Perspectivas

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Quince llamadas, y todavía Izuku seguía sin atenderle el teléfono. Bakugou se había prometido a sí mismo que sería paciente, que no lo iba a presionar. Tenía que confiar en él. El problema era ese hormigueo incómodo en las palmas de sus manos, como si en cualquier momento fuera a explotar la maldita habitación.

Hace más de dos horas que había dejado a Izuku frente a la casa de su madre, y como un imbécil había regresado a su propio departamento. No debió dejarlo solo. No importaba las veces que Izuku le había asegurado que todo estaría bien. Bakugou solo había visto a su madre en una ocasión, no necesitó más que eso para darse cuenta de que la mujer sería un grano en el culo. No confiaba en ella.

Ahora no podía hacer nada, dudaba que a Izuku le agradara la idea de que lo acechara como un maldito acosador, pero luego de que dos horas se convirtieron en tres, y tres en cuatro, ya era imposible deshacerse de la idea de que algo estaba mal. Bakugou volvió a mirar su teléfono. Nada. Ni un mensaje, ni una maldita llamada. Las manos le temblaban, y su tercer vaso de whisky, no le ayudó a deshacerse del nudo en su garganta que prometía estrangularlo.

Miles de escenarios catastróficos llegaron a su mente. ¿Y si la madre de Izuku hubiera hecho que cambiara de opinión? ¿Y si Izuku se había arrepentido de lo suyo? ¿Y si…? No. Mierda. No. Izuku lo amaba. Izuku se lo había dicho. Estaba seguro de que volvería, se lo prometió. Bakugou trató de respirar, tenía que calmarse, no podía dejarse llevar por esta espiral autodestructiva. El único problema era esa maldita voz en su cabeza. Si Izuku llegara a cambiar de opinión, si Izuku decidiera que ya no quería estar a su lado, Bakugou no lo soportaría. No podría hacerlo. Izuku sostenía su corazón con las manos desnudas y ni siquiera lo sabía.

Bakugou se sentó en el mueble e hizo un nuevo intento por respirar. Ya había renunciado a Izuku una vez. No lo haría de nuevo. No después de todo lo que vivieron estos últimos meses, no después de que Izuku se convirtió en su todo. Bakugou no iba a vivir sin sus sonrisas fáciles, sin sus labios dulces, sin el rostro de Izuku y las pequeñas arruguitas que se formaban en sus ojos cuando hablaba de algo que realmente lo apasionaba. Izuku era su sol, y había llenado su vida de una calidez que nunca pensó que podría experimentar. No podía renunciar a eso. No lo haría.

Sus pensamientos se vieron interrumpidos por el sonido de una notificación. Bakugou tomó el teléfono, y su pecho se hundió al leer el nombre en la pantalla.

«Izuku».

Bakugou miró el chat abierto, no había nada más que una ubicación. Su cuerpo se movió solo, en cuestión de segundos estaba en el estacionamiento, y había arrancado el auto.

Apenas revisó su teléfono se dio cuenta de que Izuku en definitiva no lo esperaba en casa de su madre. La ansiedad se convirtió en una bola en su estómago. ¿Dónde mierda estaba? ¿Por qué carajos le había enviado solo una ubicación? Bakugou volvió a llamarlo. Izuku, por supuesto, no le atendió. Las manos de Bakugou se apretaron con fuerza en el volante, no quería pensar en esto, pero la verdad era que tal vez Izuku no confiaba en él. No era la primera vez que esto pasaba, que se retraía y dejaba que el mundo se le viniera encima, sin pedirle ayuda.

Maldita sea.

Bakugou no podía entenderlo. ¿No le había demostrado que lo amaba? ¿Qué podía confiar en él? ¿Qué no importaba cuál fuera el maldito problema, él se encargaría de arreglarlo? En el fondo, Bakugou no podía dejar de pensar que todavía no había hecho lo suficiente. Izuku podía amarlo, pero eso no significaba que todo el daño que había provocado el maldito de Todoroki había desaparecido. Izuku todavía era inseguro, todavía creía que no tenía sentido que él lo amara. Cada vez que veía las dudas en sus ojos, cada vez que le decía que él no merecía ninguna de sus atenciones, Bakugou quería tomar el cuello del cabrón de su esposo y quebrarlo.

Dulce Tentación [KatsuDeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora