Capítulo 24.

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Avances.

Janice.

—¡Janice!—me reprende Gia pellizcando mi mano, y suelto una risa llevándome el dedo lleno de crema a la boca.

—Andas gruñona hoy, ¿acaso Drangfield no te está sentando bien?

La mujer que me crió suspira con pesadez, haciendo la manga pastelera a un lado y enfocando toda su atención en mí. Es una pregunta tonta teniendo en cuenta lo feliz que ha estado desde que está aqui, lleva dos meses conmigo y no ha hecho otra cosa que agradecerme y sonreír como nunca antes la había visto hacerlo.

Es sólo que hoy parece estar muy estresada y no entiendo porqué, no es como si estuviera muy llena de trabajo porque yo misma me encargué de que sus tareas fueran menos y tuviera más tiempo libre para conocer y explorar este reino que ahora es su nuevo hogar. Gia ha trabajado toda su vida por razones que no le convenían, es justo que se merezca un tiempo para ella. Y con esto no me bastaría para agradecerle todo lo que ha hecho por mí.

—Algo anda mal. —habla luego de varios segundos en silencio.

Me tenso enderezando la espalda, la idea de que algo malo le esté pasando me aterra.

—¿A que te refieres? ¿alguien te ha dicho algo? ¿no te tratan bi...?

—No, nada de eso—estira una mano por encima de la barra, hasta posarla sobre la mía—Hablo de que esto es demasiado.

—Gia, sé más específica porque no entiendo nada.

—Ay cariño, es sólo que ¿crees que no me doy cuenta de como te has encargado de quitarme tareas?—enarca una ceja y yo siento que pierdo el color de la cara—No soy tonta pero quiero saber, ¿por qué?

—Dime una razón por la que no debería hacerlo. —contraataco.

Gia niega con la cabeza, limpiando sus manos en el mandril.

—Cariño, sé que lo haces para que descanse pero...

—Te lo mereces...

—Lo sé pero, he pasado toda mi vida haciendo esto, no conozco nada más que no sea vivir metida en una cocina sirviéndole a alguien más y que ahora mis compañeros me miren como si fuera más que ellos, me hace sentir extraña. —frunzo el ceño, intento replicar pero continúa—No te juzgo porque sé que lo has hecho con toda la buena intención, es sólo que es un tanto dificil adaptarme a algo cuando he pasado toda la vida haciendo lo opuesto.

—Lo siento, yo...

Bajo la cara para que no vea como se me enrojece la nariz, murmura algo y rodea la barra para abrazarme e inundar mis fosas nasales con el olor a vainilla que desprende y el calor de sus brazos.

—No te disculpes, mi niña, entiendo porque lo hiciste.—acaricia mi cabello trenzado—Y no hace falta que sientas que me debes algo, todo lo que he hecho por ti ha sido desde lo más profundo de mi corazón, y creéme, no cambiaría nada.

Rodeo su cuerpo con tanta fuerza que me da miedo que pueda lastimarla, escondo la cara en su pecho cerrando los ojos para que las lágrimas que amenazan con salir se queden ahí. Me resulta increíble como Gia siendo alguien tan ajena a mí, me cuidó y veló siempre por mi salud como si fuese de su propia sangre, aún cuando la mía nunca hizo nada. Es cierto eso de que tu familia no siempre es la que comparte tu sangre, sino aquella que tú eliges. Y no me equivoqué en elegirla y verla como una madre. Esa que nunca tuve.

—Nada de ponernos sentimental—palmea mi espalda, tomándome de los hombros para alejarme y ver mi rostro. Sonrío cuando aparta con fingida molestia las pocas lágrimas que escaparon—Hablemos de otra cosa.

PODER: El Libro De Las Siete Maldiciones. [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora