Extra (CAPÍTULO 9)

59 11 70
                                    


Javier

Mi papá no se creía la noticia, ni siquiera yo lo hacía como iba a esperar que él reaccionara. Si así iba a ser cada vez que me dijera que estaba embarazada, iba a darme un infarto un día de estos.

Mi corazón latía como loco, y mi estómago se revolvía. Llenó de nervios, ansiedad, alegría, ilusión... Con ella no sabía exactamente como sentirme. Me hacía experimentar cosas que en mi vida me imagine y cada vez lo hacía con más fuerza.

—¿Ya fueron a revisarte?— preguntó con entusiasmo mi padre una vez que se soltaron del abrazo, ella negó —¿Y cuándo van a ir?—

—Solo necesitamos hacer la cita— aseguró mirándome.

Romina también estaba feliz, pero sabía que debíamos explicarle muchas cosas, e incluirla en todo el sentido que conllevaba esto. Había escuchado de los celos entre hermanos y lo que menos quería, era eso.

Tenía en cuenta que podría haber peleas y riñas entre ellos, pero el hecho de que llegaran a odiarse por no sentirse parte de; eso lo íbamos a evitar a toda costa.

—¿Dónde está el bebé?— preguntó con curiosidad

—Aquí, mi niña— Laura puso la mano en su vientre y Romina hizo lo mismo tratando de sentir algo. 

Su expresión nos hizo reír —¿Se puede eso? ¿Te lo comiste?—

—No, mariposa— respondí —Los bebes no se comen, solo a besos— me acerqué a su mejilla y ella rio por las cosquillas.

—No se siente nada, y no veo nada—

—Está adentro, por eso no lo ves. Y mientras más pase el tiempo, mi pancita va a ir creciendo, al igual que tu hermano— comentó Laura.

—O hermana—

—Y todavía no sientes nada, porque es de este tamaño— mi esposa cerró los dedos para mostrar un pequeño espacio —Y cuando sea más grande, incluso vas a poder sentir como se mueve—

Seguro tenía mil preguntas más, pero no las hizo en ese momento. No se separaba de Laura y tocaba cada poco tiempo su vientre, quizás para ver si podía sentirlo.

Estábamos en casa desde las 6 de la tarde. En todo ese tiempo, mi esposa había estado acostada en el sofá, con su cabeza recargada en mis piernas y Romina acostada a su lado, buscando el abrazo de su mamá.

Mi colibrí buscaba mi mirada y con ello, sabía que estaba pensando lo mismo que yo con respecto a nuestra hija. Y había veces en las que ella podía ser tan expresiva como Laura, pero también tan cerrada como yo.

Cuando la lleve a acostar, me pidió que me acostara a un lado de ella. Esto lo pedía cuando estaba triste o tenía un mal día, así que no se lo negué.

Casi se subió encima de mí y me abrazó por el cuello.

—¿Qué pasa, mi mariposa?—

—¿Y si dejan de quererme?— su pregunta me rompió el corazón —No quiero dejar de ser tu mariposa—

—Eso no va a pasar— aseguré. La acurruqué en mi pecho, ella no me soltaba por nada. —¿Por qué piensas eso?—

—No lo sé. Ya no voy a ser la pequeña de la casa—

—Para mí, siempre vas a ser mi niña. Mi princesa. Mi mariposa— bese su cabeza —Eso nunca nadie lo va a poder cambiar—

—¿Me lo prometes?— asentí —¿Mami también?—

—Te lo juro, mi niña— la voz de Laura llamó nuestra atención, no sabía desde hace cuánto estaba escuchando, pero sentí un pequeño alivio al saber que no iba a estar solo en este asunto —Nada, ni nadie va a hacer que tu papá o yo, dejemos de amarte—

Under Fire ---- Javier Peña // (Pedro Pascal)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora