Cap 21: Trapitos al sol

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Shely

El día estuvo interminable para mí, y así lo prefería, a pesar que eso implicara sumergirme en los pensamientos que consumen la mente. No quería salir del cuarto. No tenía ganas de hacer nada más que estar tirada sobre la cama observando fijamente el techo blanco. Por más que intenté dormir no lo logré. No podía. Y el motivo es sencillo:

Emer estaba en la sala del apartamento.

Ese pedazo de erizo rosa.

¿Cómo es tan terco?

Pensé que se iría en cuánto se quedara solo toda la tarde, pero no, ahí estaba. Como un estúpido esperando por mí. Lo que más me molesta es el hecho de no estar molesta realmente. Porque todo sentimiento malo  respecto a él desapareció casi por completo apenas lo ví rogarme que lo escuchara, con esos ojos esmeraldas tan profundos, los nervios que lo hacen parecer tonto, esa ropa del demonio que se ajusta a sus músculos, y la bendita sonrisa vergonzosa...

Quiero y deseo molestarme y odiarlo...pero simplemente no puedo. No sé porque, me cuesta mentirle en la cara y decir que ya no quiero continuar...lo que sea que teníamos antes.

Y no niego el alivio que sentí al escuchar el relato de su historia, de lo que pasó esa noche. Aún estoy disgustada, pero no voy a negar que tenerlo cerca me causa muchas cosas que quisiera tener guardadas muy a fondo.

Erizo tonto y cretino.

Miré la hora en el comunicador de mi muñeca, ya estaba anocheciendo. Emer continuaba esperando por mí en la sala, podía sentir su presencia. ¿Debería ir con él? Acompañarlo a una reunión con sus amigos y familia significaría que todos iban a enterarse de lo nuestro, y no es que me importe mucho...pero no quiero complacerlo tanto después de lo que hizo.

O tal vez debería desquitarme con él delante los demás.

–Venganza –Sonreí con malicia. No es que quisiera hacerle algún daño, pero si castigarlo un poquito. Sería...algo justo y necesario– bien.

Me levanté de la cama a empujones, aún me costaba caminar con el yeso en el tobillo, es un fastidio. Fuí al baño y luego de ducharme estuve entre la duda de cómo vestirme para salir con él. No es que fuera nada muy importante, a decir verdad solo iría a su casa. Pero una leve intuición me decía que debía arreglarme presentable.

Solté un montón de aire por la nariz. Un vestido suelto y sencillo estaría bien. Algo de perfume, las púas recogidas y listo.

Cuándo salí de la habitación me encontré con Emer, estaba recostado sobre el sofá en una posición para nada cómoda. Durmiendo.

Lo peor es que dormido se veía mucho más atractivo.

–Ya deja de pensar en eso –me regañé. No había tiempo para estupideces– ¡Rose!

El rosado se levantó de un salto del sofá y ante un mal movimiento se apoyo del brazo en la orilla del sofá, por lo cuál fué a parar al suelo boca arriba. Escuché el golpe seco en su cabeza y casi sonrio. Ahí tirado estaba muy chistoso.

–Auh –se quejó sobandose entre las púas con la mano– no era necesario que... –pero dejó de hablar, al verme (no necesariamente la cara) sentí que me devoraba con la mirada de pies a cabeza, sin ningún tipo de escrúpulo, como si yo fuera un cofre abierto lleno de oro.

Las mejillas se me calentaron de repente. Él solo continuaba embobado mirándome. Y quisiera decir que estaba incómoda, pero no, todo lo contrario.

–Puedo ir a cambiarme, si creés que es mucho.

En tu mirada rubí Donde viven las historias. Descúbrelo ahora