Capítulo 14.

467 33 2
                                    

Conociendo a los Baskerville.

Janice.

Una vez que la camioneta se detiene frente a un gran castillo con los colores rojo y blanco predominando, miro a Alecxander que está acomodando las mangas de su traje.

—Te daré un consejo:—dice sin mirarme—ignora los comentarios de Jedan, aparte de ser molesto, es un imbécil que disfruta poner a las personas incómodas. Así que, mientras más lo ignores, mejor será.

—¿Jedan?—ladeo la cabeza, confundida. Me suena ese nombre, quizás en alguna conversación de mis hermanas, pero no estoy segura.

Asiente, mirándome.

—Jedan Baskerville, ¿sabes quien es?

—Por el apellido me imagino que es un príncipe. —digo con lentitud, sintiéndome algo tonta por alguna razón.

Alecxander vuelve a asentir.

—¿Te pone nerviosa conocerlos? Podemos devolvernos, si quieres.

Sacudo la cabeza, mirando por la ventana a los guardias con uniformes rojos con negro, hay al menos diez hombres altos y robustos a los pies de los escalones que conducen al interior del castillo y todos ellos sostienen contra sus pechos los rifles que dejan muy en claro lo dispuestos que están a proteger a la familia real.

Miro a Alecxander, que espera atento a mi respuesta.

—¿Me veo bien?—paso las manos por mi cabello—Es decir, si luzco como tu futu...

—Estás perfecta. Siempre estás perfecta. —ruedo los ojos, luchando contra los nervios que me dan cada que se atreve a darme cumplidos, creo que nunca podría acostumbrarme—Recuérdame para la próxima mandar a las chicas que te pongan una corona.

—Pero aún no soy reina. —miro confundida, como abre la puerta.

—Para mí ya lo eres. —se encoge de hombros.

¿Por qué dice esas cosas? ¿Acaso no ve que me pone nerviosa?

Sale cerrando, dejándome en el frío y silencio de la camioneta. Veo a través del cristal como rodea el auto y quita al guardia que intentaba abrir mi puerta. La abre, extendiendo su mano como lo hizo hace unas horas en la iglesia, y con menos dudas la tomo saliendo y dejando que el viento frío me abrace y la piel se me erice.

—¿Tienes frío, verdad?—se burla, viendo como me paso las manos por mis brazos—Creo que debí decirte que vinieras con abrigo.

—Cielos, no sabía que aqui hacía tanto frío. —me estremezco, él me extiende el brazo para que lo enlace con el suyo.

—En realidad, esto no es nada. Aún no es invierno y debes ver como se pone esto cuando está nevando, nadie es capaz de salir de sus casas aún cuando están acostumbrados.

No disimulo nada pegándome al calor que irradia su cuerpo, él lo nota de inmediato y me suelta para rodear mis hombros con su brazo, llenándome con el olor de su perfume y calentando un poco mis huesos, ¿Como puede estar tan caliente cuando hay tanto frío? No tengo idea, pero lo agradezco.

Un suspiro de alivio escapa de mis labios, no me importa estar tan cerca de él, cargo un vestido muy descubierto y si esta es la manera en la que pueda calentarme un poco, lo haré.

—Creo que puedo acostumbrarme a esto. —su mano se mueve de arriba hacia abajo por mi hombro, para bajar lo erizada que está mi piel.

—No te creas, esto es porque tengo frío. —nos detenemos frente a los guardias que no se dignan a mirarnos, tienen la mirada y el mentón en alto.

PODER: El Libro De Las Siete Maldiciones. [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora