30. Ópera House

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Michael

Había decidido acompañar a Jules a Niza una semana antes del siguiente gran premio, necesitaba alejarme de todo y parecía la perfecta ocasión para relajarme con el clima perfecto de la ciudad natal de Jules, quien amablemente me recibió en su casa.

Sentía una cercanía y una conexión cada vez más grande con Jules, quien en un inicio parecía ser un chico tímido y reservado ahora se había abierto más conmigo, era un bromista, siempre optimista y con una sonrisa que no se comparaba a nada en el mundo.

Durante estos días lejos de todos, logré platicar con el sobre como me sentía, los obstáculos a los que me afrontaba, mis miedos, aunque decidí omitir la parte de Hunt, me sentía avergonzado de haber caído en sus redes.

Jules hacía para mi la situación más ligera, y para ambos había dejado de ser relevante si alguien volvía a fotografiarnos o no, éramos amigos, nuestros sentimientos eran claros, o al menos eso era lo que yo creía.

A los pocos días, Pedro, Elio y Fangio habían decidido unírsenos lo cual resultaba emocionante, estaríamos juntos todos, como buenos amigos, disfrutando como en tiempos más sencillos, sin embargo una de esas noches Jules me había invitado a la ópera y aunque no era de mi particular interés, había accedido.

Notaba como el resto del grupo actuaba de forma sospechosa, pero eran mis amigos, y estaban locos así que no le di mucha importancia. Jules me había señalado la dirección, ya que había aprovechado nuestra estadía para visitar a algunos antiguos amigos de la zona y nos veríamos en la casa de la ópera.

Me sentía nervioso, por lo que pedí ayuda a Elio, quien de todos tenía el mejor gusto y una elegancia distintiva.

—Michael, te ves estupendo— habló Elio orgulloso mirándome con la selección de ropa que había seleccionado para mi.

—¿Estás seguro Elio?— dije mirándome con el elegantísimo traje azul rey, corbata a juego y zapatos de cinta color café cálido.

—Estoy seguro de que más de uno caerá a tus pies— dijo mi amigo con una sonrisa algo apagada que en el momento no pude descifrar.

—Gracias Elio— le sonreí dándole un gran abrazo.

***

Me dirigí a la casa de la ópera sin embargo todo lucía por completo apagado y ni pista de Jules por ningún lado. Pasaron unos minutos y nada, estaba por ser ya media hora después, me sentía impaciente e irritable estaba por retirarme cuando Jules gritó tras de mí vi, venía corriendo con una gran sonrisa y tardo un poco en recobrar el aliento

—Michael!!!— discúlpame, yo..., perdóname Michael, ¿vamos adentro?— dijo tomando mi brazo.

—Pero cerrado Jules, observa— dije algo molesto y decepcionado.

—No para nosotros Michael, ven conmigo, y tomando mi mano me jaló hacia el lugar, intercambiando unas palabras amistosas con el guardia que parecía conocerlo, nos dejó pasar, el lugar estaba completamente a oscuras, y para entonces nada me hacía la menor gracia sin embargo Jules parecía en extremo emocionado. Sólo observaba sin poder ocultar mi gesto de decepción.

—Cierra los ojos Michael—dijo mientras se colocaba tras de mi, tapando mis ojos.

—Pues no es como que pueda ver mucho aún así eh.

—Jaja eres un gruñón Michael.

Noté aún con las luces apagadas como había un cambio y no parecíamos estar más en penumbras. Jules removió sus manos y pude abrir mis ojos quedando boquiabierto ante el espectáculo que tenía enfrente, la casa de la ópera era bellísima, completamente iluminada, la luz cálida reflejándose en los bellos candiles parecía danzar frente a mis ojos y justo en uno de los palcos, iluminado por la suave luz de las velas, se encontraba una mesa para dos, decorada con fragantes flores blancas como jasmines y nardos, que simbolizan los placeres peligrosos, la aventura y la seducción.

—Jules, esto es...

—Lo sé Michael, acompáñame— tomando mi mano me dirigió al palco.

Jules se había fijado en cada detalle, lucía un elegante blazer negro, camisa blanca sin corbata y pantalones grises, su cabello ahora un poco más largo y lacio caía como cascada elegantemente enmarcando su rostro, pero su sonrisa y ese par de ojos castaños eran el complemento perfecto.

—Jules, estás impresionante hoy—no mentí.

—Michael, tú siempre lo estás, acompáñame.

Un delicioso vino nos esperaba en la mesa, junto a una exquisita cena, de verdad disfrutaba de su compañía y de tan bello lugar, el pensar que había planeado cada detalle, me dejó atónito. Nuestra plática surgía con naturalidad, Jules y yo hablábamos como si nos conociéramos de toda la vida.

Jules me habló sobre su gusto por la música clásica, La Bohème sonó toda la noche. Jules le confesó sobre lo mucho que le gustaba el piano, en alguna ocasión practicaba con un amigo, un poco más joven que él, pero ahora lo había olvidado, Michael pensó que era una lástima.

Terminaron su cena y Michael se sentía relajado y sublime, la compañía de Jules, el lugar, todo era grandioso. Jules en cambio se sentía en las nubes, de haberse dejado llevar un poco más, seguro flotaría por el cielo.

Al salir decidieron caminar por la orilla de la playa, no importándoles tener que descalzarse, la noche era una de las más bellas de las que Michael tenía memoria, absorto en sus sentimientos, de pronto Michael fue detenido abruptamente por Jules quien tomó su mano y mirándolo directamente a los ojos le habló desde el corazón: —¿Sabes Michael? Me encanta pasar tiempo contigo. Siento que en verdad puedo ser yo mismo, gracias.

Michael quiso responder pero las palabras no salían, en su lugar, le sonrió tomó su mano y lo abrazó.

Al llegar a su casa, agradeció por la velada, despidiéndose del francés con un beso en la mejilla, dejándolo con una boba sonrisa y una sensación de esperanza.

Michael ya en su habitación no podía sacudirse la sensación de que algo estaba por cambiar para siempre pero ¿y si algo salía mal?

***

—¿Y bien Jules? ¿Ya te vas ganando el corazoncito de tu alemán?— dijo Elio elevando las cejas de manera sugestiva.

Jules río por lo bajo —Creo que es muy pronto para saberlo Elio.

—¿Pero qué dices? Cualquiera caería rendido ante un detalle como el que tuviste hoy, cualquiera Jules— dijo el italiano con un tono que sonaba melancólico al final.

—Es solo que aún no lo se, no quiero confundirlo, ni confundirme yo, sé lo que ha pasado, y se que tal vez su corazón pertenece a otro, y tampoco quiero ser utilizado.

—No Jules, pero debes ser claro, cuidar de ti, y yo también lo haré— dijo orgulloso el italiano.

Soltando un suspiro Jules solo atinó a dar un largo suspiro mientras asentía: —Gracias amigo, nada hubiera sido posible sin tu ayuda hoy.

—Para eso estamos los amigos, pequeño Jules. Descanza.

Jules se fue a su cama con una mezcla de emociones y el corazón vibrando de emoción, Michael, sus bellos ojos grises, su sonrisa, su fuerza, y durmió con nueva esperanza en su espíritu.

***

Michael se sentía atribulado, le encantaba pasar tiempo con Jules, y físicamente le parecía único, bello, delicado ¿qué más podría pedir?
Sin embargo un mar de confusiones atormentaba su mente, se sentía tan poca cosa al lado de alguien tan bonito como Jules, no se permitirá lastimarlo, no a un alma tan pura, de bellos sentimientos y corazón tan cristalino. Pronto salió de su torbellino de pensamientos cuando un mensaje apareció en la pantalla de su celular, dando un completo e inesperado vuelco a su de por sí ya confundido corazón:

AS
—Michael, ¿cómo va todo? Te dije que volverías a saber de mi.

                                      •••

Ay, se complica la cosa, como ven a mi Jules enamorado?

Que creen que pase ahora?

Espero hayan disfrutado de este capítulo, les amo.

Elin 🏎️

Michael Schumacher: A second lifeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora