Tuyo

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Izuku se encontraba dormido, su respiración era suave, al igual que los rayos dorados del sol que atravesaban las cortinas, y bañaban la piel de sus hombros en un camino de pecas que Bakugou había bautizado como su perdición personal. 

Tener a Izuku de esa manera era absolutamente enloquecedor, con su cuerpo relajado y su respiración tranquila, incluso después de todo lo que había ocurrido.

Todo el cuerpo de Bakugou se tensó ante el recuerdo de esa endemoniada noche, y no es que fuera un ingenuo de mierda, era más que evidente que cualquier cosa que involucrara a Izuku y a su actual esposo terminaría en un maldito desastre, pero joder, esa puta cena fue el equivalente a un pase VIP por el noveno circulo del infierno. Un puto calvario al que ambos habían sido sometidos.

El nido de escorpiones en su estómago se agitó. La visión de Todoroki a punto de besar a Izuku no iba a desaparecer pronto de su cabeza; no, en realidad dudaba que fuera a desaparecer en algún momento. La forma en cómo Todoroki aprisionó a Izuku entre sus brazos, como si Izuku le perteneciera, con todo ese maldito numerito del matrimonio feliz. A Bakugou le habría encantado arrancarle la cabeza en ese preciso momento. Solo que no podía hacerlo, no cuando una mínima reacción de su parte habría arruinado las cosas para Izuku. Jamás se había esforzado tanto por mantenerse en control. Todavía podía recordar el crujir de su mandíbula, sus puños apretados y sus ojos fijos en una escena que estuvo a punto de romperle los huesos. Aun así, jamás imaginó que sería el mismo Izuku quien desataría la tormenta. Sería un jodido hipócrita si no admitiera la maldita satisfacción que sintió al ver a Todoroki en el suelo. Bakugou estaba seguro: Izuku ya no amaba a su esposo, y eso disipó cualquier miedo que quedara en su interior.

Bakugou suspiró y dejó que sus dedos apenas rozaran la espalda cálida de Izuku. No quería despertarlo, pero era difícil mantener sus manos quietas cuando lo único que quería era meterse bajo su piel. Su pecho ardió de una forma casi dolorosa.

Desde aquel encuentro en el cafetín de la facultad, había sospechado lo que ocurriría si dejaba que sus sentimientos hacia Izuku se profundizaran. Y aunque estaba seguro de que su enamoramiento equivaldría a ser golpeado por un tanque de guerra, nada lo había preparado para esto. Bakugou dudaba que incluso existiera una palabra para definir esa presión que aplastaba su pecho. ¿Amor? No, esto era mucho más intenso, más violento. Izuku se había convertido en su oxígeno, y no exageraba cuando sentía que podría dejar de respirar si llegaba a perderlo.

Fue imposible no rememorar sus días en la universidad, cuando tenía que apretar los puños a los costados y aceptar que Izuku amaba a otro hombre. Había tenido la fuerza para hacerlo en el pasado porque los ojos brillantes de Izuku y su encantadora sonrisa le recordaban que era feliz y que él no tenía ni una maldita posibilidad. Pero ahora, al verlo tan desesperado por apartarse de alguien que no amaba, ver el terror en sus ojos y la forma en cómo su cuerpo se encogía sobre sí mismo como si la presión del mundo fuera a aplastarlo, eso estuvo a punto de enloquecerlo.

En toda su jodida existencia nunca se había sentido tan afectado por una persona. Y aunque algunas veces la intensidad de sus sentimientos lo hacían sentir como una jodida bestia sacada de alguna película de terror, lo cierto era que su única prioridad consistía en hacer a Izuku feliz. Porque cuando Izuku sonreía, Bakugou sentía que el mundo no era un lugar tan horrible después de todo. Y a pesar de haber vivido con ese vacío en su pecho durante tantos años, ahora solo encontraba calidez cada vez que esas bonitas mejillas pecosas se ruborizaban cuando Izuku lo llamaba “Kacchan”.

Bakugou estaba completamente loco por Izuku. Ese apodo infantil y todas las emociones que desencadenaban en él eran la prueba irrefutable de ello.

«Kacchan».

Dulce Tentación [KatsuDeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora