El tamaño de nuestras ambiciones

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Izuku luchaba por respirar. Su corazón latía tan rápido que el sonido atravesaba sus oídos como un pitido. Era como estar a punto de ser atropellado: veía las luces, sabía lo que iba a suceder, pero no podía moverse.

¿Cómo pudo olvidarlo? ¿Cómo...?

Izuku llevó una mano a su pecho, la presión era tan intensa que temía tener un infarto. Sus manos temblaban y las lágrimas no dejaban de caer. ¿Iba a morir? No, no podía hacerlo, no sin intentar arreglar las cosas con Kacchan. El solo pensamiento fue el equivalente a tener un agujero en el estómago.

¿Y si Kacchan no lo perdonaba? ¿Y si lo que había hecho no podía arreglarse? Recordó la expresión herida en su rostro, la forma en que se aferró a su cuerpo, negado a dejarlo ir. Izuku había cometido muchos errores en el pasado, pero sin duda, no escuchar a Kacchan había sido el peor de todos.

«¿De verdad crees que todo ha sido una mentira? ¿Que he jugado contigo? ¿Que no te amo? ¿Realmente lo crees, Izuku?».

Cada palabra desgarró su corazón. Izuku comenzó a jadear en un intento desesperado por no quedarse sin aire. Quería gritar, y tal vez lo habría hecho si su cuerpo se lo hubiera permitido.

—Izuku, escúchame —Uraraka lo tomó del rostro con fuerza. Izuku reaccionó por el contacto de su piel fría sobre sus mejillas mojadas—. Estás sufriendo un ataque de pánico, necesito que te concentres en respirar. —Ella bajó una mano hacia su pecho—. Voy a contar hasta tres y vas a tomar todo el aire que puedas.

Izuku asintió como pudo. El rostro de Uraraka estaba iluminado por el brillo del televisor. Parecía decidida, como si esto no fuera más que un bache en el camino. Eso reconfortó a Izuku de alguna manera. Uraraka estaba allí. No estaba solo. Así que se concentró en hacer lo que le decía, y tomó todo el aire que pudo.

—Muy bien, lo estás haciendo increíble —dijo Uraraka—. Aguanta unos segundos, y déjalo salir.

Izuku lo hizo, luego tomó otra respiración profunda y retuvo el aire en sus pulmones, hasta que su corazón empezó a latir más despacio. La opresión en su pecho también disminuyó después de unos minutos.

—Eso es. Ahora bebe un poco. —Uraraka le pasó una botella de agua. Izuku intentó destaparla, pero sus dedos parecían gelatina. Uraraka le quitó la botella de las manos, y la abrió, para luego ayudarlo a beber. Izuku no se había dado cuenta de lo sediento que estaba hasta que dio el primer sorbo—. ¿Te sientes mejor? ¿Ya puedes hablar?

Izuku ni siquiera la escuchó; su cuerpo no paraba de temblar. La imagen de un Kacchan mucho más joven venía una y otra vez a su cabeza. Kacchan era su desconocido, aquel chico de la universidad. Las dos versiones se contraponían de tal manera que Izuku estaba seguro de que si no se calmaba volvería a tener otro ataque.

No, no podía permitirse perder más tiempo. Izuku se volvió decidido hacia Uraraka y dijo:

—Tengo que volver, necesito hablar con Kacchan. Si me voy ahora, tal vez pueda…

Uraraka lo tomó del brazo, antes de que pudiera levantarse de la cama.

—Izuku, son las tres de la mañana, está lloviendo, y has bebido, no hay manera de que te deje ir.

Izuku la miró como si ella acabara de perder la cabeza. ¿Cómo quería que se quedara aquí después de lo que había recordado? Después de que se había dado cuenta de quién era Kacchan realmente.

—¡Necesito volver con él! ¡Me equivoqué, Uraraka-san! ¡Lo he dañado todo! —Izuku no lograba retener las lágrimas.

—Entiendo lo que sientes, pero él te ama, Izuku. Eso no va a cambiar por una pelea. —Ella lo abrazó, e Izuku se derrumbó sobre su hombro—. Parece que tu príncipe azul te ha estado esperando durante mucho tiempo.

Dulce Tentación [KatsuDeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora