Muerte a ti, a tus hijos, y a los hijos de tus hijos.
Alecxander.
Dos días.
Han pasado dos días desde que me casé con Janice. Dos días desde que la envenenaron. Dos días desde que sigue en la cama sin despertar. Dos días en los que he tenido que soportar tener a los Miller rondando mis pasillos, pendientes de Janice como si realmente les importara.
El doctor indica que todo parece estar bien, el veneno fue muy rápido al actuar en su organismo, la pérdida de sangre que tuvo fue casi exagerada pero que gracias a que fueron rápidos y a los sueros que se le están suministrando, ella está bien. Está estable, respira, su corazón sigue latiendo.
Está viva.
Y no sé porqué eso no me basta.
No lo sé, saber que está viva pero aún postrada en una cama sin la capacidad de lanzarme uno de sus molestos regaños, no me basta. Ya tengo al responsable, ya estoy ideando un plan para acabar con él pero va a llevar tiempo, tiene que tomar tiempo. No voy a permitir que se percate de cómo lentamente voy a ir atacándolo. No pienso quedarme insatisfecho sabiendo que mi esposa está herida y que él sigue relajado en su trono como si nada hubiera pasado.
Mason Dubois sigue vivo pudriéndose del dolor en su celda, las imágenes de él con el príncipe Azlov son el foco de todos ahora y ha sido una buena jugada porque ahí es donde los quiero. No en mí o en Janice. No necesito que anden con sus pesados comentarios de compasión.
No quiero que anden pendientes de lo que hago.
Me siento en el borde de mi escritorio, cruzando los brazos a la altura del pecho justo en el momento en que las puertas se abren dándole el paso a las dos personas que más he esperado por ver.
Los ojos violetas de ambos se pasean por toda la oficina, hasta que me encuentran y el gesto preocupado que toman ambos es la razón por la que he estado evitando tanto ser el foco de los demás.
—Alecxander, nos enteramos de...
—Tomen asiento, por favor. —corto las palabras lastimeras de Regina, no las necesito.
Mi tono les da el indicio de que no estoy de muy buen humor, ¿Y como estarlo? Cuando en parte es culpa suya que Janice esté como está. Se miran con la duda bailando en sus ojos pero acceden, tomando sus puestos frente a mí.
—No quiero darme vueltas, voy a ser directo: Quiero que me entreguen a Lee Leroy para encargarme de su ejecución por traidor.
—¿Que?—hablan al unísono.
Suspiro con pesadez, supuse que esto no sería fácil para ellos porque conocen a Lee desde hace años, es el hombre de más confianza de Regina y ambos le han confiado hasta sus propias vidas. Pero hay lealtades que no son eternas y la de Lee es una de esas. Es por eso que estiro la mano y les entrego la carpeta que contiene la información que me encargué de recolectar estos dos días.
—Desde hace cinco meses en la cuenta bancaria de Leroy se han estado viendo movimientos que provienen de otras tierras. Otro reino, si somos más exactos. —ambos abren la carpeta viendo con el ceño fruncido los papeles—Investigué más a fondo y vienen de Windsfield, de Roger Azlov, y todo es porque Leroy le estaba vendiendo información de la familia Baskerville a la corona dorada.
—Tiene que ser una broma. —se burla Jedan, pero no parece muy convencido de ello y su vista no se despega de los papeles.
—Hace exactamente un mes que la suma más grande de dinero fue depositada en su cuenta, y si se fijan bien en las fechas podrán darse cuenta de la fecha. Es el mismo día que firmamos el contrato. —Regina levanta la cabeza de golpe, viéndome con los ojos bien abiertos—Todo. Todo lo que le ha estado pasando a tu familia, lo que le pasó a Jocelyn y lo que le pasó a Janice el día de nuestra boda está conectado, y es por una razón. Una sola.
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PODER: El Libro De Las Siete Maldiciones. [+18]
Mystery / ThrillerLuego de una tragedia que me quita toda posibilidad de escapar, una carta llega, un baile se aproxima y sé que los dioses tienen mi destino ya está escrito cuando noto sus intenciones de empujarme hacía él. Alecxander Herondale. Ese hombre que en...