El fuego de una esperanza

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—¿Hermano?

—Lárgate de aquí, Kirishima. —Bakugou no quería escuchar una sola palabra. La verdad era que no le importaba una mierda; no necesitaba la condescendencia de su mejor amigo ni su maldita preocupación. Bakugou ni siquiera se molestó en preguntarle qué carajos hacía en su departamento o cómo había entrado. Aunque no era difícil suponer quién era la culpable de eso, quizás era porque no había contestado las llamadas de su asistente, demasiado metido en esta espiral autodestructiva como para preocuparse por algo más.

Bakugou se tambaleó en un intento pobre por levantarse del suelo, pero no lo consiguió. En cambio, tomó una de las botellas de whisky que estaba a su costado y no se detuvo hasta que el ardor fue tan intenso como para quemarle la garganta. El dolor fue bien recibido, un recordatorio claro de que era un patético de mierda, de que después de tantos años seguía siendo el mismo mocoso incapaz de proteger lo que realmente importaba.

Al menos no era tan imbécil como para creer ninguna de las mentiras de Izuku. Aunque eso no evitó que se sintiera como una completa basura, después de todo, no había logrado sanar el corazón de Izuku, ni mucho menos había conseguido que confiara en él, de otra manera Izuku le habría dicho la verdad.

Bakugou le dio otro trago profundo a la botella; Kirishima lo observaba desde la puerta, con la misma cautela de un animal que mide su distancia ante un depredador. Al menos Kirishima lo conocía lo suficiente como para no presionar sus botones en ese estado.

Su mejor amigo suspiró y se echó en el piso junto a él, le quitó la botella de las manos y le dio un trago.

—¿Así que tan mal están las cosas?

—No tienes ni idea —siseó Bakugou entre dientes.

Estos últimos días habían sido su infierno personal. Cada uno de los miedos que tenía enterrados brotaron del suelo para cobrar vida frente a sus ojos. Primero, su pelea con Izuku. Bakugou apenas había tenido la fuerza necesaria para no perseguirlo como un puto desquiciado en cuanto salió de su departamento, porque por primera vez en su vida, Bakugou se detuvo a pensar cuál sería la mejor decisión. Le había mentido a Izuku, quizás por razones que consideraba correctas, pero una mentira era una mentira, e Izuku estaba en todo su derecho de sentirse traicionado.

Maldición. Le había ocultado que lo conocía desde la universidad, que lo anhelaba como ninguna otra cosa en el mundo. Por supuesto que Deku correría hacia el lado contrario; en parte, esa fue una de las razones por las que nunca se atrevió a mencionarlo en primer lugar. El miedo de perderlo era demasiado intenso, demasiado vívido. Todos sus instintos de preservación le decían que no lo hiciera, que no corriera ningún riesgo. «¿Y de qué mierda te sirvió?», susurró una voz en su cabeza. «Lo perdiste de todas formas».

Bakugou apretó los dientes ante el recuerdo. Esa noche Izuku se había llevado uno de sus autos, y fue gracias a eso que no fue difícil dar con él. Una llamada a Momo y el sistema de geolocalización integrado en el auto fue todo lo que necesitó para saber que Izuku se encontraba con su mejor amiga. Bakugou no durmió esa noche, pero en el fondo quiso creer que Izuku solo necesitaba tiempo para hallar la verdad por sí mismo. Izuku lo amaba, Izuku era suyo, Bakugou lo sabía. Entonces debía confiar en eso, debía confiar en que Izuku volvería, porque lo que sentían era real. Bakugou no había imaginado la forma en que los ojos de Izuku brillaban al verlo, tan llenos de amor que podrían desbordarse; la sonrisa suave y genuina de Izuku cada vez que estaban juntos. Su corazón, que era suyo, cada pedazo de piel, cada suspiro, cada latido. Todo eso le pertenecía.

Entonces, cuando Izuku regresó, una parte de Bakugou también lo hizo. Pero esa sensación de alivio duró muy poco, y aunque Bakugou estaba seguro de que cada palabra que Izuku había dicho esa noche era una mentira, escucharlo decir que todavía amaba a su esposo revivió miedos que pensaba que había enterrado. De repente, ya no era Bakugou Katsuki, uno de los hombres más ricos de Japón; en ese momento era el mismo mocoso aplastado por la hegemonía de su madre, obligado a aceptar que nunca tendría al único chico del que se había enamorado. Volvió a ser el mismo mocoso universitario que solo podía permitirse ver a Izuku a la distancia, incapaz de aceptar otro camino que no fuera el que se había planeado para él.

Dulce Tentación [KatsuDeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora