía no!, ¿Qué te pasa? -detuve su mano cuando esta la alzó.

Mirándola llena de furia al ver que le había puesto una mano encima a mi hija frente a mi.

Viendo como bajaba su mano arrepentida dándome una mirada de arrepentimiento.

Mi amor lo siento mucho, no era mi intención perder el control. -se disculpó con Chiara.

La cual dio un paso atrás aun con su mano sobre su mejilla mirando a Mia con dolor.

Hablamos en la casa cuando estés más tranquila. -susurro mi hija apartando la mirada.

Haciendo suspirar a la rubia que asintió arrepentida metiendo sus manos a los bolsillos.

Te veré en la casa chaparra, te amo. -se marchó la rubia con la mirada triste.

¿Estás bien? -gire a ver a mi hija que asintió sin verme.

Acercándome a ella para tomar su rostro entre mis manos para ver mejor su tristeza.

No estás bien mi pequeña, ven... vamos a mi oficina, te curaré esta fea herida de tu mejilla. -limpie la sangre de su herida que había hecho el anillo de Mia en su piel.

Tomándola por los hombros para llevarla dentro del edificio sin que nadie la viera.

Sentándola en el sofá mientras iba por algunos implementos para curar la herida de su rostro, curando su herida mientras ella permanecía en silencio con la mirada baja y cientos de lágrimas bajando por sus sonrojadas mejillas. Terminando de curar su herida para tirar todos los implementos antes de sentarme a su lado en el sofá, atrayendo su pequeño cuerpo a mis brazos donde la abrace con fuerza acariciando su cabello mientras ella lloraba en silencio contra mi hombro aferrando su delgada mano a mi bata con fuerza.

Este momento me hizo recordar cuando mi niña era más pequeña y me esperaba en casa tras un largo día en el hospital para abrazarme repitiendo que todo estaría bien.

Ahora yo debía de ser la persona que le asegurara que todo estaría bien tras este mal día.

¿Quieres hablar de lo que pasó? -limpie las lágrimas de su pequeña nariz bonita.

De todos mis hijos ella era la única que había heredado la bonita nariz que tenía mi esposa.

La mejor amiga de Mia murió en la madrugada por una sobredosis, murió sola sin que nadie estuviera a su lado ahogándose con su propio vómito por que no le dijo a nadie que estaba mal. Mia estaba destrozada y esa era nuestra discusión, mi esposa se sentía culpable de lo que le pasó a su amiga. - susurro Chiara entre mis brazos.

¿Entonces Mia jamás te ha puesto una mano encima? -acaricie la gasa en su mejilla.

Mia jamás haría eso. -soltó una baja risa triste.

Sentándose en el sofá para quedar a mi lado girando a verme mientras limpiaba su nariz.

Mi esposa sería incapaz de ponerme una mano encima, yo soy su pequeño tesoro, el amor de su vida, su bote salvavidas cuando se está ahogando y su linterna cuando siente que todo a su alrededor se pone oscuro. Para mi esposa yo soy lo mejor que le ha pasado en la vida al igual que nuestras hijas y ellas son lo mismo para mi. -susurro con una gran sonrisa.

𝐌𝐨𝐫𝐚𝐥 𝐨𝐟 𝐭𝐡𝐞 𝐒𝐭𝐨𝐫𝐲 ( 𝐆!𝐏)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora