Capítulo 32.

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La espada del guerrero.

Janice.

Mi cabeza se alza para mirar la enorme estatua del guerrero con armadura, es grande, imponente y antigua. Estiro la mano queriendo tocar la espada que sostiene pero una fuerza invisible tira de mi cuerpo hacia atrás, haciéndome caer de golpe sobre un suelo rocoso y la escena cambia completamente.

Mis ojos se clavan en el cielo gris, las nubes se agrupan una a la otra y la luz plateada que centella anuncia la llegada de una feroz tormenta.

Tomo el impulso para ponerme de pie, dándome cuenta del lugar que me rodea y la persona que aguarda de pie a metros de distancia.

¿Que está haciendo?

Sus ojos negros se encuentran con los míos, esboza una sonrisa que muestra sus dientes negros y estira los brazos dándose la vuelta. El cabello se le mueve con fervor debido a la brisa que me hiela los huesos y aterrada capto sus intenciones.

¡No, espera!—grito corriendo en su dirección, las piernas me duelen con cada paso y la garganta me arde mientras no dejo de gritarle a la mujer que no lo haga, que no se atreva pero, mis intentos son en vano porque su cuerpo cayendo por el abismo es lo último que veo antes de que una cuerda invisible se ate en mi cintura y me jale hacia atrás, llevándome a otro escenario muy distinto.

Parpadeo desorientada, veo borroso, todo está muy borroso. El cuerpo me pesa con cada movimiento, el corazón me late con fuerza y... los pulmones se me llenan de agua cuando inhalo, burbujas brotan y la nariz me arde. Ahogada. Estoy muriendo ahogada.

Pataleo, muevo los brazos desesperada queriendo impulsarme hacia arriba pero, la mano que se cierra entorno a mi tobillo me jala con fuerza varios metros abajo.

Grito aterrada pero mis pedidos de auxilio son en vano, miro hacia abajo para patear lo que sea que me sostenga y me congelo al ver esos ojos negros como los de un cuervo viéndome desde abajo.

—Esto es lo que necesitas. —su voz susurrante me acaricia la mente aún sin mover los labios, tira con fuerza hundiéndome más y su otra mano se levanta mostrando lo que me deja anonadada—Esto es lo que necesitas y sólo podrás encontrarlo donde las almas lastimadas viajan para no sentir más.

La luz de los relámpagos son capaces de iluminar la filosa y brillante hoja de la espada que la tenebrosa mujer sostiene.

La misma que...

Despierto de golpe, sentándome y no me da tiempo ni siquiera de abrir los ojos porque el impulso me obliga a hacerme a un lado para expulsar el agua que me quema la garganta y la nariz.

Restos de algas, tierra y agua negra caen sobre la alfombra como un recordatorio de donde he estado, del lugar al que mi alma ha viajado en medio de sueños. Yo conozco ese lugar, lo conozco muy bien.

Es el acantilado donde Alecxander iba de pequeño.

Ellas me lo están mostrando, me están mostrando donde se encuentra el segundo objeto maldito. Es en Drangfield.

☆☆☆

—¿Estás segura?—cuestiona Sheila, caminando a mi lado con una linterna.

—Más que segura, ellas van a ayudarme.

Hago una mueca viendo las arañas y escarabajos que caminan con rápidez por las paredes de piedra apenas la luz de las linternas los toca, huyen y se esconden debajo de las enredaderas de hojas secas que cubren metros y metros de las paredes.

PODER: El Libro De Las Siete Maldiciones. [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora