mirror ー p. chanyeol

thirty seven

Habían pasado días, o quizás semanas las cuales todo se sentía como una nube, y en la cuál no sabía si estaba en un sueño o si estaba completamente despierta. Solo tenía recuerdos un poco vivos de cómo los demás en mi alrededor intentaban hacerme sentir bien, o mal. Dependía del día.

Mis opciones estaban limitadas entre una habitación del hospital, mi habitación en casa de mis padres o la oficina del doctor Yu. Quién semanalmente se encargaba de sacarme de mis casillas, o encajarme dentro de estas. Baekhyun, por su parte, no había momento en el cuál no venía a verme y asegurarse de que todo este bien, a pesar de que yo lo ignoraba completamente y no quería dirigirle la palabra.

—Y... ¿Como estas? —El doctor Yu me preguntó, su sonrisa solo me hacía saber que hoy quería discutir. Le había dicho en par de ocasiones (quizás unas dos veces la semana pasada) que odiaba esa pregunta.

—Mal. —Le respondí—. Estuviera bien si no te estuviera viendo al rostro.

—¿Me veo feo hoy? —Preguntó, poniendo las manos en sus mejillas, lo cuál me hizo rodar los ojos—, ¿Te sientes mareada?

Su pregunta fue en relación a los medicamentos. Había bajado mi dosis ayer para ver si habían unos cambios en mi, los cuales habían empeorado mi estado de humor o los síntomas que estaba sintiendo.

—No. —Le respondí, aunque en realidad si sentía mareos de vez en cuando. Deje salir aire y apreté mis labios—. Un poco.

—Aguántalo. —Fue lo único que dijo mientras miraba su tabla—. ¿Qué hablamos la última vez? —Me quedé mirándolo en silencio—, Antes de que amenazaras con matarme.

—No amenace con matarte. —Negué con la cabeza, aunque en realidad no estaba segura—. ¿Amenace con matarte?

—Dije que no te daría de alta hasta que no vea algún progreso y tu dijiste que vería el progreso una vez me cortes la garganta. —Dijo leyendo sus notas, subiendo un poco sus cejas—. ¿No te suena familiar?

Mis mejillas se coloraron inmediatamente avergonzada. —Lo siento.

—No es nada. —Respondió—. Si te hace sentir mejor, no eres la única que me amenaza.

—¿Tus otros pacientes te amenazan?

—He tenido varios que me han golpeado.

—Quizás lo merecías.

—Es posible. —Asintió—. ¿Por qué deberías matarme?

—Por mantenerme drogada todo el día. —Le respondí, y luego respire profundo. Dándome cuenta que aquel pensamiento no fue único de mi cabeza.

—¿Recuerdas el día que te deje ir sin ninguna medicación que no sea los anticoagulantes? —Preguntó curioso, yo me quedé en silencio—, No duraste más de 12 horas en volver, Sora.

—Ese día...

—Y yo sabía que ibas a volver. —Me respondió, relajando sus hombros mientras se recostaba de su sillón—. Sabía que ibas a tener una crisis tarde o temprano. Pero algo en mi me dijo que te diera el beneficio de la duda.

—Y que bien que no te funcionó, ¿No? —Le pregunté, entonces el se encogió de hombros.

—No es que me guste verte así. —Dijo, haciendo una mueca—. Pero, no es como que tengamos opción.

—No tengo otra opción. —Le respondí, empezando a sentir el coraje calentar mis venas—. Mi novio murió y como no lo acepto, estoy loca.

—Oh, entonces... ¿Podemos estar de acuerdo en una cosa? —Preguntó, intentando actuar sorprendido—, ¿Estamos de acuerdo de que murió?