Félix comenzaba a rendirse, estaba perdiendo las esperanzas de que Marinette abriera la puerta. Ya había gritado, golpeado, tocado el timbre. Estaba dispuesto a romper las reglas y transformarse en Chat Noir solo para verla, pero su lado responsable sabía que esa no era la opción correcta, no le quedaba más opción que irse sin haber hablado con ella. Cuando iba a dar un paso para volver a casa, la puerta se abrió.
De pronto ambos estaban frente a frente.
—Marinette —dijo, sonó aliviado —. Te ves pálida, ¿estás bien? —preguntó algo preocupado.
—Entra —le dijo enseguida —. Debes estar cansado.
—Gracias.
Mientras ambos entraban, Félix notó ciertos detalles: Marinette estaba en pijama, parecía que no se había bañado desde hace días (no apestaba, pero su cabello se notaba bastante sucio, casi pegado) y se veía muy pálida. Usaba su bastón, pero caminaba incluso más lento que antes, incluso se veía más delgada y su rostro no demostraba ninguna emoción.
—Si no te molesta, necesito estar en mi habitación —dijo la azabache. Su tono de voz demostraba todo el cansancio que sentía. Ella comenzó a caminar, ni siquiera esperó una respuesta por parte de Félix, él la siguió. Sintió algo de tristeza por ella, no era la misma Marinette animada y positiva de siempre.
La siguió hasta su habitación y vio como se volvía a recostar, tapándose. Se veía tan cansada, como si estar despierta fuera un gran esfuerzo para ella. Félix notó que esa habitación estaba tan apagada como la dueña.
—¿Cómo has estado, Marinette? —le preguntó de modo suave.
—Bien —respondió de modo rápido, como si hubiera practicado mucho esa respuesta —. Gracias por haberme ayudado ese día... —Marinette quería darle las gracias desde hace tiempo, pero al mismo tiempo quería evitarlo.
—Eres mi amiga —¿realmente somos amigos o solo lo dices por qué sientes lástima por mí?, se preguntó la azabache —. Siempre estaré dispuesto a ayudarte, por favor no lo dudes.
—Gracias, Félix.
—Recuerda que no tienes que darme las gracias siempre, son cosas normales que hacen los amigos.
Marinette estaba luchando con tal de contener sus lágrimas, no quería llorar. Pero... durante gran parte de su vida estuvo sola y no sabía bien lo que era tener amigos de verdad, no sabía cómo actuaban. Casi siempre pensaba que los demás tenían algo en su contra, casi siempre sufría. Félix era tan bueno, pero... ellos también habían sido buenos y al final... solo la utilizaron, todo era tan difícil. La vida era compleja.
—¿Te dieron algunos días de reposo? —preguntó Félix ante el silencio que se había formado —, estaba preocupado por ti, incluso te escribí, pero jamás respondiste.
Marinette suspiró.
—No me sentía muy bien —admitió —. Solo... lo siento.
—Me preocupé por ti.
Los ojos de Marinette comenzaron a llenarse de lágrimas ante esa respuesta. Félix se dio cuenta y se acercó, colocó su mano en la espalda de la azabache y se preocupó aún más al sentir un hueso de ella que sobresalía, eso fue bastante llamativo. Marinette se apartó, no le gustaba que la tocaran. Definitivamente, eso fue muy incómodo para ambos.
Antes de que alguno pudiera decir algo, la ventana de la habitación se abrió de golpe y una ráfaga de frío invadió la habitación. Eso hizo que Félix se levantara, no quería que Marinette pasara frío. En eso, al ver por la ventana una sonrisa se apoderó de sus labios.
—Marinette —ella lo miró fijamente —. Está nevando en mayo —comentó.
—¿Qué? —Félix pudo detectar la confusión y sorpresa entremezclándose en el rostro de la azabache, eso lo hizo sonreír. Ella intentó pararse, pero lo hizo muy rápido y cayó en la cama.
—¿Estás bien? —él se alejó de la ventana, ignorando la nevada y acercándose a Marinette. Ella asintió —, no te levantes tan rápido, yo te ayudaré —él la ayudó, levantándola de modo lento, para que no se mareara —. ¿Quieres ir a ver la nieve? Porque podemos ir juntos.
—Me encanta la nieve, pero tenemos que abrigarnos. Quizás podrías usar un abrigo de mi papá, aunque es muy grande.
—Gracias, primero abrígate tú y después me prestas algo —la azabache asintió y de modo algo lento se acercó a su armario, estando con Félix comenzaba a olvidar la depresión, él la ayudaba a sentirse feliz y apoyada, olvidaba sus problemas. Félix se sentía tranquilo al verla mejor. Él no era fan de la nieve, pero sí le gustaba estar con ella, por eso la acompañaría. ¿Quién sabe? Quizás podrían crear bonitos recuerdos.
Ayer tuve clases virtuales y les juro que sentí que no existía. Hubo una clase en la que una compañera dijo: "que la persona que lee, elija quien debe leer después", en dos ocasiones le tocó a compañeros que hablan conmigo y yo considero "amigos", pero en dos horas de clases, nadie me eligió en ningún momento, no hablé, no participé. :'c Por eso vine a escribir un ratito aquí.
Quizás el próximo capítulo sea algo fuerte, ya tengo una idea en mente.
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Otro día.
FanfictionSerie de relatos protagonizados por Félix, utilizando las palabras del calendario Marichat.