Félix le explicó brevemente lo sucedido al Director y él inmediatamente le entregó la silla de ruedas al rubio, sin hacer demasiadas preguntas. Félix le dijo que no era necesario que lo acompañe, porque él podía ayudar a Marinette y llevarla a casa o al hospital de ser necesario.
Una vez que regresó, le entregó su muleta (que estaba tirada en el suelo) y la tomó delicadamente por la cintura, de ese modo la ayudó a levantarse. Marinette no dijo nada, aunque se sintió un poco nerviosa. A veces le molestaba bastante el hecho de ser una persona "diferente", porque cuando tenía "episodios" era delicada y necesitaba que los demás la ayuden. Esa fue una de las razones por las que prefirió estudiar en casa, porque se sentía demasiado expuesta cuando esas situaciones ocurrían, dependía mucho de otros y casi nunca nadie quería ayudarla. Félix lo hacia sin decir nada, era distinto.
—Haremos esto con cuidado.
Félix la ayudó a ponerse de pie, la sujetó por la cintura abrazándola de modo leve. Después de eso, acercó del mejor modo posible la silla de ruedas. Marinette se sentó de modo lento, cuidadoso. Una vez que todo estuvo listo, ella agradeció, aunque aún se sentía algo mal, Félix pensaba que se sentía enferma y solo quería descansar.
—¿No crees que sea buena idea que te vea un médico? —le preguntó mirándola fijamente.
—No. Estoy bien —respondió de modo algo serio.
—Es que no te ves bien, te ves algo pálida. Sé que eres blanca, pero estás más blanca que de costumbre.
—Yo... —ciertamente el cuerpo de Marinette estaba cansado, no se sintió capaz de seguir "discutiendo" y sus ojos simplemente se cerraron. Félix suspiró y asintió, él tenía razón.
—Ella es algo testaruda... —susurró Plagg. Él no lo sabía, pero Tikki estaba escondida en el bolso, entonces lo escuchó y confirmó su teoría: Félix era Chat Noir. Ambos portadores se conocían sin saberlo.
—Lo sé, pero por suerte, yo también lo soy.
Adrien vio como su primo se llevaba a Marinette en la silla de ruedas, él también quiso acercarse para ayudar, sentía algo de curiosidad. Pero Kagami no lo permitió.
—Si tú te vas de aquí, no tendría sentido que yo me quedé, eres el único rival digno aquí y no puedo irme aún —declaró la azabache. Solo por eso Adrien se quedo, por respeto a ella. De todas formas, después podría investigar un poco sobre lo ocurrido.
*
A Marinette la ingresaron de urgencias, tenía un serio caso de deshidratación, necesitaba suero urgente y otros medicamentos. Félix llamó a su tía, ella fue lo más rápido posible, él le contó lo sucedido y ella llamó al Director para pedir el número de los padres de la azabache.
—No la quiero dejar sola, ¿qué pasa si despierta y cree que la deje abandonada? Se sentiría mal.
—Eres tan bueno, hijo mío —Amelie besó la frente de su hijo y le dio un abrazo —, pero no puedo dejar a Adrien solo en casa, sabes que tengo que ir por él, ¿estarás bien aquí solo?
—Te prometo que apenas lleguen los padres de Marinette, iré a casa.
—Lo sé, siempre cumples tus promesas.
*
Apenas los padres de la azabache llegaron, Félix les contó lo sucedido. Ellos le agradecieron por cuidar de su niña y ayudarla tanto.
—No es nada, ella es mi amiga y me preocupo por ella.
—Para nosotros significa mucho, nos encantaría poder estar con ella en el colegio, pero no podemos —respondió Sabine.
—Puede que ustedes no estén, pero yo la ayudaré cada vez que pueda, no se preocupen por eso, es una promesa.
—Me tranquiliza mucho saber que mi hija cuenta con un amigo como tú, Cariño —dijo Sabine, sonriente.
—¿A ella le suelen suceder seguido este tipo de cosas?
Ambos adultos compartieron una mirada. Marinette tenía depresión, ansiedad, crisis de pánico y otras patologías. En ocasiones, su cuerpo se cansaba debido a que sobre pensaba mucho las cosas o se estresaba más de la cuenta, ella tenía muchos problemas y nunca quería hablar sobre ellos, prefería guardar todo para ella sola, incluso en ocasiones (reiteradas) vomitaba. Su cuerpo intentaba expresarse de distintas maneras.
—Necesito poder contar con ustedes y que jamás le cuenten a nadie que tengo depresión —pidió Marinette con los ojos cristalizados —, para mí esto es muy vergonzoso, yo no quiero que los demás piensen que estoy loca o que sientan lástima por mí, me basta y me sobra con la muleta.
Ambos recordaban ese momento. Ambos le prometieron a su hija jamás decir nada sobre su depresión u otras enfermedades. Para ellos esas enfermedades no tenían nada de malo, pero para su hija era algo vergonzoso, algo terrible. Era su decisión.
—Ella es delicada —respondió Tom.
—Lo entiendo —Félix sabía que sus padres no le darían más información de la necesaria, no era su asunto de todos modos —. Tengo que volver a casa, cuando despierte o este mejor, me gustaría mucho que me escriba para saber cómo está, por favor.
—Claro, muchas gracias por todo.
Félix se despidió. Él realmente no quería regresar a su casa, pero sabía que era lo mejor. Entonces, comenzó a caminar en dirección al colegio, debía ir por sus cosas.
Cuando llegó al patio, escuchó algo.
—Es que esa chica cree que por usar muleta puede hacer lo que quiera, pero no tiene derecho a pisar el patio de los deportistas, es algo que ella nunca podrá ser —Chloé rodó los ojos enojada.
Félix pensó que tal vez esa rubia le había dicho algo a Marinette y que por esa razón ella se sintió mal. Sintió mucha rabia.
—Marinette tiene derecho a estar donde ella quiera y nadie puede decir lo contrario —Chloé abrió su boca sorprendida, retrocedió un poco. Ella se mostraba como una chica ruda que intimidaba a quien quisiera, pero debía admitir que algo de "respeto" le tenía a Félix —. Mucho menos una rubia con aires de grandeza como tú. Será mejor que no te metas con Marinette si sabes lo que es bueno, ella tiene quien la defienda —aclaró Félix.
Chloé gritó su frase típica y se fue, haciendo puños sus manos. Félix iba en dirección a la sala de clases, cuando alguien le arrojó una mochila rosa, levantó su mirada y se topó con Alya.
—Pensaba que eras un completo idiota, pero creo que en el fondo, sí tienes corazón —le dijo Alya —. Yo pensaba llevarle su mochila a Marinette, pero creo que tú tienes más ganas que yo —le guiñó un ojo y se despidió con la mano, alejándose.
Parecía ser que era cierto, hasta el chico más frío podía cambiar por amor.
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Otro día.
FanfictionSerie de relatos protagonizados por Félix, utilizando las palabras del calendario Marichat.