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Díaz

La espera en el aeropuerto de San Juan se siente eterna. Juan, Felipe y Pablo, los compañeros de equipo de Tooru, me hacen compañía. Me siento cómoda con ellos pero, también incómoda, es extraño de explicar... siento que su mundo no lo entiendo del todo aún.

—Probablemente, si Toto se entera que dije esto me mata —comentó Felipe—, pero, siempre sonríe o esta emocionado cuando se ven.

—También cuando le respondés —añade Juan—, medio lolero lechoso queda el pibe, pobre —se burló.

—Dejen de descansarlo loco, la idea era dejarlo bien parado no como un virgen lechoso, imbéciles. No les hagas caso, __(tn). Se emociona porque le gustas, no lo que este simio de cuarta dijo —señaló a Juan.

—Si tanto me quiere me hubiera escuchado.

—No dijimos que fuera inteligente, osea, al pibe le faltan unos cuantos jugadores, pero no dijimos que él fuera una luz, dije que es lechoso.

—¡Juan, cortala! —lo golpeó Pablo. Este se rió.

—Es inteligente cuando quiere. Por ejemplo, cuando dijo que no sabía donde quedaba tal hotel y en realidad era para que lo acompañes y te saque charla —Felipe agregó más calmado, dejándolo bien parado ahora.

Pablo asiente, su expresión es una mezcla de diversión y simpatía.

—Sí, nos tiene a todos con los huevos por el piso con sus historias de como hizo para conquistarte.

—Lo importante acá, es que hiciste que el Oikawa sea más buenito, antes era medio raro... ahora como que... no sé —Juan miró a sus amigos buscando ayuda.

No puedo evitar sonreír ante sus comentarios.

—Espero que no me estén pintando una cosa que no es, porque me lo están requete vendiendo, y me gusta —respondo.

—Al contrario —dice Felipe—, es lindo verlo tan... humano. Siempre está muy concentrado en el voley. Hasta tal punto de ser enfermo.

—Enfermo mental es.

—¡Juan, la cortas! ¿O te hago pasar vergüenza acá en frente de todos?

—¡No, no Feli! Pará amigo, era un chistecito, una jodita... ya la corto.

—Felipe cuando quiere es un hijo de puta, te hace pasar las peores vergüenzas de tu vida —explica Pablo en voz baja—. Con eso lo estamos teniendo cortito a Juan —se rié.

La conversación fluye con facilidad, y por un momento, los nervios y ansiedad que tenía desaparecen pero de a ratos volvía en mi cabeza.
Incluso mientras reímos, mi corazón late con fuerza, imaginando el momento en que Tooru aparezca.

Y entonces, como si mis pensamientos lo hubieran invocado, lo veo. Tooru Oikawa, el muy hijo de re mil re puta, aparece entre la gente, su pelo castaño y su sonrisa inconfundible. Mi corazón se detiene por un instante, y, él corre hacia mí.

Me levanta del suelo en un abrazo que me hace olvidar todo el dolor y la confusión. Cuando mis pies tocan el piso de nuevo, Tooru agarra mi cara entre sus manos.

—Te amo —dice, y cada palabra suya entra en mi alma.—Soy un idiota, pero tú eres tan importante para mí como el voleibol, quizás incluso más, y eso me aterra. Pero si se trata de vos, estoy dispuesto a aceptarlo. Y además, perdón por dejar que me invadan los sentimientos, te juro que tan solo pensar que el molesto cuervo te quitaba de mis brazos, que me traicionen ambos fue... demasiado. Me sentí ahogado, abrumado, fue mucho. Nunca... yo nunca... quise dijerte. Lamento haber actuado como un ¿wachin? —negó— como un tarado. Perdón. Perdón. Rodrigo me contó sobre lo de Sofía...

Escucho su confesión, y siento cómo las lágrimas brotan de mis ojos.

—Quiero seguir escuchando tu acento argentino, que sigas presumiendo de tu país y burlándote de mí. Quiero seguir escuchando mi nombre en tu boca y que lo pronuncies mal. Quiero que sigamos teniendo batallas para ver quién gana. Quiero seguir cocinándote. Acompañarte a tu facultad. Que me veas entrenar. Que sigamos yendo a esa cafetería. Quiero llevarte a Japón, que conozcas a mi familia, a mi molesto sobrino y sobre todo a mi mejor amigo. Quiero que seas mi novia.

En ese momento, en ese preciso momento, todo lo que pasó antes se desvanece al escuchar esas últimas palabras.

—Sos un tarado por hacer tal escándalo y no dejarme hablar —le digo entre lágrimas, y una sonrisa que se me dificulta formar ya que sus manos me aprietan ambos lados de mi cara—pero te amo de igual forma. Sí, quiero ser tu novia.

Toto sonríe, y en su sonrisa encuentro paz. Siento que me está haciendo una promesa de algo nuevo... una promesa que me gusta. También siento que quiso imitar la escena del aeropuerto de la película que vimos hace mucho tiempo, aprovechó el momento de eso estoy segura.

Lo beso y el corresponde sin despegar sus manos de mi cara y lo siento sonreír. Me abraza ahora con fuerza.

—¡Vivan los novios! —grita uno de sus amigos.

—Ahora sí es mi novia —responde Toto a mis espaldas, sin romper el abrazo y con su cabeza apoyada en mi hombro.

Sí. Sí soy esa...

•••
¡hola y adiós!

Argentoto || Oikawa Tooru Y Tú Donde viven las historias. Descúbrelo ahora