Epilogue

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Sentí cómo el sufrimiento dejaba de atormentar mi cuerpo, permitiéndome experimentar una extraña corriente en mi piel, lo que me llevó a abrir los ojos. Lo primero que vi fue un techo blanco con un candelabro casi encima de mí, cubierto de polvo. Me sorprendió la claridad con la que percibía la suciedad.

- Por fin despiertas -escuché a Alec decir a un costado mío.

Me incorporé rápidamente en la camilla, observando primero mis piernas desnudas debajo del vestido. Eran tan pálidas que puse mis manos sobre ellas, sintiendo la frialdad de mi cuerpo y haciéndome consciente de que definitivamente ya no era humana.

- ¿Cómo te sientes, mio bellissimo angelo? -volvió a hablar Alec, esta vez haciendo que volteara a verlo.

Cuando mis ojos se posaron en él, sentí una extraña, pero agradable corriente recorrer todo mi cuerpo. No sé si era por lo perfecto que era, literalmente, o por la agradable sensación que su presencia causaba en mi frío cuerpo, pero me lancé sobre él. Alec me recibió con los brazos abiertos, sujetándome con fuerza. Mis piernas estaban enredadas en su cintura, mis brazos sobre sus hombros y cuello, y mi rostro enterrado en su cuello, percibiendo lo deliciosamente bien que olía.

- Adoro tenerte de esta manera, cariño - dijo Alec, pasando una de sus manos por mi trasero - Pero recuerda que ahora eres más fuerte - añadió esto último con un poco de dificultad.

Sin apartar mi rostro de su cuello, aflojé mi agarre, no queriendo dejar de tocarlo.

- ¿Por qué hueles tan bien? - murmuré, comenzando a pasar mi lengua por su cuello y mandíbula.

- Es porque soy tu destinado -respondió Alec, muy cerca de mi oído, haciendo pequeños círculos sobre mi cintura.

Alejé mi rostro de su cuello, colocándolo a centímetros del suyo, apreciando los detalles de su precioso rostro. Mis manos recorrían su rostro con delicadeza, sintiéndome tan bien al tocar su piel. Al levantar la vista hacia sus ojos, me acerqué para besarlo.

El beso empezó siendo delicado y suave, pero en unos segundos se volvió más intenso y apasionado, como si nunca nos hubiéramos besado antes. Aunque no debíamos de interrumpirlo por falta de aire, lo hice para poder volver a mirarlo.

- No quiero soltarte - dije, sonando un poco desesperada - No entiendo por qué mi cuerpo solo quiere estar cerca del tuyo.

- Es debido al vínculo que tenemos - dijo Alec antes de dejar un pequeño beso sobre mis labios - Ahora que eres inmortal, puedes sentirlo, puedes sentir ese lazo que nos une como destinados, por eso no quieres alejarte de mí.

- ¿Tú también lo sentiste? - pregunté algo asombrada, impaciente por escuchar su respuesta.

- Lo hice, ¿no recuerdas el día que te conocí? - dijo Alec con un toque de diversión en su voz - Literalmente me abalancé hacia ti. No quería soltarte.

Reí al recordar ese momento, claramente lo recordaba.

- Lo recuerdo - dije sonriendo - También recuerdo que pensaba que eras todo un obsesionado.

- Lo estás siendo tú, justo en este momento - dijo, levantando una de sus finas cejas.

Asentí, riendo. Tenía razón, ahora era yo la obsesionada con Alec.

- De verdad no quiero alejarme de ti - dije acercándome para darle un beso rápido en los labios.

- No debes hacerlo - respondió Alec con una gran sonrisa - Pero debo llevarte a cazar.

No entendí por qué hasta ese momento mi cerebro reaccionó a la situación de ser vampiro; y muy a mi pesar, sin apartar mis manos de su cuerpo, bajé de Alec, haciendo que mis pies tocaran el piso.

Lazos inmortales | Alec VulturiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora