Extra (CAPÍTULO 4)

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Laura

2001

Una de las cosas más difíciles que tuve que hacer, fue dejar de estar todo el tiempo con Romy. Siempre estaba conmigo o con Javi; iba conmigo a los establos o se la pasaba en la casa dibujando o jugando con lo que mi suegro le regalaba.

Pero alcanzó la edad en la que debía ir a la escuela. No puedo asegurarlo, pero podía notar en el rostro de Javi que le dolió, incluso más que a mí, que nuestra niña se alejara de nosotros, aunque sea un par de horas.

Ambos la llevamos en su primer día y la mano de Javier no soltaba la de Romy. Ella le trataba de soltar el agarre, pero el de una u otra forma la volvía a tomar dándole más indicaciones en las que ella solo asentía; pero estaba convencida de que solo lo hacía para que la soltara y la dejara entrar.

No le costó trabajo adecuarse. Se independizó mucho más rápido ella de nosotros, que nosotros de ella. Al pasar los meses, todo fue un poco más fácil.

Las cosas en el rancho se volvieron más fáciles, llevó tiempo, pero Javier y yo habíamos llegado al punto en el que solo nos encargábamos de las cosas administrativas y recurríamos solo cuando era expresamente necesario.

En caso de algún accidente, o en mi caso; cuando realmente quería ir a los establos. Eso la verdad nos daba un poco más de libertad el hecho de que convivíamos más y Romy llegaba con ambos a casa.

Incluso eso nos dio la libertad de que por fin, en casi 4 años en Laredo, pudimos organizar unas vacaciones para Jalisco. Mi sueño de ir como familia se iba a hacer realidad, además de que Romy iba a conocer el mar.

Todo estaba prácticamente hecho para que al atardecer de ese mismo día nos fuéramos. Romy iba a ir a su último día de clases y mi suegro la iba a llevar a casa regresando del pueblo. Él se iba a quedar para supervisar todo, le ofrecimos el viaje, pero se negó a abandonarla su hogar.

Tampoco presionamos, pero Javier ya sabía lo que podíamos hacer para compensarlo. Pero eso, necesitaría esperar.

Javier, el día anterior, había estado hasta tarde en los corrales y en las tierras para dejar todo arreglado; incluso con los materiales necesarios si había algún daño.

Puesto que nuestro ideal, era estar fuera un par de semanas, para poder salir a conocer muchos más lugares, disfrutar de sitios en los que no pudimos estar y claro, pasar unas vacaciones nosotros tres solos.

Yo no estaba dejando todo listo, con las indicaciones de uno de los nuevos potrillos que había nacido y del cual; de nuevo los tratantes se contactaron conmigo para ver una nueva negociación.

—Solo estén al tanto que ninguno vaya a agredirse— les advertí al ver como sacaban a cada uno de los animales del establo. Cada dos días los sacábamos juntos para que corrieran en la pequeña pista que había mandado a construir. —Ya saben cómo se ponen en esta época del año.—

—Sí, señora. No se preocupe— respondió uno de ellos, llevándose a los últimos dos amarrados con sogas.

Antes de poder darme la vuelta, sentí unas grandes manos pasearse por mi cintura hasta que se cruzaron por mi vientre y me pegaba a su pecho.

—Buenos días, mi amor— susurró en mi nuca. Me recargué en su cuerpo completamente, disfrutando de su calor corporal. No respondí y dejé que siguiera besando mi cabeza y mi cuello en el proceso —La princesa estaba tan emocionada que no quería quedarse— sonrió en mi piel.

—Lo sé. Ayer me lo dijo. Me hizo prometer que te diría que no se te olvidara decirle a su buelo que pasara por ella, que porque no quería quedarse allá— eso provocó que de nuevo riera en mi piel.

Under Fire ---- Javier Peña // (Pedro Pascal)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora