Todas conocemos a Christopher Morgan, el hombre sexy, celoso, tóxico, líder y posesivo.
Lo que no conocemos es a su esposa Nyx, ella puede mostrar la otra cara de Christopher. Un amor algo sano, donde los dos son iguales pero se aman.
La palabra ama...
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Eamon Morgan
Ver a mis hermanas junto a mi madre era un maldito honor, eran las tres mujeres más bellas del planeta, eso era lo que todos decían y yo lo reafirmaba.
Mamá reía con Riona recordando la vez que Kamari cayó en la pista de hielo mientras que esta parecía un tomate al estar avergonzada por recordar la escena, mientras yo solté una carcajada ganándome una mirada retadora por parte de la menor.
Sentí la presencia de mi padre a mi lado, pero no voltee a mirarlo, no era necesario.
— Son hermosas. — habló.
— Sí que lo son.
— Debemos proteger esas sonrisas, Eamon — continuó — Ellas son nuestra más grande felicidad.
— Me aseguraré de eso.
— Confío en ti, hijo.
Mamá voltea su rostro y sé que está tratando de localizarme, por lo que doy un paso al frente para que me mire y una sonrisa rápidamente surge en su rostro extendiendo sus brazos.
Mamá era toda una cursi.
Pero que no daríamos los Morgan por mantener esa sonrisa.
— Eamon Morgan, abraza a mamá y no la dejes con los brazos extendidos. — ordenó Riona mientras que Kamari me mandaba dagas con los ojos.
¿Las mujeres más hermosas? Las mujeres más cargosas quise decir.
— Cállense, mocosas. — hablé firme mientras recibía una mirada desaprobadora por parte de nuestra madre.
Acune a mi madre entre mis brazos mientras ella parecía estar en paz, mientras que papá rodaba los ojos apartándola de mí, cosa que me molestó.
Riona se cruzó de brazos mientras que Kamari lo miraba molesta.
— Deja a mi madre, papá — se quejó Kamari — Siempre la quieres para ti.
— Porque es mía, malditos mocosos.
— Christopher — regaño mamá.
— No, es nuestra — habló Riona — Ella nos parió.
— Somos de ella, tú no figuras en esta ecuación. — culmine yo.
— ¿Acaso creen que los trajo una jodida cigüeña? — respondió Christopher — Pues no, se crearon porque yo me...
— Ya basta de peleas, mejor me voy con Amaris. — cortó mamá a papá antes que termine.
Se separó de nosotros dejándonos parados como estúpidos en medio de la sala.
— Es su maldita culpa — hablé tratando de seguirla.
