El baile de las Siete Lunas.
Alecxander.
—¿Estás seguro de esto?—cuestiona Lansel, viéndome a través del espejo mientras abrocho mi camisa.
—Más que seguro.
—¿Y si no le gusta?
—Va a gustarle. —digo seguro, veo como duda pero lo ignoro. Yo sé lo que hago—Ahora, por favor ve a llevarle esa caja. No le digas que es de mi parte.
Asiente algo dudoso, últimamente no anda muy de acuerdo con las decisiones que he tomado desde que decidí casarme pero eso me importa muy poco, la verdad. Deja sobre una mesa los papeles que solicité, toma la caja roja de terciopelo y se da la media vuelta dispuesto a irse, y lo conozco tan bien como para no sorprenderme cuando se detiene en el umbral y se gira con esa cara que me asegura que va a cuestionarme.
—Esa noche los escuché.
Me giro para encararlo.
—¿De que hablas?—me hago el desentendido.
Suspira con pesadez, abrazando la caja contra su pecho.
—Sabes muy bien de que te hablo,—me mira muy serio—en la noche que atacaron Primstone estuve por entrar a tu oficina pero tenías una discusión con Janice, no fue al mucho rato cuando sonidos indeseados traspasaron las puertas.
—¿Y qué diablos haces tú pendiente de lo que sale o no de mi oficina?—inquiero furioso, dando un paso en su dirección.
Puedo sentir como la rabia se va abriendo paso en mi sistema y me obliga a apretar los puños. No sé que en momento Lansel se ha vuelto tan entrometido pero definitivamente desde que Janice llegó a Drangfield, algo parece haberse encendido en él porque por más que trate de disimularlo sé muy bien que no le agrada. Lo veo todo aunque me haga el que no, noto sus miradas recelosas y desconfiadas hacia una mujer que no hace más que sonreírle y preguntarle como está cada mañana.
Lo he soportado mucho tiempo ya, pero que ande pendiente de mis movimientos y no respete la privacidad de ella no.
—No lo hice con esa intención, te expliqué que estuve a punto de hablar contigo pero lo que pasaba adentro me lo impidió. —habla con esa calma mediadora, la que suele usar en reuniones importantes—Los guardias de afuera escucharon también.
—¿Y qué? Estoy en mi palacio, puedo hacer lo que me plazca con mi esposa. —me burlo, es insólito que se atreva a decirme algo así—No entiendo que es lo que...
—Está mal lo que haces y lo sabes.
Sus palabras me interrumpen y hacen callar para mirarlo confundido, no entiendo. Su pecho se hincha cuando toma una respiración profunda, como si se preparara para decir algo importante.
—Sabes que Sheila me contó la seriedad del contrato entre ustedes, lo que pasaría si ambos deciden unirse de esa manera—espeta—y entiendo, puede que ahora ninguno de los dos se lo tome con seriedad pero, tienes que saber que ambos nos preocupamos por ti y ver como Sheila llegó alterada a mí porque encontró una prenda de ella en tu oficina, me ha obligado a venir aqui y decirte... No, pedirte que tengas cuidado, Alecxander. Eso terminaría por condenarlos a los dos.
Apenas termina de hablar, una risa incrédula escapa de mí antes de que pueda controlarla, y niego con la cabeza no pudiendo creerlo.
Lo de Sheila es verdad, me seguía mientras iba de camino a la oficina y al entrar lo primero en lo que cayeron sus ojos fue en el sostén de Janice tirado en el suelo, una prueba de lo que había pasado la noche antes, y el horror con el que me miró la bruja fue desconcertante. Sólo se limitó a advertirme una vez más y se fué echando humo de la rabia. Y eso es lo que no entiendo, lo que me enoja y me exaspera.
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PODER: El Libro De Las Siete Maldiciones. [+18]
Misterio / SuspensoLuego de una tragedia que me quita toda posibilidad de escapar, una carta llega, un baile se aproxima y sé que los dioses tienen mi destino ya está escrito cuando noto sus intenciones de empujarme hacía él. Alecxander Herondale. Ese hombre que en...