-Diana-
Cuando sufres de una enfermedad que sabes que poco a poco te irá deteriorando, en algún momento de tu vida tras muchas citas médicas y varias cuentas regresivas en una cama fría de un quirófano, sabes que algún día la muerte llegará hasta ti para darte un beso del que tu esposa jamás se podrá poner celosa por que ese solo sera tu pase para tomar su mano e irte con ella a un lugar diferentes; un pase que espere durante toda mi juventud desde que las palabras Síndrome de von hippel lindau salió de los labios de mi primer doctor mientras mi novia de aquel momento sujetaba mi mano antes de abandonarme esa misma tarde por no desear quedarse a cuidar a una mujer que tarde o temprano moriría sin la posibilidad de darle aquella familia que durante mucho tiempo le prometió entre sus planes a futuro.
Dejándome en una completa depresión en la que solo solía concentrarme en mi trabajo.
Una depresión de la que solo logre salir cuando un trío de pares de esmeraldas llegaron a mi vida como un regalo del destino, volviendo a creer por completo en el amor cuando a pesar de saber que no tendríamos una vida eterna en la unidad de nuestro amor, aquella mujer de castaños cabellos sujeto mi mano para jamás volverla a soltar en los buenos como en todos nuestros malos momentos, cuando a pesar de las pocas posibilidades de los doctores con que yo podría ser madre lo pude ser de aquellos dos pequeños que se venían en el paquete de su madre y se volvieron mi vida entera desde el primer mamá que salió de sus labios para ir directo a mi corazón haciéndolo explotar de completa emoción.
Desde ese momento supe que lo mucho o poco tiempo que me quedaba de vida lo debía disfrutar con ellos a mi lado sin importar las miles de imposiciones que la vida me pusiera.
Sin embargo a pesar de lo tanto que viví y disfrute al lado de las personas que pude llamar familia con mucho cariño, yo sabía que tarde o temprano aquella deidad llegaría a pararse frente a mi para estirar su mano y llevarme al fin con ella sin poder burlara de nuevo como lo había hecho algunos años atrás cuando sentía que no había motivo para vivir.
Al fin había encontrado ese motivo para abrir los ojos y mirar la luz del sol una mañana más.
Y me dolía el hecho de que en tal vez unas horas ya no tendría la oportunidad de hacerlo.
Uno sabe cuando la llama de la vida se está apagando y ese momento fue esta mañana.
La misma mañana en donde acaricio cada espacio del cuerpo de mi esposa del que tanto he vivido enamorada deseando que todos aquellos rincones se guarden en mi memoria, dando besos delicados mientras le digo palabras bonitas y le repito lo tanto que la amo de una forma que se que jamás será suficiente para cubrir mi ausencia, fingiendo normalidad mientras la escucho reír a mi oído con dulzura sabiendo que tal vez estas serán las últimas risas que escuche de su parte, disfrutando mi último momento a su lado a pesar de sentir que cada respiración que doy es como completo fuego asfixiante para mis pulmones.
En estos momentos nada me importaba con tal de disfrutar mis últimos momentos con ella.
Debo de ir a trabajar amor. -se rio levantándose de la cama.
No, no vayas hoy al trabajo, quédate en casa conmigo y los niños. -tire de su brazos.
Haciendo que su risa aumentara cuando cayó en la cama de nuevo entre mis brazos.
Amor. -susurro acariciando mis mejillas con cariño.
Por favor, se que a Lena no le molestara que te quedes un día en casa si la llamo en este mismo instante justificando tu falta. -escondí mi cara contra su cuello aspirando su aroma.
Se que a Lena no le importaría porque ella te aprecia mucho como para decir que no con una llamada, pero eso sería aprovecharme de nuestra amistad y no deseo hacer eso, aparte a Chiara no le gusta faltar a la escuela. -dejo un par de caricias en mi cabello.

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𝐌𝐨𝐫𝐚𝐥 𝐨𝐟 𝐭𝐡𝐞 𝐒𝐭𝐨𝐫𝐲 ( 𝐆!𝐏)
ФанфикWanda Maximoff era una chica que venía de un mundo totalmente diferente donde ella no era la propietaria de sus propias decisiones, Natasha Romanoff era todo lo contrario a la castaña enrgandose de enseñarle que el mundo que conocía era totalmente d...