Rosas.

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Durante la tarde, Félix estuvo esperando un mensaje por parte de Marinette, pero ese mensaje nunca llegó.

—Si me hubieras escrito, yo hubiera ido por tu mochila y por la de Marinette, primo —dijo Adrien mientras cenaban todos juntos —. Pude haber ayudado. Además, te perdiste el entrenamiento, aunque al entrenador le dio igual o eso creo.

—Creo que el esgrima no importaba —respondió con completa seriedad —. Marinette estaba mal, cuando alguien está mal, debes actuar rápido.

Adrien asintió. Podía notar claramente lo enamorado que estaba su primo, porque él jamás se preocupaba por nadie. ¿Quién diría que una chica inocente podría cambiar al chico serio? Es casi como una escena de película.

—¿Cómo sigue Marinette, Cariño? —preguntó Amelie.

—No me ha escrito —respondió el rubio algo preocupado y confundido, era bastante tarde, seguramente ya estaría en casa descansando —. Solo espero que esté bien.

—Cariño, si ella no te escribe tú podrías escribirle —aconsejó Amelie —. Créeme, ella te lo agradecerá.

Félix lo pensó y se dio cuenta de que su madre tenía razón. Marinette es una chica bastante tímida, quizás le da vergüenza enviar el primer mensaje y con lo mal que lo pasó, seguramente saber que alguien se preocupa por ella, la ayudará a sentirse mejor.

Entonces le escribió, pero no obtuvo una respuesta.

—No sé qué está pasando... —se quejó.

—Tranquilo, seguramente se aburrió de ti —Félix fulminó con la mirada a su Kwami, demostrándole lo mucho que le molestaba ese comentario —. Solo bromeaba, olvidaba que estoy contigo —ambos rodaron los ojos —. Quizás está durmiendo, recuerda que estuvo en urgencias.

—Buen punto, en urgencias te ponen sueros y otros remedios, seguramente le dieron algo que la ayudó a dormir —Plagg asintió, al fin su portador se calmaba un poco —. Seguramen mañana todo estará bien.

*

Félix esperó a Marinette sentado en la banca del patio, pasaron los minutos y ella no llegó. Después cuando fue hora de entrar, él entró al salón y ella simplemente no llegó.

—¿Sabes algo de ella? —le preguntó Alya en el recreo.

—Nada, ni siquiera respondió mi mensaje.

—Somos dos —ambos tenían la preocupación marcada en el rostro.

—De acuerdo, no quiero que mi primo este mal todo el día por culpa de una chica y de su preocupación —le decía Adrien a Nino —. Creo que es hora de volver a los viejos tiempos, ¿qué te parece si lo invitamos a jugar pin pon? Darnos una paliza en eso siempre lo hace sonreír.

—Mientras no vuelva a romper mis lentes, te apoyo, porque odio no poder ver nada.

—Es un trato —chocaron los cinco y fueron con el rubio.

*
Lograron convencer a Félix de jugar pin pon, pero por extraño que parezca, Adrien le estaba dando una paliza a su primo (Nino no, porque era el peor jugador).

—Esto no está funcionando... —susurraron ambos. Adrien estaba preocupado, Nino estaba enojado.

*

—Si tanto te preocupa Marinette, podrías ir a verla y llevarle algo, así volverás a ser el mismo amargado de siempre y no el chico triste que veo ahora —aconsejó Adrien.

*

Al finalizar las clases, Félix consideró regalarle chocolates a la azabache, porque los dulces podrían animarla y hacerla sentir mejor, pero desechó esa idea al recordar que sus padres eran los mejores reposteros de París. Entonces, pensó en regalarle algún accesorio o algo tierno, como un peluche o rosas, para que decorarán su habitación.

—Eso es, le llevaré algo...

*

A Marinette le habían dado tres días de reposo, por eso estaba en cama. Solo que ese día, habló con sus padres y les preguntó si la dejaban volver a estudiar en casa, dijo que ir al colegio era demasiado para ella y su cuerpo ya estaba cansado, ya no quería seguir esforzándose. Sus padres no preguntaron, solo le dijeron que harían lo que ella considerara correcto.

—Es solo que cuando voy a clases, me siento distinta, Tikki —admitió la azabache —. Sé que muchos me miran por mí condición y hay quienes son como Chloé y me tratan mal. Hay personas buenas, como Félix, pero...

—Félix te quiere, Marinette.

La azabache frunció sus labios, hacia eso cada vez que intentaba contener sus lágrimas.

—Siento que solo actúa de ese modo conmigo porque siente lástima por mí —admitió la azabache —. Solo soy una persona distinta, él quiere ayudarme porque quizás eso lo hace sentir mejor consigo mismo, soy su "obra de caridad" —las lágrimas caían.

Había estado reflexionado mucho. ¿Por qué un chico guapo e inteligente pasaría el rato con una chica distinta y sin nada interesante? Sencillo: quería sentir que ayudaba, quería ser un aporte y ella era la "obra de caridad" que encontró. Porque la vida no es como la muestran en las películas, en la vida las personas te utilizan cuando pueden y te abandonan en cuanto no les eres útil, Marinette lo sabía bien, porque eso ya había sucedido antes, no quería pasar por el mismo dolor.

En eso, el timbre sonó. Después de un rato volvió a sonar otra vez otra vez y otra vez...

—¿No irás a ver?

—No. Voy a dormir —y la azabache se acomodó para poder dormir, aunque en realidad... seguía llorando.

*

Félix desistió era más que obvio que no le abrirían. El peluche y las rosas tendrían que esperar.

Pensó en transformarse en Chat Noir y dejar todo en su habitación, pero decidió no hacer eso, era demasiado arriesgado.

—¿Qué te está pasando, Marinette...? —preguntó mientras dejaba salir un suspiro y comenzaba a caminar, alejándose de la puerta de su amiga. No entendía porqué ella se estaba escondiendo.

Llegamos al punto sad de la historia... 🥺

Otro día.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora