Capítulo final Parte II.

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Janice.

Mis ojos se lastiman con una cegadora luz blanca, una capa de frío me recorre entera y siento que el corazón se me detiene por un segundo, cuando una fuerza sobrenatural e invisible se aferra a mí. Luego, esas mismas manos tiran de mis brazos con tal brusquedad que caigo de bruces en un suelo duro, rocoso y lleno de polvo.

Mis pulmones que estaban apretados y con falta de aire, por fin sienten que pueden funcionar tranquilos, y un jadeo ruidoso escapa de mi boca. Abro los ojos de golpe, escuchando el retumbar desenfrenado de mi corazón en mis oídos.

Miro a todas partes, queriendo enfocarme y saber en dónde diablos estoy realmente. Pero cuando me doy cuenta que sigo dónde mismo, en Sakarys, en el salón del trono de Sakarys y con los siete objetos malditos rodeándome, me entran unas inmensas ganas de llorar no sé porqué. Tapo mi rostro, llevando la cabeza al suelo y haciéndome bolita, tratando de reunir mis piezas rotas y de darme calor.

No puedo creerlo, en verdad no puedo. Es imposible, tiene que ser imposible. Todo lo que ví, sentí y olí, apenas toqué su mano y me transporté al pasado en dónde ví con suma claridad la verdad, me tiene muy confundida. Confundida, asustada, pero sobre todo, muy angustiada. Es demasiada información que procesar.

Eryndor, la primera Sangre Negra, la Atomita, Nyxara, la historia de los Siete Reinos, la manipulación hacia mi padre, el Oscuriveno dejado en Valecrest. Todo. Absolutamente todo fué un plan, una estrategia. Todo lo que he hecho, sentido, vivido, sufrido, fué parte de macabro plan para cumplir su profecía.

No he sido más que una marioneta y ella la que movía las cuerdas. Mi vida, mi propósito, incluso mi matrimonio, fué un escalón más que ella utilizó para que llegara a dónde estoy ahora.

Me siento tonta, ingenua, ciega. Tonta, tonta, tonta...

—Somos una sola, no soy tonta y tú tampoco.—su voz surgiendo trás mi espalda, enciende la rabia y el dolor en mi interior. Alzo la cabeza para mirarla con odio, ha salido del espejo y ahora está a pocos pasos de la estrella en la que estoy encerrada—Tú eres yo, y yo soy tú...

—¡No soy cómo tú!—grito tan fuerte y tan furiosa, que la garganta me duele y las estatuas tiemblan y se sacuden. Sin embargo, en vez de ofenderse o molestarse con mi arrebato, lo que hace es sonreír de lado, en un gesto que me enfurece que sea tan parecido a mí.

—¿Estás segura de eso?—ladea la cabeza, con exagerada curiosidad.

No respondo, esa pregunta es extraña, casi burlista. Tomo asiento, llevando las rodillas contra mi pecho. Me siento incómoda estando desnuda en un lugar tan frío y siniestro.

—No soy cómo tú.—susurro, no despego mis ojos de los suyos. Es impresionante lo parecidas que somos.

—Yo no diría eso, querida. De hecho, tenemos mucho, pero mucho en común.—lleva las manos trás su espalda, viéndome desde arriba con superioridad—No por nada somos la misma persona.

—Nosotras no...

—¿Recuerdas esa vez en la que un Susurrante se apareció en tu cuarto?—frunzo el ceño confundida, asiento con lentitud. Ella sonríe—¿Quién crees que hizo un hechizo para que se fuera y no te contara la verdad?

—Tú, es obvio que...

—No, Janice, fuiste tú.—dice, con una sonrisa—En medio de tu confusión, esa parte oscura que alberga dentro de tu alma y mente, esa parte mía, esa parte que nos úne, se activó. No te diste cuenta entonces, pero lo hiciste. Supiste que estaba a punto de contarte y arruinarte los planes, y decidiste que lo mejor era mandarlo lejos para que tu esposo no lo viera.

PODER: El Libro De Las Siete Maldiciones. [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora