La caída de un tirano

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—¿Por qué carajos entraste de esa manera? —Bakugou no disimuló el odio en su voz, aunque Camie era una pieza indispensable en su tablero, eso no disminuía las ganas de asesinarla. Ver el dolor en los ojos de Izuku, casi provocó que cualquier plan por contenerse se fuera a la basura. Bakugou era consciente del desastre que la presencia de Camie podría causar en Izuku, y si no hubiera sido absolutamente necesario, jamás lo habría sometido a esa basura.

Bakugou trató de respirar, todavía el aroma de Izuku llenaba sus pulmones, el calor de su piel hormigueaba en la punta de sus dedos. Estuvo a punto de tocarlo. No. No habría sido algo tan sutil. Bakugou sentía el fuego en su sangre, la necesidad que erizaba su piel, apenas pudo contenerse de tomar a Izuku y jamás permitir que se fuera.

Intentó respirar de nuevo. Todo su cuerpo era una línea de alta tensión. Ver a Izuku de esa manera, tan frágil, con sus mejillas hundidas y las oscuras ojeras en su rostro, casi lo orilló a la locura. Izuku había perdido peso, Bakugou lo había notado enseguida, conocía su cuerpo, cada parte de su piel. ¿Cómo siquiera pensó que podría engañarlo? Izuku llevaba su corazón engrapado a su rostro, era imposible no leerlo, cada una de sus emociones, su lucha interna, su desesperación, la forma en que sus ojos buscaban los suyos, como si fuera todo lo que necesitaba en el mundo.

Bakugou todavía no lograba entender cómo no atravesó el salón y le quitó a Shouto de encima; ese maldito hijo de puta que ni siquiera había cuidado a Izuku estas últimas semanas. Bakugou quería matarlo, y saber que Izuku regresaría esa noche junto a él, provocó que la ira subiera por su estómago y le quemara la garganta.

Su único consuelo fue ver a Izuku sostener ese tulipán, la prueba de que ninguno de los dos necesitaba las palabras para decir lo que sus corazones gritaban con tanta fuerza.

Bakugou estaba seguro de que su mensaje había llegado, pero eso no lo hacía menos doloroso. Si no hubiera visto el amor que se derramaba de los ojos de Izuku, junto con el pequeño capullo amarillo presionado contra su corazón, Bakugou se habría derrumbado.

Porque a pesar de todos los sacrificios que Izuku había hecho, todavía se preocupaba por su felicidad, como si Bakugou pudiera encontrarla sin él en su vida. No. Todos estos años sin Izuku le habían enseñado que eso nunca sería posible. Su felicidad estaba entrelazada con la de Izuku; siempre sería su primer y único amor, la única persona que fue capaz de derribarlo hasta los cimientos.

Desde aquel día en el cafetín de la facultad, su corazón le pertenecía a una única persona.

Bakugou exhaló y sus puños se abrieron y cerraron en un intento pobre por calmarse. Dejarse llevar por sus emociones no ayudaría a Izuku, tenía un plan, y el sacrificio que tenía que hacer era por un bien mayor; Izuku sería libre, tenía que convencerse de eso, de lo contrario terminaría por perder la cabeza.

Bakugou se apartó del balcón. La sola posibilidad de ver a Izuku salir del hotel junto a su esposo era insoportable.

—En serio lo lamento —dijo Camie, y se tiró en la cama sin soltar su botella de champagne en la mano. Bakugou volteó a verla, todavía las ganas de estrangularla no desaparecían—. Sé que no debió ser fácil para él, he visto como te ha mirado toda la noche, y si te soy honesta, creo que me habría arrojado por el balcón de haber tenido la oportunidad.

—¿Entonces, por qué carajos?

Ella se sentó en la cama y dio un trago directo de la botella.

—Los estaban siguiendo.

Bakugou la miró, perplejo.

—¿Qué?

—Un tipo con un gafete falso de prensa. Estaba por volver al salón cuando lo encontré siguiendo a tu hombre, al parecer estaba mucho más que curioso por seguir sus pasos.

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⏰ Última actualización: Oct 29 ⏰

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