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Díaz

El timbre sonó y ambos nos miramos: El camión de la mudanza había llegado.

—¿Lista?

—Tengo cero fuerza pero confío en usted, señor jugador —me burlé.

Mostró su brazo con una sonrisa arrogante.

—Dejá todo en mis manos.

Revoleé mis ojos divertida. Que tipo más boludo, en el buen sentido, obvio.

—¿Las escaleras o el ascensor?

—Los chabones creo que van a subir las cosas pesadas por el ascensor así que... tendríamos que usar las escaleras.

—Dale, igual si podemos y hay espacio subimos con ellos.

—¿Qué? ¿No me digas que un jugador de voley el cual, supongo, tiene preparación física no puede con unas escaleras? —me burlé.

Hizo una mueca.

—¡N-no, no! Jamás, yo...¡yo decía por vos! Para que no te canses y eso —me dirigió una mirada coqueta. Como si tratara de encubrirse.

—Bueno, bien pero mal que no sepas mentir Toto —reí mientras bajabamos—. Ah, ¿te diste cuenta que tú nombre es bien de cheto insportable?

—¿Cómo? ¿Tooru? ¿Existe acá?

—No, digo el apodo, es lo mismo... Toto. Bien de rugbier cheto y pesado, ¿viste esos que son infumables? Bueno esos.

—Aaah, no sabía... ¿Hay algún apodo para un jugador de voley? —lo miré. Que ternurita... su carita estaba algo preocupada, tenía sus cejas apenas fruncidas y sus labios ligeramente apretados. ¡Ternuritaa!

—Pero eso no aplica a vos obvio. Aparte acá en Argentina hay un famoso que se llama Toto.

—¡¿Toto?! ¡¿Ya soy famoso?! ¡Oikawa Tooru, el famoso Toto!

Reí negando.

—No pelotudo, Toto Ferro. No vos —volví a reír. Éste dejó su emoción de lado y sonrió nervioso rascando su nuca.

—A-ah... ups —sacó la lengua guiñando su ojo.

—Eso vi que hacen mucho.

—¿Qué cosa?

—Eso, de rascarse la nuca —lo señalé.

—Las costumbres nunca se van~

(...)

—¿Siempre viviste acá?

Lo miré. Ambos estábamos en unos pequeños sillones que habían traído y a nuestro alrededor estaban todas las cajas y muebles sin ordenar. Mañana voy a tener un pesado día.

—¿En Argentina?

—Me refiero acá, en... ¿Caba? ¿Buenos Aires...? ¿La plata...? ¡Agh, muchos nombres! —pasó sus manos por su cara frustrado.

Reí corta.

—No. Yo soy del conurbano como dirían los de acá. O bueno, era.

—Porteña es, ¿no? Los de acá digo.

Asentí y sonrió feliz sabiendo que le atinó.

—¿Vos que onda? ¿Por qué viniste acá de todos los países que podrías haber elegido?

Volví a meter una cucharada de helado a mi boca.

—Por un jugador que vi de chico... me fascinó muchísimo, quedé encantado y en mi país pasaron cosas y decidí venir acá, a jugar en el club de San Juan.

—Fuaa, re cheto que hayas venido porque te inspiró un jugador.

Asintió.

—Y cuando vine acá me enamoré literalmente de su país. Tienen todo y de todo, es hermoso. ¡Los alfajores! Son buenísimos, no se como pude vivir sin ellos antes, me hice adicto ahora... ¡Como con el asado y las empanadas! No puede ser que hagan todo tan rico.

Reí.

—¿Probaste el dulce de leche, no?

Asintió frenético.

—¡¡Esa es la cosa más riquísima de todo el mundo!! ¡Le mandé a mi familia y les encantó! Quiero que todo el mundo lo pruebe.

Volví a reír enternecida por su emoción.

—Cuando quieras te puedo invitar un asado o lo que quieras. Te puedo hacer una chocotorta, es el mejor postre que puedas probar.

—¿En serio? Te tomo la palabra eh, no me falles.

Negué y estiré mi meñique.

—Te lo juro por la garrita.

—¿Qué es eso?

—Es una promesa... más fuerte por asi decirlo —sonrió y agarró mi meñique con el suyo—. Listo, vos decime fecha y hora y me tenés —solté con doble sentido esperando que la caze.

—Eso me encantaría —respondió mirándome fijo y con un tono de voz que hizo derreterime por dentro—. También te puedo tomar de guía... ¿No? Vine una sola vez acá pero no pude ver nada y vi muchas fotos en internet y ¡dios! Que maravilla.

<<De guía y de lo que quieras. Te puedo guiar a mi cama si querés>>

—Sí, si. Obvio, ya te dije contá conmigo para lo que quieras, yo con gusto lo hago.

—Entonces voy a aceptar tu propuesta —se reincorporó en la sillón, volviendo a comer del helado.

•••
¡hola y adios!

Argentoto || Oikawa Tooru Y Tú Donde viven las historias. Descúbrelo ahora