Capítulo 34.

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Efímero paraíso

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Efímero paraíso.

Janice.

La luz que da directo contra mis ojos, me hace fruncir el ceño y removerme en busca de apagarla, tengo demasiado sueño como para que...el toque de unas grandes manos calientes que se deslizan y aprietan mis caderas, junto con los perezosos besos en mi hombro y espalda, son suficientes para que abra los ojos de golpe y caiga de vuelta a la realidad.

¿Donde estoy?

Con la vista borrosa por el sueño, recorro todos mis alrededores en busca de algo que pueda darme un indicio de donde me encuentro. Muebles marrones y blancos, piso de mármol, cortinas blancas que se mecen con suavidad por la brisa de plena mañana que apenas se alza, la ropa tirada en el suelo y que recuerdo muy bien, me hace respirar aliviada porque ya sé donde estoy. Lakeburgh. No tengo la más mínima idea de como pude llegar a la habitación, estaba tan cansada y drenada de todo lo que pasó anoche que creo haberme quedado dormida. Alec de seguro me trajo hasta esta habitación.

Bajo la mirada para mirar la mano que me acaricia, el anillo de bodas resplandece y eso termina por confirmarme lo que tanto deseaba. Cierro los ojos y sonrío complacida, llevando una mano por encima de la suya y doy un apretón que lo hace detener los cálidos besos en mi cuello.

—Ya despertaste, gracias a todos los dioses.—el susurro que suelta contra mi oreja, me despierta por completo.

Abro los ojos de golpe, aguanto la respiración y aprieto las piernas en busca de calmar el pálpito de excitación que aparece apenas lo escucho. Su voz es baja, grave, ronca, y tan estimulante que enserio agradezco mentalmente a los dioses por permitirme empezar la mañana de semejante manera. Quiero que sea así siempre.

—¿Llevas mucho despierto?—susurro temblorosa, mi vista se clava en las ventanas en una manera de calmar y disimular mi respiración que se acelera apenas las caricias de sus manos y boca vuelven.

—No demasiado, estabámos esperando por ti.

Estoy por preguntar confundida a que se refiere, pero todos mis intentos mueren cuando con un solo tirón en mis caderas me echa hacia atrás, presionando contra mi espalda baja la potente erección que me arranca un gemido de sorpresa. Suelta una risita ronca sobre mi cuello, el sonido vibra por todo mi cuerpo y eriza mi piel, despertando el deseo que se acentúa en mi vientre como llamas ardientes.

Suspiro agitada, no está haciendo nada de nada y ya estoy peor de caliente que el agua en ebullición, necesito que haga algo. Me remuevo, arqueo la espalda y paro más el trasero consiguiendo que su miembro quede presionado contra mi sexo cada vez más húmedo y ansioso de él. Un suave gruñido se le escapa y queda ahogado contra la piel de mi hombro, cierro los ojos mordiendo mi labio para no gemir fascinada con la exquisita sensación de sentirlo piel a piel. Apesar de andar vestida con su camisa, parece que desistió de la idea de colocarme las bragas anoche y lo agradezco, al igual que agradezco que él tampoco se vistiera e hiciera posible este momento.

PODER: El Libro De Las Siete Maldiciones. [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora