Más allá de la conciencia, existe una segunda oportunidad para seguir soñando.
*Nota: esta historia es 100% ficticia creada desde la completa admiración y el respeto hacia todos los personajes que aparecen aquí. Para nada se busca ofender ni causar...
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𝓜𝓲𝓬𝓴
-Papá, me siento tan sólo.
Pensó en silencio mientras perdía la mirada observando hacia la nada en aquella modesta cafetería. La vida de verdad parecía estarse tornando completamente en su contra el último año, volviéndose un espiral descendente del cual no lograba salir. Pensaba en lo alejado que se encontraba de su madre a raíz de comenzar a relacionarse con su tío Ralph en busca de una figura paterna, en una inocente esperanza de mantener viva la llama del recuerdo de Michael, su padre.
Sentía como el mundo se venía abajo por segunda ocasión desde que hacía casi 10 años el médico desalentó por completo sus esperanzas de volver a hablar con el, de compartir esos momentos tan especiales, de seguir sus consejos y tal vez algún día, hacerlo sentir orgulloso triunfando en la máxima categoría del automovilismo. Sin embargo, esto último jamás sucedió.
Esta frustración le había ocasionado grandes problemas de confianza, y aunque comenzaba a destacar en otras categorías, daría todo por mirar de nuevo sus ojos, por abrazarlo, por poder platicar con él, quisiera pedirle consejo, ¿cómo era posible que siendo un Schumacher no lograra estar a la altura?
La prensa todo el tiempo los comparaba y hablaba de lo decepcionante que fue su paso por la fórmula 1, golpeaban con sus palabras cada último vestigio de autoconfianza, cerrándole el paso como muros impenetrables. Se sentía morir, y no veía la salida de este inmenso pozo de auto decepción, vergüenza y culpa.
-Si tan solo hubiera hecho caso de mis padres, y hubiera abandonado prudentemente la estúpida idea de ir por esa colina escarpada, ¿las cosas serían distintas hoy para papá y para mi?
El café se había enfriado y el tiempo pasó tan rápido que no se dio cuenta hasta que una alarma en su reloj interrumpió por completo su diálogo interno, se le había hecho tarde una vez más. Se levantó con apuro a la caja, agradeciendo y colocando unas monedas en la caja de la propina mientras el distraído encargado no movió los ojos de su periódico y salió a toda prisa y torpemente del lugar, no podía permitirse perder de nuevo esa cita, no en un día donde los fantasmas del pasado comenzaban a envolverlo de nuevo, donde la culpa lo acechaba a cada segundo, donde se sentía más sólo que nunca.
