Capítulo 41.

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Tiempo

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Tiempo.

Alecxander.

Grito furioso estrellando contra el suelo cualquier cosa que me encuentro, el recuerdo de su rostro serio y sus palabras indiferentes me enferma, me asquea y hace patear una y otra vez el teléfono hasta que se vuelve añicos. Paso las manos por mi cabello, tirando de los mechones y un gruñido de exasperación se me escapa.

Loca. Janice está completamente loca, demente, desquiciada, si piensa que me he creído por un segundo sus estúpidas palabras, no tiene sentido. No tiene ningún sentido, parece que a esa bruja se le ha olvidado que soy capaz de sentir lo mismo que ella y todo lo que ha dicho hace unos minutos no ha sido más que una barata mentira.

Sí, una mentira que se siente del asco porque nunca llegué a considerar el hecho de que ella fuese capaz de decirme algo así.

¿Quiere irse? Vale, que lo haga, que se vaya a Windsfield, puede irse hasta el lugar más recóndito del planeta, no me importa. La voy a dejar irse, que disfrute unos días, que piense lo que le dé la gana y crea que se ha librado de mí, igual eso no le va a durar demasiado porque yo mis juramentos no los rompo y así se esconda en el otro lado del mundo, la voy a encontrar y la devolveré a donde siempre ha sido su lugar. Conmigo.

¿Posesivo? Sí, tal vez. ¿Obsesivo? Sí, no tiene caso negarlo. Estoy obsesionado con esa mujer desde hace años y no puede pretender que se me pase en un solo segundo así, como si nada, como si ella no estuviera enamorada de mí y no estuviera embarazada.

El sonido de la puerta siendo abierta de golpe, me saca de mi ensimasmiento y dejo a un lado los papeles que rompo para levantar la mirada esperando que sea ella en busca de unas disculpas, pero no. Lo que me encuentro es con la fea cara de Lansel.

Ruedo los ojos, le doy la espalda y me dispongo a ignorarlo porque sé que está a punto de darme uno de sus tantos sermones.

—¡Parece que un tornado ha pasado por aqui, Alecxander!—me reprende—¿Que diablos ha pasado, ah? ¿te has vuelto loco?

—Lansel, vete. —voy hasta el minibar que gracias al cielo aún mantiene una sola botella de whisky, no como el resto que están tiradas en el suelo. Justo lo que necesito.

Por supuesto que él no se queda con eso, es un chismoso del demonio y se acerca a pasos agigantados en mi dirección, mientras me sirvo un vaso.

—Alecxander, tienes que controlarte, mira nada más como...No, espera, ¿por qué has hecho esto?

Con toda la calma del mundo, nada comparada con la rabia de hace unos minutos, me giro y lo miro con una sonrisa que oculto tras el vaso.

—¿Que se hará de cena hoy?—paso por su lado—Tengo ganas de invitar a los Baskerville, quiero que hables con la cocinera y que haga platos de más.

—No puede ser, ya entraste en tu episodio psicótico—murmura por lo bajo, más para sí mismo—¡No vayas a empezar con tus cosas, Alecxander!

Suelto un bufido, divertido.

PODER: El Libro De Las Siete Maldiciones. [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora